Entre pasos y promesas

Capítulo 9: París, sin máscaras

Élodie

La noche se siente irreal.

Después de semanas de ensayos, cambios de elenco y crisis contenidas, finalmente presentamos la función previa al estreno. No al público, sino a mecenas, directores de escena y críticos. Una especie de antesala… y una prueba para mí.

Todo salió bien. Casi perfecto. Pero no fue eso lo que me dejó sin aliento.

Fue encontrarlo entre bambalinas, solo, sin corbata, con la chaqueta doblada sobre un brazo, mirando la escena vacía como si le hablara.

—Nunca había visto algo así —murmura cuando me acerco—. No solo bailas. Traduces lo que otros sentimos y no sabemos poner en palabras.

Me quedo en silencio. No sé cómo responder a eso. Edward no suele regalar elogios, y cuando lo hace, no suenan como esto.

Caminamos por la ciudad sin plan. Solo seguimos el río. París, de noche, tiene algo de escenario también: luces suaves, reflejos dorados, una intimidad que no pide permiso.

—¿Siempre te escondes detrás del control? —le pregunto, sin suavizar la voz.

—¿Siempre usas el arte como escudo?

Nos miramos. Ni él sonríe, ni yo me retracto. Es una guerra de verdades.

—No sé qué estoy haciendo contigo —admito—. Me fastidias, me empujas, pero cuando no estás… te extraño.

Él se detiene. El silencio se alarga. Y entonces dice:

—Tampoco sé qué hacer contigo. Excepto… seguir viniendo.

—¿Aunque te rechace?

—Especialmente si me rechazas.

Quiero besarlo. Por un momento, creo que lo haré.

Pero no. No aún.

En lugar de eso, apoyo mi cabeza en su hombro mientras nos sentamos en una banca frente al Sena. Él no se mueve. Solo deja que ocurra.

Y ese gesto… vale más que cualquier caricia.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.