_“Entre miradas, secretos y una tarde junto al lago, las emociones encontraron el calor de la verdad y la pasión del momento.”_
Cuando las tres cruzamos la puerta de mi habitación, cerrándola tras nosotras, Macy, con sus ojos afilados de siempre, me miró detenidamente, sus labios curvándose en una expresión que podía leer desde kilómetros de distancia: estaba calculando algo. Sabía que no se le escaparía ni el más mínimo detalle.
—¿Qué demonios te pasó en la nariz? —soltó de golpe, señalándome con el dedo, sin filtro alguno, mientras se cruzaba de brazos.
Solté una risita nerviosa, llevándome una mano a la nariz y tocándola instintivamente. Lo había olvidado… por un momento.
—Eso, querida Macy, es justamente lo que iba a contarte. —Me senté al borde de la cama, señalando a Charlotte y a ella para que hicieran lo mismo—. Pero primero, hay otras cosas de las que tenemos que hablar. Liam ya sabe que va a ser padre.
Los ojos de Macy se abrieron tanto que por un segundo pensé que iban a salirse de sus órbitas. Charlotte, sentada a mi izquierda, dejó escapar una pequeña exclamación de felicidad mientras Macy dejaba caer la mandíbula en un gesto exagerado.
—¿¡Qué!? ¡¿Cómo que Liam ya lo sabe y yo apenas me estoy enterando de esto?! —Macy agitó las manos con indignación, su tono subiendo una octava mientras saltaba de la cama solo para sentarse otra vez rápidamente—. ¡Emily! Esto es… ¡es ENORME! ¿Por qué no me llamaste en ese mismo momento? ¿Qué te pasa? ¡Soy tu mejor amiga!
Sonreí, sabiendo que esa reacción era tan Macy como podía ser. Su mezcla de emoción desbordante y reproche cariñoso me hacía recordar por qué la quería tanto.
—Todo fue muy repentino, Mace… —dije con una pequeña sonrisa, levantando ambas manos como en señal de paz—. Hoy, en la mañana, se lo conté. No fue planeado, simplemente sucedió, por un mal entendido en realidad.
Charlotte, que no se perdía ni un solo detalle, se inclinó hacia adelante con un brillo travieso en sus ojos. Mientras que Macy seguía con sus preguntas.
—¿Y cómo reaccionó? —preguntó, con la misma emoción contenida de una niña esperando su regalo de cumpleaños.
—Está feliz. —Mi voz era suave, pero no podía evitar sonreír mientras el recuerdo de su mirada llena de amor y emoción cruzaba mi mente—. Es más, mañana iremos juntos al obstetra para realizar la primera ecografía. Y después, vamos a visitar a su padre… Liam quiere contarle que nos vamos a comprometer y que será abuelo.
Los gritos emocionados de Charlotte y Macy prácticamente sacudieron las paredes de mi habitación. Charlotte me abrazó de inmediato, mientras Macy daba vueltas frente a la cama, moviendo las manos como si no supiera qué hacer con toda la energía que la noticia le había dado. Me fascinaba cómo la emoción de Charlotte seguía intacta, como si acabara de escuchar la noticia por primera vez. Su entusiasmo parecía contagiarse a cada rincón de la habitación, iluminando el momento con la misma intensidad de hacía unos minutos.
—¡Esto es increíble! —gritó Macy, girando hacia mí de repente—. ¿Y yo dónde encajo en todo esto? Porque voy a estar ahí para todo. No hay forma de que me quede fuera de nada.
—Por supuesto que estarás. Eres Macy, eso ni siquiera es discutible —dije con una sonrisa. Pero justo cuando el bullicio alcanzó su pico, carraspeé, reclamando su atención nuevamente.
—Ahora… hay algo más que debo contarles. Algo que ni siquiera Ryan o Liam saben. —Mi tono cambió, y ambas lo notaron. Macy se detuvo en seco, mirándome fijamente, mientras Charlotte ladeaba la cabeza con interés.
—¿De qué hablas? —preguntó Charlotte, su sonrisa desvaneciéndose un poco.
Me incliné hacia adelante, juntando mis manos y tomando aire profundamente antes de soltarlo.
—Es sobre el accidente de mi nariz. No fue realmente un accidente. —Mis palabras cayeron pesadamente en el aire, y pude ver cómo sus expresiones cambiaban a una mezcla de curiosidad y preocupación.
Macy se sentó junto a mí de golpe, sus cejas fruncidas.
—Habla ya, Emily. ¿Qué pasó?
—Anoche, durante la cena de trabajo, fui al baño. Estaba saliendo del cubículo cuando alguien empujó deliberadamente la puerta. Me golpeó la nariz, tan fuerte que me costó mantener el equilibrio. Para cuando reaccioné, quien lo hizo ya había salido corriendo. Pero reconocí algo antes de que se fuera.
—¿Qué cosa? —preguntó Charlotte, su voz más baja, pero cargada de intensidad.
—Los zapatos. —Hice una pausa, observando cómo sus expresiones cambiaban, cómo Macy estaba al borde de saltar de la cama y Charlotte ya comenzaba a encajar las piezas—. Eran los zapatos de Priscila.
Macy explotó primero, poniéndose de pie de golpe, con los ojos entrecerrados y las manos en la cintura.
—¡¿Qué?! ¡¿Priscila?! ¿¡La misma Priscila que no se pierde oportunidad de darte la lata en el trabajo?! ¿Esa Priscila?
Charlotte, que había estado en silencio un par de segundos más, se puso de pie también, cruzándose de brazos mientras su mirada se oscurecía.
—No puedo creerlo. Esa mujer es… es un desastre con patas. ¿Qué demonios se cree? ¿Cómo se atreve?
—¡Tú dime! —respondí, alzando las manos en frustración—. Necesito un plan. No puedo dejar que esto pase así como así.
Macy empezó a caminar de un lado a otro, murmurando cosas que apenas entendía, mientras Charlotte asentía con vehemencia.
—Esa mujer necesita aprender una lección —dijo Charlotte finalmente, su tono firme—. Pero tiene que ser algo inteligente. No nos podemos rebajar a su nivel.
—¡Oh, no te preocupes! —Macy giró hacia mí con una sonrisa que era una mezcla de travesura y determinación—. Esto lo arreglaremos juntas. Nadie se mete con Emily y se sale con la suya.
Y mientras veía a mis amigas, ambas tan llenas de indignación en mi nombre, supe que no estaba sola. Juntas, encontraríamos la manera de hacerle saber a Priscila que había cruzado una línea que nunca debió cruzar.
#2523 en Novela romántica
#894 en Otros
#165 en Acción
romance jefe secretaria, amor celos bebe, embarazo sorpresa y segunda oportunidad
Editado: 28.05.2025