_“En un día donde el sol se mezcla con las emociones, los corazones descubren que rendirse a la pasión no deja espacio para las dudas.”_
Cuando bajé las escaleras, lo primero que noté fue a Liam paseándose de un lado a otro en la sala, con las manos en los bolsillos y la mandíbula apretada. Parecía un novio nervioso a punto de conocer al padre de la novia, y la imagen me arrancó una sonrisa. Había algo tan tierno en su inquietud, en cómo sus pasos eran rápidos pero calculados, como si estuviera ensayando mentalmente algo importante.
No pude evitar soltar una pequeña risa, y justo en ese momento, él se detuvo en seco, girándose hacia mí. Sus ojos me encontraron en el último escalón, y el cambio en su expresión fue tan inmediato que sentí cómo el aire se volvía más denso a mi alrededor.
Sus ojos, esos hipnotizantes ojos azules con vetas verdes, se oscurecieron ligeramente mientras me recorrían de arriba abajo. Había algo en su mirada que me hizo sentir como si fuera la única persona en el mundo, como si todo lo demás hubiera desaparecido. Era una mezcla de asombro, admiración y algo más profundo, algo que me hizo temblar ligeramente.
Liam no dijo nada al principio, simplemente se acercó a mí con pasos lentos, como si estuviera disfrutando cada segundo. Cuando finalmente estuvo frente a mí, su mirada se suavizó, pero la intensidad seguía ahí, quemándome de una manera que no podía explicar.
—Eres… —comenzó, pero luego dejó escapar una pequeña risa, sacudiendo la cabeza como si no pudiera encontrar las palabras adecuadas—. Emily, no tienes idea de lo hermosa que te ves.
Sentí cómo el calor subía rápidamente por mi cuello hasta mis mejillas.
—Liam… —murmuré, intentando desviar la mirada, pero él no me lo permitió.
—No, en serio. —Su voz era baja, casi un susurro, mientras inclinaba ligeramente la cabeza hacia mí—. Si supieras lo que estás provocando…
Mi corazón comenzó a latir con fuerza, y antes de que pudiera responder, Liam me tomó por sorpresa. Sin previo aviso, me rodeó con ambos brazos y me levantó del suelo como si no pesara nada.
—¡Liam! —exclamé, riendo nerviosamente mientras intentaba zafarme—. ¡Bájame ahora mismo!
—Ni lo sueñes —respondió con una sonrisa traviesa, sosteniéndome con firmeza mientras caminaba hacia la puerta trasera.
Intenté resistirme, pero era inútil. Su agarre era firme pero cuidadoso, y aunque mi mente me decía que debía seguir protestando, una parte de mí no podía evitar disfrutar de la cercanía, del calor de su cuerpo contra el mío.
Cuando salimos al exterior, el sol nos recibió con su calidez, y la escena frente a nosotros era tan idílica como caótica. Macy ya estaba lanzándose un clavado al lago, salpicando agua por todas partes, mientras Charlotte y Ryan estaban bajo la sombra de un árbol dentro del agua, besándose como si el mundo no existiera.
Liam dejó escapar una risa suave, inclinándose ligeramente hacia mí para murmurarme al oído.
—Parece que esos dos ya me robaron la idea.
No pude evitar reírme, aunque mi corazón todavía latía con fuerza por la forma en que sus palabras rozaron mi piel.
—Está bien, ya puedes bajarme —dije finalmente, intentando sonar más firme de lo que realmente me sentía.
Liam me obedeció, pero no sin antes dedicarme una última sonrisa traviesa. Me dejó en el suelo con cuidado, y luego, sin decir una palabra, se quitó la camiseta.
Aunque ya lo había visto sin camiseta antes, no pude evitar quedarme sin aliento. Su torso era una obra de arte: músculos bien definidos, un abdomen tonificado y una piel bronceada que parecía brillar bajo el sol. Cada movimiento que hacía parecía calculado para dejarme sin palabras, y lo peor era que estaba funcionando.
Liam, por supuesto, notó mi reacción. Me lanzó una sonrisa ladeada, esa que siempre lograba desarmarme, y arqueó una ceja con diversión.
—¿Ves algo que te guste? —preguntó, su tono ligero pero cargado de intención.
Sentí cómo el calor volvía a subir por mi rostro, y rápidamente aparté la mirada, buscando desesperadamente una excusa.
—Solo estaba… eh… verificando que no te hayas quemado con el sol. Ya sabes, la piel bronceada puede ser engañosa.
Liam soltó una carcajada, claramente disfrutando de mi nerviosismo, pero no dijo nada más. Aproveché el momento para darme la vuelta y caminar hacia el lago, intentando calmar mi corazón, enfriar mi cuerpo y, sobre todo, pacificar mis hormonas.
El agua estaba fría, pero era justo lo que necesitaba. Me sumergí hasta los hombros, dejando que la frescura me envolviera mientras intentaba recuperar el control de mis pensamientos. Pero incluso allí, con el agua rodeándome, no podía sacarme de la cabeza la forma en que Liam me había mirado, como si yo fuera lo único que importara.
El agua fría me envolvió por completo mientras me sumergía bajo la superficie, alejándome de todo lo que ocurría en el exterior. Sentir el silencio del lago era un alivio, como si el peso de mis pensamientos se deslizara con cada burbuja que escapaba a mi alrededor. Cerré los ojos por un momento, dejando que la tranquilidad me invadiera, hasta que algo, o alguien, me jaló hacia abajo.
Por instinto, empecé a pelear. Mis manos empujaron contra el agua, intentando escapar de lo que fuera que me estaba sujetando. Mi corazón latía con fuerza, y un destello de pánico cruzó por mi mente. Pero entonces, sentí algo familiar, la firmeza de unas manos que conocía demasiado bien. Me detuve, abriendo los ojos bajo el agua, y allí estaba él: Liam. Su sonrisa, incluso bajo el agua, era deslumbrante.
Dejé de resistirme, permitiéndole que me guiara. Juntos emergimos a la superficie, jadeando suavemente al recuperar el aliento. Su cercanía, su sonrisa… todo en él parecía diseñado para descolocarme.
—¿Ya tomaste suficiente oxígeno? —preguntó, su voz baja y cargada de intención, mientras una gota de agua se deslizaba por su rostro.
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Editado: 18.04.2025