_“En el tablero de la vida, solo los valientes se atreven a mover las piezas que revelan secretos y cambian destinos.”_
Cuando regresé a la mesa, sentí todas las miradas clavarse en mí, pero ninguna tan intensa como la de Liam. No hacía falta ser un genio para darse cuenta de que mi nariz ligeramente inflamada era imposible de ignorar. Aunque intenté mantener mi compostura, mis mejillas se calentaron bajo su escrutinio.
—¿Qué te pasó? —preguntó Liam con un tono cargado de preocupación, dejando a un lado cualquier formalidad.
—No es nada, solo un pequeño accidente con la puerta del baño —respondí con una sonrisa que intentó ser convincente, aunque no lo logró del todo. Necesitaba desesperadamente cambiar de tema, así que añadí rápidamente—: ¿Qué me perdí?
Liam me miró por un instante más, como si estuviera evaluando si debía insistir, pero al final dejó el tema. Sin embargo, algo en su mirada me decía que no lo había olvidado y que eventualmente buscaría respuestas.
La cena continuó de manera sorprendentemente fluida. Los señores Tanaka y Yamamoto parecían encantados, no solo con la comida, sino con la conversación. Se mostraron genuinamente interesados en mi opinión sobre varios aspectos del proyecto que Stellar Innovations estaba desarrollando con ellos, y cada vez que me dirigían una pregunta, Liam me daba un vistazo de aprobación que me hacía sentir más segura.
—Emily-san, estamos realmente impresionados por su conocimiento y perspectiva —dijo el señor Tanaka en un tono cálido mientras levantaba su copa—. Es un placer trabajar con Stellar Innovations, pero sería aún más gratificante si usted estuviera involucrada activamente en este proyecto.
—Estamos seguros de que su colaboración sería invaluable —añadió el señor Yamamoto, inclinándose ligeramente hacia mí.
Sentí mi corazón latir un poco más rápido mientras mi mirada buscaba instintivamente la de Liam. Él me observaba con una sonrisa suave, como si ya hubiera decidido.
—Emily —dijo con esa voz grave y segura que siempre lograba captar mi atención—, ¿te gustaría unirte oficialmente al proyecto? Por supuesto, solo si estás de acuerdo.
No pude evitar sonreír, sintiendo una mezcla de emoción y orgullo.
—Por supuesto que sí —respondí con entusiasmo—. Sería un honor trabajar con ustedes.
Los señores Tanaka y Yamamoto se inclinaron, claramente complacidos, y levantaron sus copas en un brindis.
—A una colaboración exitosa —dijo el señor Yamamoto, y el resto de nosotros levantamos nuestras copas (o agua, en mi caso) para acompañar el gesto.
Cuando la cena llegó a su fin, los japoneses se despidieron efusivamente, dejando en claro cuánto valoraban nuestra conexión, especialmente conmigo en el equipo. Mientras los veía marcharse, sentí un peso de satisfacción en mi pecho. Había sido una noche complicada, pero increíblemente gratificante.
Decidí sacar mi teléfono para pedir un taxi. Mi plan era regresar a la empresa y recoger mi auto, pero antes de que pudiera siquiera abrir la aplicación, Liam apareció a mi lado.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó con una mezcla de diversión y autoridad que solo él podía manejar.
—Voy a pedir un taxi para ir por mi auto —respondí, levantando el teléfono como evidencia.
Liam dejó escapar una risa baja, que inmediatamente puso mis nervios en alerta.
—No digas tonterías. Te llevaré yo. —Lo dijo como si fuera la decisión más lógica del mundo, y para él, probablemente lo era.
—No quiero molestarte, de verdad, está bien… —intenté protestar, pero Charlotte, que estaba cerca, no me dejó terminar.
—¡Emily! —exclamó, empujándome juguetonamente hacia Liam—. Acepta, mañana recoges tu auto. No seas complicada.
Me volví hacia ella, buscando una salida, pero su sonrisa cómplice me dejó claro que no había escapatoria. Finalmente, con un suspiro y el corazón latiendo demasiado rápido, acepté.
—De acuerdo, está bien. Gracias, Liam.
Él asintió con satisfacción y, como todo un caballero, me abrió la puerta del auto. Mientras se despedía de Charlotte, mi mirada se desvió hacia Priscila. Estaba a unos pasos de distancia, observando la escena con una furia apenas contenida. Su rostro era una mezcla de rabia y derrota, y se marchó pisando fuerte, como una niña caprichosa a quien le habían arrebatado su juguete favorito. No pude evitar sentir un poco de satisfacción.
Cuando Liam finalmente subió al auto, no esperaba lo que ocurrió. Se inclinó hacia mí, tan cerca que su aroma mentolado llenó el espacio entre nosotros. Mi respiración se detuvo cuando sentí su mano buscar el cinturón de seguridad, y antes de que pudiera decir algo, lo abrochó con calma, sus dedos rozando mi brazo en el proceso.
—Listo —dijo en voz baja, tan cerca que podía sentir el calor de su aliento.
Me quedé inmóvil, mi corazón latiendo desbocado, pero antes de que pudiera recuperar el aliento, se inclinó un poco más y, sin previo aviso, sus labios rozaron los míos en un beso suave y fugaz. Fue tan rápido como inesperado, pero su calidez quedó grabada en mi piel.
—Esta noche fue fantástica —dijo con una sonrisa, mientras sus ojos brillaban con algo que no podía definir.
El sonrojo subió a mis mejillas, y no tuve palabras para responder. Solo lo observé mientras se acomodaba en su asiento, se colocaba su propio cinturón y comenzaba a conducir, como si nada hubiera pasado. Pero algo había pasado, algo que cambió todo para mí. Y por primera vez en mucho tiempo, no sabía qué esperar del futuro.
Durante el viaje, mi mente divagaba entre si debía o no decirle a Liam sobre el bebé. Cada vez que mi voz interna alcanzaba a convencerme de hacerlo, otra pequeña voz me lanzaba un contraargumento: “Aún no es el momento.” Quizá estaba en lo cierto. La vida de su padre pendía de un hilo y, por eso, él y su mejor amiga fingieron un compromiso para cumplir el último deseo de su padre. Así que, ¿qué me costaba esperar un poco más?
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Editado: 28.05.2025