Entre pasos y promesas

Capítulo 4: Entre bambalinas

Edward

He asistido a más reuniones en tres días de ensayo que en una semana habitual en mi oficina de Londres. Y sin embargo, no me aburro. No mientras Élodie esté cerca, desafiándome con cada mirada, cada paso, cada palabra afilada como sus tobillos tensos en punta.

Hoy, alguien nuevo llega al estudio.

—Loïc —anuncia Élodie, con una sonrisa que rara vez me dedica a mí—. Expareja, primer amor, coreógrafo ocasional y ego en proporciones colosales.

Ah.

El tipo es guapo. Descarado. Con una energía relajada que contrasta brutalmente con la tensión estructurada que ella y yo compartimos. Y, por supuesto, se sienta a mi lado como si fuéramos viejos amigos.

—Tú debes ser el banquero —dice, alzando una ceja.

—Y tú el cliché.

La tensión está servida.

Durante el ensayo, Loïc se atreve a tocarla. En el brazo, en la cintura, como si fuera algo natural. Y aunque ella se lo permite, su cuerpo ya no responde igual. No como cuando discute conmigo. No como cuando baila frente a mí. Ella no lo nota.

Pero yo sí.

Más tarde, mientras camino solo por los pasillos del teatro, la oigo discutir con Loïc. Frases sueltas. "No es tuyo", "Ya no", "Estoy haciendo esto sola".

Algo en mí se relaja.

Pero cuando nos cruzamos en el vestíbulo, su expresión es de guerra.

—¿Disfrutas invadir todos los espacios, señor Cavendish?

—Solo cuando los espacios me invitan. Aunque sea a regañadientes.

No responde. Solo me observa. Por primera vez, sin ira. Sin escudo. Solo ella, y yo, en medio de un proyecto que empieza a parecer algo más que una inversión.

Y, por primera vez, empiezo a preguntarme en qué me estoy metiendo.




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