Entre rejas doradas

Capítulo 10: El retrato que no borraron

Alexander

Cinco años después

La Galería de Alumnos Ilustres de Saint Albans era un lugar sagrado. Entre retratos de primeros ministros y premios Nobel, nuestra foto parecía fuera de lugar.

Pero allí estaba.

Eleanor y yo, de espaldas, caminando hacia el atardecer en los jardines del internado. Ella llevaba el collar con la W, yo una corona diminuta torcida sobre mi cabeza. La imagen capturaba lo que éramos: dos rebeldes que reescribieron su destino.

—Los estudiantes la llaman "el retrato del escándalo" —dijo el director actual, un hombre joven que había sido nuestro compañero—. Se ha vuelto más popular que el del Duque de Wellington.

Eleanor rió a mi lado, su mano cálida entre la mía.

—¿Te arrepientes de algo? —me preguntó por enésima vez.

Miré el retrato, luego a ella —ahora abogada de derechos humanos, aún más brillante que cuando la conocí—, y finalmente al anillo de diamantes que llevaba en su mano izquierda.

—Solo de no haberte besado antes.

El sol se filtraba por los vitrales, pintando nuestra historia en colores sobre el suelo de mármol.

No éramos un cuento de hadas.

Éramos algo mejor:

Un amor que quemó las reglas y, de sus cenizas, construyó algo verdadero.

FIN

"Nos llamaron escándalo. Nosotros le llamamos amor."




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