_“Las mejores conversaciones son aquellas que, entre risas y consejos, desatan un caos lleno de posibilidades.”_
De regreso en la oficina, no podía contener la sonrisa que se extendía por mi rostro, tan amplia que podría haber rivalizado con la del mismísimo Gato de Cheshire. Si alguien me hubiera visto, probablemente habría pensado que estaba perdida en un mundo de fantasías, y en cierto modo, no estaban tan equivocados. Era como si toda la energía del universo conspirara para mantenerme en este estado de felicidad pura. Pero claro, no podía guardármelo todo para mí. Tenía que contárselo a Macy; si no lo hacía, probablemente explotaría.
Mientras subía las interminables escaleras hacia la última planta —porque aparentemente soy la única en todo el edificio que todavía prefiere torturarme con escalones en lugar del ascensor—, decidí que ese era el lugar perfecto para hacer mi llamada. Me detuve en uno de los descansos, asegurándome de que no hubiera nadie cerca. Ya tenía su número marcado antes de pensarlo dos veces. Macy contestó al segundo tono, y su voz frenética resonó en mis oídos.
—¿¡Qué sucede!? —gritó, y pude oír de fondo un murmullo constante que reconocí como las impresoras de la editorial funcionando a todo vapor—.¿¡Ya rompiste fuente y tengo que ir a por ti!?
No pude evitar soltar una carcajada ante semejante exabrupto.
—¡¿Qué estás diciendo?! —le respondí entre risas—. Macy, eso pasa a los nueve meses. Apenas estoy en el comienzo. Además, sería peligroso romper bolsa ahora que estoy en las escaleras.
—Lo sé, pero mi jefe me tiene tan loca hoy que aproveché el caos para montar el drama. Era mi gran oportunidad. Esperaba que, como mi mejor amiga, me siguieras la corriente y dijeras algo como: “¡Sí, ven rápido! Estoy a punto de dar a luz en las escaleras”. —suspiró audiblemente, y no necesitaba verla para imaginarla poniendo los ojos en blanco con exageración—. Pero no, como siempre tenías que ser tú y arruinarlo todo. Ahora no me creerá cuando entre corriendo a su oficina gritando que mi mejor amiga está dando a luz y que tengo que llevarla al hospital.
—Ah, ya veo —dije, tratando de sonar seria mientras contenía otra risita—. Así que querías usar mi embarazo como excusa para un día libre, ¿eh?
—¡Medio día! —corrigió ella rápidamente—. A esta hora solo sería medio, pero sí. Gracias por absolutamente nada.
Solté otra carcajada.
—Lo siento, fallé como mejor amiga. ¿Me perdonas?
—Na, tranquila —chasqueó la lengua—. La verdad es que solo quería una excusa dramática para decirle a mi jefe que debía darme el resto del día libre. Pero claro, tú tenías que arruinar mi plan perfecto.
Todavía riendo, le respondí:
—¿El resto del día? Ni siquiera suena tan malo. Trabajas en una de las mejores editoriales de Seattle. ¿Qué más podrías pedir?
—¡Ja! —soltó Macy, con ese tono sarcástico que la caracterizaba—. Claro, claro. Excepto por el pequeño detalle de que paso la mayor parte del día llevando café a mi jefe y, a veces, comprando donas porque “una mente creativa necesita combustible, Macy.” ¡Combustible! Como si fuera un motor viejo.
Me reí tan fuerte que tuve que apoyarme contra la pared para no perder el equilibrio.
—Y dime, ¿qué pasa con tus opiniones sobre los potenciales escritores? —pregunté, recuperando algo de seriedad.
—Oh, mis opiniones son fundamentales —respondió con un tono irónico—. Fundamentalmente ignoradas.
Mi sonrisa se desvaneció un poco.
—Espera, ¿me estás diciendo que tu jefe no toma en cuenta lo que dices? —pregunté, sintiéndome indignada en su lugar.
—Exacto, pero aún así, me manda a leer montones de manuscritos. ¿No es maravilloso? —dijo, su voz cargada de sarcasmo—. Estoy casi segura de que la mitad de los manuscritos que leo no serán aprobados, no importa lo que diga o deje de decir.
—Esto es ridículo, Macy. Si no te va a escuchar, ¿por qué demonios te hace leer tanto? —exploté, sintiendo cómo la frustración crecía en mí.
—Porque así son las cosas cuando no eres el jefe, Emily —respondió con calma, como si ya estuviera resignada a esa realidad.
Negué con la cabeza, aunque sabía que no podía verme.
—Pues en ese caso, creo que deberías hacerte escuchar de alguna otra forma. No puedes dejar que te ignoren, Macy. Tienes demasiado talento como para quedarte callada.
Hubo un silencio breve al otro lado de la línea, y luego Macy suspiró.
—Tienes razón. Mucha razón —admitió, y aunque su voz sonaba agradecida, había algo en su tono que no me terminaba de convencer—. Gracias por el consejo, Em.
—Espera, Macy… no me digas que vas a hacer algo loco… —comencé, con un mal presentimiento revoloteando en mi mente.
—¡Nada de eso! Solo planeo languidecer lentamente en este agujero mientras me ahogo en montañas de trabajo interminable.
El dramatismo en su tono era tan evidente que tuve que morderme el labio para no reír más fuerte. Pero antes de que pudiera seguir con su acto, cambió al grano.
—Bueno, ¿para qué llamaste? Si no es para ayudarme a escapar de aquí, esto debe ser importante.
—Es que hay noticias… —respondí, dejando entrever mi entusiasmo.
—¿Noticias de las que podrían esperar hasta que estemos tranquilas, sentadas en tu casa, con una buena taza de café?
—Macy… —me tomé una pausa teatral, saboreando el momento—. Es del tipo de noticias que me matarías por no contarte en el acto, incluso si estuvieras coqueteando con el chico más guapo del planeta.
—Ah, entonces sí es importante. Bueno, suéltalo de una vez. Estoy lista para morir de curiosidad.
Tomé aire, preparando el terreno para el gran golpe.
—Liam… no está comprometido.
Hubo un silencio al otro lado de la línea, roto solo por el sonido distante de los vapores de las máquinas en su café.
—¿¡Qué!? —gritó finalmente, casi haciendo que soltara el teléfono—. ¿Cómo que no?
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Editado: 28.05.2025