Alexander
Renuncié al protocolo, no a mi sangre.
La conferencia de prensa fue transmitida en vivo a todo el país. Cámaras, flashes, periodistas hambrientos de morbo. Y yo, de pie frente al escudo real, con el peso de siglos de tradición aplastándome los hombros.
—Las fotografías son reales —dije, mirando directamente a las lentes—. Pero no hay engaño. Ni pecado. Solo dos personas que se aman.
El salón estalló en murmullos.
—Su Alteza —un reportero del Daily Telegraph se levantó—, ¿está consciente de que esto contradice directamente la postura de la Corona?
—Lo sé.
—¿Y qué dice Su Majestad la Reina?
Sonreí, amarga y dulce a la vez.
—Que los Windsor siempre ponemos el deber por encima del corazón. Pero hoy, señores, rompo la tradición.
Dejé el micrófono sobre la mesa y salí, seguido por los gritos de mis asesores y el estruendo de cientos de preguntas sin respuesta.
***
El helicóptero despegó una hora después.
Charles intentó detenerme en el jardín.
—¡Estás loco! ¡Te desheredarán!
—Prefiero eso a vivir como un fantasma —le dije, subiendo al aparato.
El viaje a Escocia fue el más largo de mi vida. Montañas verdes, lagos plateados, y yo, con los puños apretados, repitiendo las palabras que llevaba días preparando.
***
Los guardias de la finca Spencer no esperaban al nieto de la Reina saltando la verja.
—¡Su Alteza! —uno de ellos intentó bloquearme el paso—. ¡No puede entrar!
—Prueben a detenerme —desafié, caminando hacia la puerta principal.
Fue entonces cuando la vi.
Eleanor, asomada a la ventana de la biblioteca, con los ojos tan grandes como la luna llena que nos iluminaba.
Corrí. Subí las escaleras de dos en dos. Abrí puertas sin importar los gritos detrás de mí.
Y allí, en el umbral, estaba ella.
Mi Eleanor.
Mi escándalo favorito.
—Viniste —susurró, como si no lo creyera.
La tomé de la cara y besé sus labios fríos delante de todos: guardias, criados, incluso mi padre, que acababa de llegar en otro helicóptero.
—Si la corona no acepta a quien amo —dije, mirando a cada uno de ellos—, entonces no merece llevar mi nombre.
Y por primera vez en mi vida, me sentí libre.