Beyamin estaba solo en la sala principal de la hacienda. La luz del atardecer se colaba por los ventanales, tiñendo las paredes de un rojo profundo, casi amenazante. Su teléfono vibró. Era un mensaje de Persy:
"Sabes lo que está en juego. Haz lo que te digo, o todo lo que amas puede desaparecer."
El corazón de Beyamin se aceleró. Sabía exactamente a qué se refería. Los caballos, los documentos falsos, su nombre vinculado a negocios que él jamás entendió del todo… todo podía salir a la luz en segundos.
Un segundo mensaje llegó:
"No es solo tu libertad la que está en riesgo. Tu madre confía en Victoria… pero si no me obedeces, incluso ella podría no poder salvarte."
Beyamin apretó el teléfono con fuerza. La rabia y la desesperación se mezclaban dentro de él. Quiso gritar, maldecir, pero sabía que no servía de nada. Persy lo tenía exacto donde quería: atrapado entre el miedo y el amor.
—Siempre fuiste demasiado fácil de engañar —murmuró para sí, recordando cómo confió ciegamente en ella desde el primer día.
Mientras tanto, Amanda y Victoria estaban reunidas en la ciudad. Victoria revisaba los últimos movimientos legales y los mensajes interceptados, tratando de anticipar la jugada de Persy. Amanda, con los dedos entrelazados sobre la mesa, observaba con frialdad:
—No podemos permitir que la juegueleta de Persy controle a Beyamin —dijo Amanda—. Pero tampoco podemos movernos demasiado rápido y asustarlo. Debemos dejar que sienta que tiene algo de control mientras preparamos la trampa legal.
Victoria asintió:
—Puedo manejarla si intenta involucrar más pruebas o manipular a terceros. Pero Beyamin necesita entender que no puede ceder ante cada amenaza de Persy.
De vuelta en la hacienda, Beyamin respiró hondo. Su mente giraba en círculos: obedecer a Persy significaba mantenerla contenta y evitar problemas inmediatos; desafiarla significaba arriesgar todo lo que Amanda y Victoria habían construido para salvarlo.
Persy, al otro lado de la hacienda, lo observaba desde la distancia, sabiendo que cada segundo que pasaba, cada duda que sembraba en él, fortalecía su control.
—Eres mío hasta el último secreto —susurró Persy, con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos—. Y no hay nadie que pueda salvarte, a menos que yo lo permita.
Beyamin cerró los ojos, atrapado, consciente de que su próxima decisión no solo definiría su futuro legal, sino su corazón.
Beyamin caminaba por los pasillos de la hacienda, los pasos resonando sobre el piso de madera. Cada sombra parecía susurrarle la misma verdad que Persy le había repetido en cada mensaje y mirada: que él le debía obediencia, que todo lo que había hecho por ella no podía desvanecerse sin consecuencias.
Quería alejarse, romper el ciclo, pero su corazón lo traicionaba. La pasión, la obsesión y el amor ciego que sentía por Persy lo mantenían atrapado. Su mente luchaba entre lo correcto y lo imposible, entre el poder que podría recuperar si enfrentaba la verdad y el deseo que lo encadenaba a ella.
Mientras tanto, en la ciudad, Amanda Ferrer llegaba a la oficina de Victoria. La abogada estaba revisando documentos y movimientos del proceso legal de Beyamin, organizando cada evidencia para anticipar las jugadas de Persy.
—Amanda —dijo Victoria, levantando la mirada con una sonrisa profesional pero cansada—, justo a tiempo. Estaba revisando las últimas comunicaciones que recibimos.
Amanda se sentó, observando los papeles con atención, pero con los ojos siempre puestos en Victoria. Persy, aunque lejos, había conseguido sembrar su semilla de intriga: había insinuado que Victoria se había involucrado sentimentalmente con su hijo.
—Victoria —dijo Amanda con voz firme—, necesito que sigamos cada movimiento al pie de la letra. No podemos permitir que nada desvíe el proceso. Nadie puede ser distraído por… emociones.
Victoria tragó saliva, consciente de la sombra que Persy había intentado proyectar sobre ella. Nadie podía resistirse a los encantos de Beyamin, pero eso no significaba que ella estuviera comprometida con nada más que la defensa legal.
Sin embargo, una parte de ella comprendía la tristeza y el miedo que su cliente sentia, había algo genuino en su temor de que Victoria dejara de ser la profesional impecable que Amanda había confiado para salvar a Beyamin.
Debia de estar concentrada en el caso mas desafiante de toda su carrera, y que habia puesto de cabeza su mundo, ya que no dejaba de pensar en un solo instante en el, lo amaba y eso le asustaba.
No te preocupes —respondió Victoria, con un hilo de firmeza y empatía—. Mi compromiso es con Beyamin y con la justicia. Persy puede insinuar lo que quiera, pero no dejaré que eso interfiera con su defensa ni con tu confianza.
En la hacienda, Persy miraba a través de la ventana la luz del atardecer, sabiendo que sus mensajes y manipulaciones habían alcanzado el efecto deseado: intriga, desconfianza y miedo en todos los que rodeaban a Beyamin.
Beyamin, atrapado entre lo que quería y lo que debía, cerró los ojos. Cada latido de su corazón era un recordatorio de que su libertad estaba en juego, y que cualquier decisión equivocada podía destruirlo todo: su futuro legal, su vínculo con su madre y, en lo más profundo, la verdad que ni siquiera él estaba listo para enfrentar.
En la ciudad, Amanda y Victoria revisaban los últimos movimientos del caso. Victoria mostraba un diagrama de comunicaciones y pruebas que había reunido: correos electrónicos, mensajes interceptados, registros financieros.
—Esto confirma que Persy está manipulando cada paso de Beyamin —dijo Victoria, con el ceño fruncido—. No solo lo chantajea, también lo mantiene emocionalmente atrapado.
Amanda asintió, con la mirada fija y calculadora.
—Sabía que era capaz de esto. Pero no me preocupa Persy, me preocupa Beyamin. Debemos dejar que