El sol de la mañana bañaba con suavidad el campus universitario, cuyos grandes edificios de piedra clara y cristal reflejaban la luz como si quisieran deslumbrar a los recién llegados. Las hojas de los árboles se movían en una brisa leve que parecía anticipar el comienzo de algo importante.
Jareth caminaba con paso firme, aunque en su interior revoloteaban nervios y emoción. Su mochila descansaba ligera sobre su espalda, cargada apenas con un cuaderno nuevo, algunos lápices y un par de libros que apenas había hojeado. Su mirada recorría cada detalle, desde el brillo pulido del suelo hasta el murmullo animado de otros estudiantes que, como él, daban sus primeros pasos hacia la vida universitaria.
Al doblar una esquina, vio a Seren. Ella estaba parada frente a la puerta principal del edificio de Arquitectura, con una sonrisa que parecía iluminar todo a su alrededor. Lucía un conjunto cómodo pero elegante, con una chaqueta ligera y un bolso cruzado que colgaba despreocupadamente de su hombro. Sus ojos turquesa brillaban con la misma mezcla de ansiedad y entusiasmo que Jareth sentía.
Se acercó a ella, y ambos compartieron una sonrisa amplia, el tipo de sonrisa que dice sin palabras “vamos a hacerlo juntos”.
La toma de ramos se haría en el auditorio grande, un espacio moderno con asientos acolchados y tecnología preparada para recibir a cientos de estudiantes. Allí, una fila ordenada de mesas y computadoras esperaba a los alumnos, quienes debían registrar su selección de materias para el semestre.
El campus rebosaba de energía juvenil, pero también de cierto respeto reverente: ese aire de quienes saben que están comenzando un capítulo decisivo. Jareth y Seren caminaron juntos hacia la fila, aún tomados de la mano, pequeños gestos que hablaban de una confianza construida tras meses de compartir secretos y planes.
Al llegar, los monitores les indicaron sus terminales asignadas, y ambos se sentaron lado a lado, sintiendo el peso de la decisión que debían tomar.
La pantalla del ordenador mostró la lista de ramos disponibles: “Fundamentos de Arquitectura I”, “Diseño Digital”, “Historia de la Arquitectura”, “Materiales de Construcción”, “Dibujo Técnico”, “Matemáticas para Arquitectos”, entre otros.
Jareth miró a Seren con una mezcla de pregunta y complicidad. Ella asintió con una sonrisa, y juntos comenzaron a marcar las mismas materias.
—Si vamos a estar en esto juntos, mejor sincronizar todo —murmuró Jareth, la voz apenas audible, pero llena de afecto.
—No quiero perderte en ningún pasillo —respondió Seren, riendo suavemente.
La pantalla reflejaba sus elecciones idénticas: una especie de compromiso tácito, un pacto silencioso de compartir no solo el amor, sino también el esfuerzo y las horas de estudio.
Mientras confirmaban la inscripción, a su alrededor, otros estudiantes charlaban animadamente, algunos ya formaban grupos, otros intercambiaban consejos y mapas del campus. Pero Jareth y Seren parecían en su propio universo, aislados del ruido, envueltos en la emoción de empezar una vida juntos bajo un mismo techo académico.
Al salir del auditorio, la sensación de comenzar un camino nuevo era palpable. Los pasillos amplios y limpios se extendían ante ellos, llenos de promesas y desafíos. Seren tomó la mano de Jareth con fuerza, como para asegurarse de que ambos estaban presentes en el momento, antes de seguir adelante.
—¿Te imaginas cómo será esta vida? —preguntó Seren con voz dulce.
—Será difícil, seguro. Pero contigo al lado, creo que todo será más fácil —respondió él, sintiendo una oleada de ternura que le hizo sonreír.
El campus parecía un pequeño mundo en sí mismo, con cafeterías acogedoras, espacios verdes para estudiar y charlas improvisadas. Los dos pasearon entre edificios, buscando los salones para sus primeras clases, emocionados por descubrir qué les esperaba.
En uno de esos momentos, Jareth se detuvo y miró a Seren con seriedad.
—Gracias por querer compartir esto conmigo —dijo—. No sé qué haría sin ti.
Ella le acarició la mejilla con suavidad, antes de responder.
—Vamos a construir este futuro juntos.
Mientras se dirigían a la primera clase, ambos sintieron el latido acelerado de la aventura que comenzaba, una mezcla de incertidumbre, ganas y amor que los mantenía unidos.
El timbre sonó puntual y las puertas del aula de “Fundamentos de Arquitectura I” se abrieron para recibir a los estudiantes. Jareth y Seren entraron juntos, aún tomados de la mano, buscando un lugar donde sentarse. La mayoría ya había llegado, y había un murmullo nervioso entre ellos, mezclado con risas y saludos efusivos. Algunos grupos parecían conocerse desde hacía años, otros —como ellos— eran caras nuevas y curiosas.
Encontraron dos asientos libres en el medio, no muy al frente pero cerca del profesor. Jareth, con la mochila al lado, observó el aula: pizarras blancas digitales, modelos arquitectónicos en vitrinas y grandes pantallas para proyecciones. Seren parecía fascinada, con los ojos brillantes y una sonrisa que no podía ocultar.
El profesor entró, un hombre de mediana edad con gafas redondas y una voz clara y segura que rápidamente capturó la atención. Se presentó como el arquitecto Paul Jefferson, un profesional reconocido que transmitía pasión por la materia.
—Bienvenidos a la carrera que cambiará su manera de ver el mundo —comenzó—. Aquí aprenderán a construir sueños, a dar forma a ideas que transformen la realidad. Pero también tendrán que trabajar duro, cuestionarse todo y estar abiertos a aprender siempre.
Jareth sintió una punzada de motivación; las palabras del profesor encendían ese fuego que había llevado a inscribirse en esta universidad. Seren apretó ligeramente su mano, compartiendo ese entusiasmo.
Las primeras horas pasaron entre presentaciones, explicaciones sobre el plan de estudios y asignación de proyectos. El profesor Mendoza destacó que la práctica y el trabajo en equipo serían fundamentales.