Entre Risas, Amor y Biberones.

16~ Secretos en la Penumbra.

_“Algunas verdades no esperan ser reveladas; se abren camino, implacables, hacia la luz del entendimiento.”_

Quitarme el vestido fue un proceso más emocional de lo que esperaba. Cada botón que desabrochaba me recordaba una parte de la noche: las miradas cargadas de intención, las palabras no dichas, y claro, los momentos que aún no lograba comprender del todo. Me dolía renunciar a él, porque de alguna manera había sido testigo de todo. Pero tampoco podía adueñármelo. Charlotte lo querría de vuelta en la oficina, y mi conciencia no me permitiría quedármelo.

Abrí el duchero, y en cuanto el agua caliente cayó sobre mi cuerpo, sentí que, por primera vez en horas, mi mente comenzaba a relajarse. Cerré los ojos y dejé que el agua arrastrara las tensiones y los pensamientos que no dejaban de rondarme. Pero no pasó mucho tiempo antes de que los eventos de la noche regresaran a mi mente, como una película que se repetía sin cesar.

Priscila. Podía ver su rostro arrogante y esa sonrisa envenenada. Sentí cómo la indignación subía de nuevo por mi pecho. Esa mujer… ¿cómo se atrevió? Pero si algo era seguro, era que Priscila no conocía a Macy. Cuando mi mejor amiga se enterara de lo que había hecho, tendría lista no solo la venganza, sino también el funeral y el lugar de entierro de Priscila en cuestión de minutos. La idea me arrancó una sonrisa, y no pude evitar dejar escapar una pequeña risa mientras me enjabonaba los hombros.

—Te metiste con la persona equivocada, Priscila —murmuré para mí misma.

El agua siguió cayendo, llevándose el resto de mis pensamientos revueltos y dejándome con una extraña sensación de calma. Al salir de la ducha, me envolví en una toalla y me acerqué al espejo. Ahora, sin maquillaje, mi reflejo mostraba la realidad cruda: una nariz ligeramente machacada y la amenaza de una hinchazón que no tardaría en empeorar si no actuaba.

—Perfecto, una nariz digna de boxeador —bromeé en voz baja mientras tocaba con cuidado el área afectada.

Suspiré. No era momento de lamentarme. Abrí el armario y saqué mi pijama favorita, esa que llevaba conmigo más tiempo del que debería. Era una camiseta de tirantes y un short a juego, ambos ajustados, casi más de lo que era aceptable.

—Creo que ya va siendo hora de buscar otra pijama —dije mientras me la ponía, pero al mismo tiempo, me sentía incapaz de reemplazarla. Ese conjunto tenía algo especial, como si guardara recuerdos que no quería soltar.

Una vez vestida, me dirigí a la cocina. El sonido de mis pies descalzos contra el suelo de madera rompía el silencio de la casa. Abrí la nevera y comencé a buscar una bolsa de hielo. Mientras movía un par de bandejas y botellas, escuché voces provenientes de la entrada. Mi cuerpo se tensó al reconocer las risas bajas de Ryan… y Liam.

Dejé la bolsa de hielo sobre la encimera con cuidado y me moví de puntillas hacia la puerta principal. Sabía que estaba mal escuchar conversaciones ajenas, pero la curiosidad fue más fuerte que yo. Me escondí detrás de la pared, tratando de no hacer ruido mientras afinaba el oído.

—Amigo, ¿quieres otra cerveza? —preguntó Ryan, su tono relajado, como si estuviera hablando con un viejo amigo.

—No, gracias, estoy bien con esta —respondió Liam, su voz grave pero tranquila.

Escuchar a Liam hablando con mi hermano era, en cierto modo, desconcertante. Había algo raro en la idea de esos dos interactuando sin que yo estuviera presente. Ryan, por naturaleza protector, sonaba extrañamente cómodo, lo cual me resultaba sospechoso.

—Así que… ¿qué opinas de mi hermanita? —preguntó Ryan de repente, con un tono juguetón que me hizo abrir los ojos como platos.

—Es brillante, ingeniosa y… bueno, siempre sabe cómo sorprender a cualquiera —respondió Liam después de una breve pausa.

Mi corazón dio un vuelco al escuchar sus palabras. No podía ver la expresión de Liam, pero algo en su voz me hizo imaginarlo sonriendo, y eso me puso más nerviosa de lo que me gustaría admitir.

Ryan soltó una risa.

—Buena respuesta. Pero déjame advertirte algo: no te pases de listo con ella.

—No lo haría. —La respuesta de Liam fue firme, casi con un toque de seriedad que me hizo sonreír detrás de la pared.

Decidí que había escuchado suficiente, pero justo cuando me daba la vuelta para regresar a la cocina, Ryan lanzó una bomba que me dejó helada.

—Eso espero, porque ahora ella no está para manejar problemas. Ya tiene suficiente con su condición actual. —Lo dijo de manera casual, como quien habla del clima, pero para mí fue como un golpe en el estómago.

Sentí cómo el pánico se apoderaba de mí mientras me quedaba inmóvil.

—¿Su condición? —preguntó Liam, y la preocupación en su voz era evidente—. ¿A qué condición te refieres?

—¿Ella no te lo dijo? —respondió Ryan, evidentemente sorprendido de que Liam no tuviera idea—. Es típico de Emily mantener sus problemas en secreto y tratar de solucionarlo todo sola, pero esta vez es diferente. Hace poco más de dos meses ella…

—¡Ryan! —grité mientras salía disparada hacia ellos, tropezando con mis propios pies en el proceso. El sonido de mi voz cortó la conversación como un cuchillo, y ambos hombres me miraron al mismo tiempo, sorprendidos.

Apenas logré mantenerme en pie y me aferré al marco de la puerta.

—¿No crees que ya es demasiado tarde para esto? El señor Harrington tiene que madrugar para ir a la oficina, al igual que nosotros —dije, mirando significativamente a Ryan para que entendiera el mensaje: cierra la boca.

Ambos se levantaron de sus asientos, pero Liam no dejaba de mirarme con sospecha, claramente en busca de respuestas.

—No es tan tarde. Además, tu hermano me estaba diciendo algo muy interesante —dijo Liam, regresando su mirada a mi rostro con una mezcla de curiosidad y obstinación.

—Lo entiendo, pero mi hermano ha bebido y ya no sabe lo que dice, ¿verdad, hermanito? —Lo miré con una expresión que dejaba claro que más le valía seguir mi juego.




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