Entre Risas, Amor y Biberones.

13~ El Límite entre el Silencio y la Verdad.

_“A veces, las palabras que no se dicen gritan más fuerte que las que alcanzan a pronunciarse.”_

El despertar fue extraño, como si emergiera lentamente de un sueño profundo y confuso. Mis pensamientos estaban desordenados, y mi cabeza palpitaba con una intensidad molesta. Lo primero que noté fue el zumbido en mis oídos, ese sonido persistente que hacía que todo a mi alrededor pareciera distante, como si estuviera atrapada en una burbuja de aislamiento. Parpadeé, mis ojos todavía pesados, y me tomó un momento darme cuenta de dónde estaba. El tacto del cuero suave bajo mis manos me reveló que estaba en el sofá de la oficina de Liam.

Los fragmentos de conversaciones distantes comenzaron a abrirse paso a través del zumbido, y fue entonces cuando escuché la voz de Charlotte. Estaba hablando por teléfono, su tono era desesperado y quebrado, como si estuviera al borde de las lágrimas.

—¡No lo sé! —gritó con urgencia—. Ella simplemente se desplomó, Liam. Em estaba muy pálida, ¡creo que deberías venir!

El sonido de su voz y, sobre todo, el mencionar el nombre de Liam, me puso en alerta inmediata. No quería que él me viera en este estado, desprotegida, vulnerable, y mucho menos con el riesgo de que algo del embarazo pudiera salir a la luz. Un torrente de nerviosismo se apoderó de mí, llenando mi pecho de una ansiedad punzante. Luchando contra la pesadez de mis extremidades, me obligué a sentarme. Sentí que el mundo aún se tambaleaba un poco a mi alrededor, pero al menos ya estaba erguida.

Charlotte, al darse cuenta de que había despertado, dejó escapar un largo suspiro, claramente aliviada.

—Sí, ya está consciente —dijo al teléfono, con un tono algo más calmado, aunque todavía tenso—. Claro, el médico está llegando. Te espero aquí.

Antes de que pudiera decir algo, mi mirada se dirigió instintivamente hacia la puerta. Allí, detrás del cristal, vi al médico acercándose. Mi pulso se aceleró; el pánico por evitar preguntas incómodas se apoderó de mí. En un acto de desesperación, intenté ponerme de pie, ignorando el mareo que amenazaba con derribarme de nuevo. Pero Charlotte fue más rápida.

—¡Oh, no, no! —exclamó, poniendo una mano firme en mi hombro para detenerme—. No te muevas, Emily. Quédate recostada. Esa es una orden.

La autoridad en su voz me tomó por sorpresa. Charlotte, normalmente tan dulce, ahora tenía un tono serio e intransigente.

—Estoy bien —dije, intentando sonar convincente—. De verdad, solo fue la presión. No es nada grave.

Ella entrecerró los ojos, claramente no convencida.

—Lo que haya sucedido, te lo dirá el médico. Así que quédate donde estás —dijo con firmeza.

Suspiré, derrotada. No tenía más opción que obedecer. Me recosté de nuevo, apoyando mi espalda en el sofá, aunque por dentro estaba inquieta como un animal atrapado.

El médico entró con pasos rápidos pero controlados, y al ver a Charlotte y a mí, esbozó una sonrisa profesional. Su presencia era tranquilizadora, un hombre mayor con cabello plateado y un porte sereno.

—Buenas tardes, soy el Dr. Whitaker —se presentó, ajustando su maletín mientras se sentaba en una silla junto a mí—. Vamos a revisar cómo está la paciente.

—Por supuesto —respondí con una voz suave, tratando de mantener la calma—. Solo… ¿podríamos hablar a solas un momento?

Charlotte frunció el ceño, claramente no le gustaba la idea, pero finalmente asintió.

—Está bien. Pero no voy muy lejos. Estaré afuera —dijo, mirando al médico como si estuviera advirtiéndole que no se tomara demasiadas libertades.

Cuando salió, respiré un poco más tranquila. Miré al Dr. Whitaker, todavía algo nerviosa. Mientras preparaba el tensiómetro, aproveché el momento para inclinarme ligeramente hacia él.

—Doctor… creo que mi desmayo está relacionado con algo más —dije en un susurro.

Él detuvo lo que estaba haciendo y me miró con interés.

—¿A qué se refiere? —preguntó, bajando su voz para igualar la mía.

—Estoy embarazada —confesé finalmente, sintiendo que las palabras caían como una piedra en el silencio de la habitación—. Y… estoy tratando de mantenerlo en secreto por ahora.

El rostro del médico pasó de la sorpresa a una sonrisa cálida.

—Felicidades —dijo en un tono bajo, pero genuino.

Sacudí la cabeza rápidamente.

—Gracias, pero por favor… necesito que esto quede entre nosotros.

El Dr. Whitaker se puso serio, asintiendo con comprensión. Se inclinó ligeramente para mirar hacia la puerta y, efectivamente, allí estaba Charlotte, tratando de ver a través del cristal con una expresión de preocupación. Volvió a mí, manteniendo su voz baja.

—De acuerdo. Diré que el desmayo fue causado por un episodio de presión baja. Es algo común en estos casos, así que nadie lo cuestionará.

—Gracias —susurré, aliviada por su discreción.

—Sin embargo —continuó, con un tono más profesional—, voy a agendar una cita para que el Dr. Bernard, especialista en obstetricia, le haga un seguimiento adecuado. Necesitamos asegurarnos de que todo esté bien.

Asentí, reconociendo que era lo más sensato.

—Por favor, agéndelo. Estoy de acuerdo.

El Dr. Whitaker tomó mi presión y realizó otras revisiones necesarias, anotando sus observaciones con rapidez. Finalmente, me dio un leve asentimiento que parecía decir que todo estaba bajo control.

—Ahora, descanse. Me encargaré de tranquilizar a su amiga ahí afuera —dijo, esbozando una leve sonrisa mientras cerraba su maletín.

Lo vi salir y hablar con Charlotte, quien todavía estaba de pie frente al cristal, con el rostro marcado por la preocupación. Su mirada parecía atravesar el vidrio, como si con solo observar pudiera asegurarse de que yo estaba bien. El Dr. Whitaker intentaba tranquilizarla, su tono suave y profesional, pero yo no podía escuchar sus palabras. No importaba cuánto intentara convencerme de que todo estaba bajo control, no podía deshacerme de esa sensación en el pecho, como si algo estuviera a punto de desmoronarse.




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