_“A veces, las sombras del ayer resurgen para iluminar el camino hacia el mañana.”_
Vi en el rostro de Liam el arrepentimiento y fue lo único que necesité para saber que aquello sí estaba pasando. La mujer que era su prometida, ignorante del torbellino de emociones que yo tenía en ese momento, prosiguió a interrumpir el juego de miradas que habíamos mantenido Liam y yo hasta el momento.
—Por lo que veo, ustedes ya se conocen —su afirmación fue inocente, pero por alguna razón me hizo sentir como la mierda.
—Sí, pero fue hace un tiempo atrás, nos encontramos por casualidad —dije rápidamente, interrumpiendo a Liam que estaba listo para hablar—. Charlamos y pasamos un momento agradable conociéndonos y luego cada quien siguió por su lado. Lo que son las casualidades de la vida, quién iba a decir que hoy sería mi jefe —mi voz nerviosa solo lograría delatarme.
—Oh, eso es perfecto —dijo la mujer con una sonrisa brillante.
—¿Por qué? —no comprendía a qué se refería.
—A Liam no suelen durarle sus asistentes, puede ser un poco demandante en el área del trabajo, pero si ustedes ya se conocen y le agradaste, puede que tú seas la última asistente. Al fin podré dejar de buscar reemplazos y concentrarme en mis propios proyectos.
—Charlotte, no exageres —Liam la regañó y aunque intentó sonreír, la tensión estaba en su rostro—, la vas a asustar.
—Por supuesto que no —dije con un tono desafiante, fijando mis ojos en los suyos—. Las horas extras y el exceso de trabajo no me intimidan. Pero lo que sí me aterroriza y detesto, como a cualquier ser humano, son las mentiras y los engaños.
El silencio que siguió fue tal, que podría jurar haber escuchado a un grillo.
—Estoy de acuerdo con ella —dijo Charlotte, sorprendiéndome—, ninguna persona se merece ser engañada.
—Gracias por coincidir conmigo, señorita. Por cierto, creo que no me presenté como es debido; soy Emily Hartman —dije al tiempo que le extendía mi mano para saludar.
—Es un placer, Emily. Soy Charlotte —su tono efusivo se transmitió a su apretón de mano también.
—Me alegra que se lleven bien —murmuró Liam, pero creo que eso era algo más para sí mismo que para nosotras.
—Iré a calentar sus cafés, deben de haberse enfriado.
—No, así están bien —Charlotte me sonrió y tomó su taza con la elegancia digna de una princesa—. Lo prefiero así, es mejor para beberlo.
—Como prefiera.
—Por favor, tutéame, aborrezco las formalidades.
—Muy bien, como digas. Entonces, si el Sr. Harrington no necesita nada, regresaré a mi escritorio a seguir con mi trabajo —me quedé esperando y Liam me miró con curiosidad.
—No, por el momento puedes irte.
—Gracias.
Me alejé de la oficina con pasos vacilantes, sintiendo que mis piernas eran de gelatina. Entré en mi oficina y cerré la puerta detrás de mí. Sentí un ligero mareo y me recosté contra la puerta para recuperar el equilibrio, rogando para que ni Liam ni Charlotte me vieran en ese estado.
Mi mente bullía con pensamientos confusos y contradictorios. ¿Cómo podía ser posible que Liam Harrington fuera mi jefe, el padre de mi bebé y, además, estuviera comprometido con esa hermosa mujer? Las emociones se arremolinaban dentro de mí: incredulidad, rabia, tristeza y una sensación de traición que me golpeaba como una ola.
Intenté procesar la situación. Liam Harrington, el hombre con el que había compartido momentos íntimos y significativos, era ahora una figura de autoridad en mi vida laboral y personal. La idea de verlo todos los días, de trabajar codo a codo con él, mientras ocultaba la verdad de nuestro bebé, era abrumadora.
Respiré hondo y cerré los ojos, tratando de calmar mis pensamientos. Sabía que tenía que mantener la compostura y profesionalidad, pero el peso de la situación me hacía tambalear. Cada vez que pensaba en él, en sus ojos llenos de arrepentimiento, en Charlotte, en el bebé que crecía dentro de mí, sentía que mi mundo se desmoronaba un poco más.
Pero tenía que ser fuerte. Tenía que encontrar una manera de manejar esta situación con dignidad y determinación. No podía dejar que las emociones me dominaran, no ahora.
Con renovada determinación, me enderecé y me dirigí a mi escritorio. Tenía trabajo que hacer y un día por delante que superar. Confié en que, de alguna manera, encontraría una solución a este torbellino de emociones y desafíos que se cernían sobre mí.
Había pasado las últimas horas sumergida en mi trabajo. Revisé minuciosamente el informe de análisis financiero, asegurándome de que todos los detalles estuvieran en orden. Imprimí el informe y luego me dediqué a organizar los archivos de la oficina, clasificando documentos y respondiendo correos electrónicos urgentes. También actualicé el calendario de reuniones del Sr. Harrington y preparé un resumen de los proyectos en curso. Me esforcé por mantener la mente ocupada y alejada del encuentro anterior con Liam.
Justo cuando creí tener un momento de respiro, escuché un suave toque en la puerta. Al levantar la vista, divisé a Liam parado al otro lado, esperando para entrar. Aún no me sentía preparada para hablar con él, pero mi traidor corazón se aceleró solo con verlo y, sin pensarlo, asentí para que entrara.
—Sr. Harrington, ya imprimí el informe de análisis financiero y también he… —comencé a decir, pero Liam me interrumpió.
—¿Realmente vamos a fingir que no pasó nada ahí fuera? —su voz estaba cargada de frustración.
Lo miré de mala gana, sintiendo una mezcla de rabia y confusión.
—No sé a qué te refieres —le respondí con frialdad.
Liam suspiró y se sentó en una silla frente a mi escritorio.
—Debemos hablar, Emily.
—No hay nada de qué hablar. Está todo claro —repliqué, intentando mantener la calma.
—No, no lo está. Hay mucho que aclarar, pero este no es el lugar para hacerlo —dijo, visiblemente exasperado.
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Editado: 28.05.2025