Entre Planos y Corazones

3

La conversación en la mesa se desarrollaba con naturalidad tras la presentación de Jareth. Todos hacían preguntas para conocerlo mejor, y él respondía con simpatía, sintiendo que, por primera vez en mucho tiempo, estaba siendo aceptado tal cual era.

Fue entonces cuando una sombra se cernió sobre la mesa. Bratt, alto, con un aire de seguridad forzada, apareció junto a Seren.

—¿Podemos hablar? —le preguntó sin rodeos, su voz baja, tensa, pero sin agresividad.

Seren levantó una ceja, le dio una mordida a una papa frita con absoluta indiferencia y luego, con un suspiro teatral, se levantó con la bandeja aún en las manos. No dijo nada, solo le lanzó una mirada a Jareth como si le dejara una nota silenciosa: “Espera”.

Cuando ambos se alejaron hacia la salida del comedor, la mesa estalló en murmullos apenas contenidos.

—¿Otro más? —preguntó Paul, cruzando los brazos detrás de la cabeza.

—Bratt fue el último —aclaró Jessie—. Duraron como… ¿qué? ¿tres semanas?

—No, no. Diecisiete días —corrigió Franco, como si llevara un registro oficial. Todos rieron.

Jareth se giró hacia ellos, sin ocultar su sorpresa.

—¿Siempre ha tenido tantos novios?

—¡Novios, aventuras, lo que sea! —dijo Aisling, encogiéndose de hombros con una sonrisa divertida—. Seren cambia de pareja más que de esmalte de uñas.

—¿Y siempre así de… fugaz?

—Máximo un mes. Ese es el récord —aportó Jeremy, como si fuera un logro deportivo.

Laura sonrió con algo de compasión.

—Pero no es que sea cruel, ¿sabes? Simplemente… se aburre. O se harta. O los otros no la entienden. Nadie le sigue el ritmo.

Jareth bajó la mirada un momento, removiendo con el tenedor las papas que quedaban en su plato. Pensó en la sonrisa de Seren, en sus ojos cambiantes, en el modo en que lo había tomado del brazo sin pedir permiso, como si ya fuera suyo. Y no supo si sentirse advertido… o fascinado.

—Bratt siempre vuelve —murmuró Jessie, como quien comenta una película que ya vio muchas veces.

—Y Seren siempre lo despide con una frase para el recuerdo —añadió Franco, con una sonrisa traviesa.

—¿Una frase?

—Sí, algo que lo deje en ridículo —dijo Paul—. Una vez le dijo que era "emocionalmente tan profundo como una cuchara de plástico".

Todos se rieron de nuevo. Aisling hizo una mueca exagerada de horror.

—¡Ay no! Mi favorita fue cuando le dijo a Mark que tenía la libido de un cactus.

Jareth soltó una risa tímida, pero por dentro sentía una mezcla inquietante. Por un lado, estaba entretenido. Era como entrar en un universo que solo había visto en películas adolescentes: la mesa de los populares, las bromas internas, los rumores sabrosos. Pero por otro, algo lo pinchaba por dentro. ¿Realmente quería acercarse a alguien tan inestable emocionalmente? ¿O lo atraía precisamente por eso?

—¿Y por qué nadie se lo toma mal? —preguntó, apoyando los codos en la mesa.

—Oh, algunos sí se lo han tomado mal —dijo Jeremy con tono sombrío—. Uno lloró. Literal. En la fuente.

—Otro la esperó con una guitarra en la entrada del colegio durante una semana —agregó Franco.

—Y otro intentó pelear con Paul —recordó Aisling.

—Y perdió —añadió Paul con fingida modestia, inflando el pecho.

Jareth ladeó la cabeza.

—¿Y nadie la enfrenta? ¿Le dice que está mal?

Laura lo miró con ternura, como si estuviera viendo a un cachorro que aún no conoce las reglas del mundo.

—Seren es… complicada. No busca hacer daño, pero tampoco se detiene a pensar si lo hace. Es libre. Demasiado libre a veces. Y nosotros… bueno, ya la conocemos. Sabemos que es como es. Nadie la cambia.

Jeremy asintió, bebiendo un sorbo de su bebida.

—Y si intentas cambiarla, se va. Así de simple. No tiene apego.

—Eso no es del todo cierto —murmuró Jessie, bajando la voz.

Todos la miraron. Jessie no solía romper la regla tácita de nunca tomarse en serio las relaciones de Seren.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Aisling.

—Que con Bratt fue diferente. No digo que haya estado enamorada, pero…

—Lo repitió —completó Franco, comprendiendo.

—Exacto. Él es el único con el que ha vuelto. Tres veces.

Paul dejó de reír. Jeremy frunció el ceño. Aisling bajó la vista. Solo Laura mantuvo la compostura.

—¿Crees que esta vez también? —preguntó Jareth, notando la tensión repentina.

Jessie suspiró.

—Espero que no. Bratt no es buena influencia para ella.

—Es posesivo —añadió Laura—. Seren necesita libertad, no alguien que la encierre con palabras bonitas.

—Pero siempre vuelve —dijo Franco con resignación.

Jareth miró hacia la puerta del comedor. Ya no los veía, pero podía imaginarlos ahí afuera, quizá en silencio, quizá discutiendo, quizá… quién sabía.

No le gustaba la idea. Y no era por celos, se dijo. Era otra cosa. Tal vez una incomodidad creciente con el papel que parecía estar jugando en una historia ya escrita.

—¿Qué fue lo que pasó con ellos? —preguntó con sinceridad—. ¿Por qué terminaron tantas veces?

—Porque Bratt no entendía que Seren no es de nadie —respondió Laura sin dudar—. Quería encerrarla, poseerla. Y cuando no podía, la hacía sentir culpable.

—Le hacía escenas de celos frente a todos —agregó Aisling—. Un día le rompió el celular porque encontró mensajes de un chico.

—¿Y ella lo perdonó?

—Sí. Dos veces. Pero no porque fuera débil —intervino Paul—. Sino porque le gustaba sentirse deseada. Bratt sabía cómo manipular eso.

Jareth frunció el ceño.

—No suena a alguien con quien debiera estar.

—Nadie piensa que deban estar —dijo Jeremy—. Pero a veces, las personas no escuchan lo que los demás ven con claridad.

—Y tú, nuevo —dijo Franco con tono burlón—. ¿Qué harías si fueras tú el próximo?

Jareth lo miró con una mezcla de ironía y curiosidad.

—¿El próximo qué? ¿Novio? ¿Error?

Todos rieron de nuevo. Paul le dio un golpecito en el hombro.




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