Entre pasos y promesas

Capítulo 8: Fantasmas de mármol

Edward

La invité a cenar sin pensarlo demasiado. Bueno, en realidad lo pensé bastante, pero fingí que no. No es una cita, me digo. Es una tregua. Un momento neutral. El lugar es discreto, cerca del Sena, con música suave y buena iluminación. Ni demasiado romántico, ni frío.

Élodie llega con un abrigo beige y el cabello recogido de forma más relajada que en los ensayos. No me lo dice, pero sé que le costó aceptar venir.

—Así que tocabas el piano —comenta mientras bebemos vino tinto.

—Lo suficiente para frustrar a mis profesores. Siempre fui más hábil con los números.

Ella me observa, como si intentara ver qué hay detrás del traje y las respuestas medidas.

—¿Y por qué lo dejaste?

—Mi padre —respondo, sin rodeos—. La música no era rentable. El arte era una distracción para gente sin ambición.

Élodie frunce los labios.

—Qué cliché tan triste.

—Lo es. Pero en mi familia, los clichés son tradición.

El camarero trae el segundo plato. Ella juega con el tenedor unos segundos antes de hablar:

—A veces, cuando bailo, no lo hago por el público ni por mí. Lo hago por mi madre. Para que vea que no desperdicié lo que me dio.

—¿Ella también bailaba?

—No. Pero creía en la belleza. En que había que crearla aunque nadie la viera. A veces siento que si dejo de bailar, ella dejará de existir.

Hay un silencio.

Y entonces lo digo. No sé por qué. No estaba planeado.

—Mi madre se suicidó cuando tenía diecisiete años.

Élodie se queda muy quieta. Me mira, sin juicio. Sin lástima.

—Era intensa. Generosa. Daba dinero a todos los artistas que se cruzaban por su camino. Pero se le rompió algo por dentro. Y no supimos cómo repararla.

No suelo hablar de ella. De esa noche. De los gritos. De la forma en que mi padre me abrazó por primera y última vez.

—Desde entonces… aprendí a no necesitar demasiado.

Élodie no dice “lo siento”. En cambio, pone su mano sobre la mía, sin palabras.

Y por un instante, siento que el aire entre nosotros cambia de densidad. Se vuelve más denso. Más íntimo.

Esa noche, no nos besamos.

Pero algo se quebró. O se abrió.

Y no estoy seguro de querer cerrarlo.




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