Entre Planos y Corazones

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La tarde caía con una luz dorada cuando llegaron a la finca donde se realizaría la boda. El lugar estaba impregnado de aromas frescos, jardines perfectamente cuidados y una terraza amplia que daba vista a un pequeño lago. Todo dispuesto para una celebración que ya parecía sacada de un cuento.

En un salón reservado, el chef esperaba con una selección de platos cuidadosamente presentados, además de una muestra de las tortas que serían probadas para decidir la definitiva. Seren y Jareth entraron juntos, seguidos por sus madres, quienes no escondían su entusiasmo por cada detalle.

La mesa estaba elegante, con manteles blancos y cristalería reluciente. Cada plato tenía una pequeña tarjeta con el nombre y la descripción, desde entradas ligeras hasta postres elaborados. Frente a ellos, varias piezas de torta en tamaños pequeños esperaban la crítica más exigente.

Seren tomó la mano de Jareth, mirándolo con complicidad. Era uno de esos momentos en que, pese a toda la organización y estrés, podían simplemente ser ellos, disfrutando juntos.

La primera ronda fue de aperitivos. Jareth degustaba con atención mientras su madre le hacía preguntas sobre los sabores y texturas. Seren se reía al ver lo concentrado que estaba él, tan serio en algo tan simple.

Después llegaron los platos principales: un risotto cremoso con hongos silvestres y un filete de salmón en salsa de cítricos. Seren elogió el balance de sabores, y Jareth no pudo evitar decir que cada bocado le recordaba a la paciencia con que habían construido su relación.

Finalmente, llegó el momento esperado: la torta. Había tres variedades: chocolate amargo con frutos rojos, vainilla con crema de maracuyá y un diseño más atrevido con caramelo salado y nueces. Seren probó un pedazo de cada una, sus ojos brillaban con cada sabor. Jareth, por su parte, encontró en la torta de chocolate su favorita, mientras que sus madres debatían animadamente sobre cuál sería la mejor opción para los invitados.

Entre risas, comentarios y miradas cómplices, la velada se volvió más cálida. Seren tomó la mano de Jareth, susurrándole:

—¿Sabes? Esto no es sólo comida o torta. Es nuestro futuro, cada detalle cuenta.

Él asintió, apretando su mano con ternura.

Las madres, sin perder oportunidad, bromeaban sobre quién cocinaría más en la nueva casa, pero al final, todos compartían la certeza de que aquella unión estaba destinada a perdurar.

Cuando la prueba terminó, salieron del salón con la decisión tomada, más unidos y emocionados por el camino que les esperaba.

En la misma finca donde habían probado el menú, una elegante sala de exhibición esperaba a Seren y Jareth para elegir la vajilla que acompañaría su boda. La luz natural se colaba a través de grandes ventanales, iluminando delicados juegos de platos, copas y cubiertos dispuestos sobre mesas impecablemente vestidas.

Seren caminaba entre las mesas, sus dedos rozando suavemente las porcelanas finas y los cristales tallados. Su vestido rosa aún llevaba el aroma del perfume que había usado en la cita del aniversario, y en su rostro se dibujaba una mezcla de ilusión y nerviosismo.

Jareth la seguía con una sonrisa, aunque intentaba mantener la compostura. Sus ojos se posaban en cada pieza con atención, queriendo que todo fuera perfecto, sin saber del todo qué elegir.

Las madres, por supuesto, no tardaron en dar sus opiniones.

—Estos platos con borde dorado son clásicos, elegantes y nunca pasan de moda —comentó la madre de Seren, con un brillo en la mirada que denotaba orgullo—. A mí me encantan para un evento tan importante.

—Yo prefiero algo más sobrio, pero con personalidad —replicó la madre de Jareth—. Este diseño con motivos florales en azul y blanco me parece delicado y con carácter. Además, combina muy bien con cristalería sencilla.

Seren intervino con delicadeza:

—Creo que algo que refleje un poco de nosotros, ¿no? Algo moderno, pero con un toque tradicional.

Jareth asintió, y tomó un juego de platos de porcelana blanca con finos detalles en plata. Los sostuvo con cuidado y comentó:

—Esto es como un punto medio, elegante y contemporáneo.

Mientras tanto, la madre de Seren había colocado frente a ella una vajilla con motivos en oro rosa y relieves sutiles. Seren la miró detenidamente, tocó la textura y comentó:

—Esto tiene un aire muy romántico... podría gustarles a los invitados.

El debate siguió entre risas y pequeñas discusiones sobre colores, estilos y combinaciones. Seren y Jareth se miraban, disfrutando el proceso, aunque ambos sentían un leve cansancio por la cantidad de decisiones que debían tomar.

Finalmente, después de horas de deliberación, acordaron una vajilla que combinaba la modernidad del blanco con detalles en plata y un toque romántico que evocaba la delicadeza de Seren.

Al salir, Seren tomó la mano de Jareth y le susurró:

—Cada cosa que elegimos es como un recuerdo que construiremos juntos.

Él apretó su mano, sintiendo que, pese a las tensiones y diferencias, ese día marcaba un antes y un después.

La boutique de vestidos de novia era un refugio de encajes, sedas y tules que flotaban delicadamente en percheros dorados. Seren había llegado temprano, antes de que abriera la tienda, para poder explorar sin prisa ni distracciones. Su madre, ansiosa pero respetuosa, la esperaba en el sofá cercano mientras una asesora experta se acercaba con una sonrisa cálida.

Seren se sentía extrañamente nerviosa y emocionada a la vez. Era un momento suyo, personal, un ritual que marcaba el inicio visible de una nueva etapa. A medida que la asesora le mostraba distintos modelos, desde clásicos cortes princesa hasta vestidos más modernos y ceñidos, Seren probaba varios estilos.

El primero fue un vestido blanco puro, con una falda amplia y voluminosa que la hacía sentir como una princesa de cuento. La tela crujía suavemente al moverse, y el corset realzaba su figura con elegancia. Se miró en el espejo y vio reflejada la imagen de alguien fuerte, lista para enfrentar lo que viniera.




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