Entre Risas, Amor y Biberones.

24~ La Promesa del Mañana.

_“En cada paso hacia el futuro, el amor se fortalece, los lazos se consolidan y los corazones encuentran su verdadero hogar.”_

El tiempo pareció detenerse mientras hablábamos con el padre de Liam. Aunque la habitación del hospital no tenía el calor de un hogar, había algo en la conversación que lograba hacerme sentir cómoda, como si realmente estuviera en familia.

Él me miró con una sonrisa cansada, pero con una determinación que no había visto antes.

—Ahora más que nunca, debo luchar —dijo con voz firme, aunque su tono seguía siendo suave—. Quiero ver a mis nietos… quiero ver a mi hijo casado con la mujer que realmente ama.

Su mirada se perdió en Liam por un instante, y cuando sus ojos regresaron a los míos, sentí una presión en el pecho.

—Lo hará —aseguré, con una confianza que surgió de algún lugar dentro de mí—. Cuando llegue el día de la boda, usted estará ahí. Y cuando los gemelos nazcan, usted será el primer abuelo en sostenerlos.

Sus labios temblaron ligeramente, y noté cómo la emoción brillaba en su mirada. Su esposa, quien había estado escuchándonos, finalmente intervino con una energía renovada.

—Bien dicho, Emily —dijo con una sonrisa antes de girarse hacia Liam—. Y, hablando de bodas… tenemos que comenzar los preparativos lo antes posible. ¡No podemos perder más tiempo! Ya mismo me voy a poner manos a la obra.

Me reí suavemente, pero miré a Liam para confirmar que él también estuviera de acuerdo.

—Solo si Liam está de acuerdo…

Él soltó una carcajada y dejó un beso ligero en la cima de mi cabeza.

—Si por mí fuera, me casaba aquí mismo —respondió con voz traviesa, ganándose una sonrisa de aprobación de su madre y una risa baja de su padre.

Seguimos compartiendo risas y charlas hasta que la puerta se abrió, y una doctora ingresó con una expresión profesional pero amable.

—Lamento interrumpir, pero el señor Harrington necesita descansar.

El ambiente se relajó de inmediato, y Liam se acercó a su padre para despedirse con un apretón de manos cálido. Yo hice lo mismo, sintiendo un nudo en la garganta al pensar en cómo se había transformado la relación en tan poco tiempo.

Cuando estaba por salir de la habitación, la voz del señor Harrington me detuvo.

—Em…

Giré sobre mis pies y lo miré.

—Bienvenida a la familia.

Las palabras fueron simples, pero me atravesaron como una corriente eléctrica, llenando cada rincón de mi pecho con emoción. Sonreí, conteniendo las lágrimas, y asentí suavemente.

—Gracias —murmuré con sinceridad, y finalmente salí junto a Liam.

La noche en Seattle era serena mientras conducíamos por la carretera, las luces de la ciudad reflejándose en los ventanales del auto. Me apoyé en el asiento, observando el camino, mientras Liam mantenía una mano firme en el volante.

—¿Cómo te sientes? —preguntó en voz baja.

—Extrañamente… en paz —respondí, y era cierto. Por primera vez en mucho tiempo, no sentía incertidumbre.

Liam estiró una mano hacia mí, entrelazando sus dedos con los míos.

—Yo también —dijo simplemente.

El trayecto transcurrió con una conversación tranquila, pequeñas sonrisas compartidas, hasta que finalmente llegamos a casa.

Cuando bajé del auto, Liam caminó junto a mí hasta la puerta. Me giré para despedirme, pero antes de que pudiera decir nada, sus manos encontraron mi rostro con delicadeza y sus labios se posaron sobre los míos.

El beso no fue apresurado ni ligero. Fue profundo, apasionado, lleno de emociones que no necesitaban palabras. Sus dedos se deslizaron por mi mandíbula, sosteniéndome con suavidad mientras su boca se movía contra la mía con precisión, como si intentara memorizar cada segundo del contacto.

Mi corazón latía con fuerza, y mi piel hormigueaba con una calidez que no tenía nada que ver con la temperatura de la noche. Cuando finalmente nos separamos, todavía podía sentir el eco de sus labios en los míos, y su mirada me atrapó con una ternura que me dejó sin aire.

Pero justo cuando iba a decir algo, la voz de Ryan nos interrumpió.

—Vaya, no me esperaba esto al abrir la puerta.

Liam soltó una risa, mientras yo me cubría el rostro con una mano, sintiendo cómo el calor subía a mis mejillas.

Ryan, con una sonrisa divertida, miró a Liam y luego a mí antes de hablar de nuevo.

—No hace falta que te vayas a tu casa. Puedes quedarte.

Liam lo miró con sorpresa y luego giró hacia mí, esperando mi opinión. Yo simplemente sonreí y asentí.

—Sí, quédate.

La cena fue relajada, pero llena de bromas. Ryan, fiel a su estilo, no perdió oportunidad de molestarme por el beso, mientras Liam se limitaba a reír con complicidad. Nos sentamos en la mesa de madera iluminada por la suave luz del comedor, con platos sencillos pero deliciosos frente a nosotros.

—Así que… ¿gemelos, eh? —dijo Ryan, con una sonrisa de satisfacción mientras daba un sorbo a su bebida—. Supongo que voy a tener que prepararme para ser el mejor tío del mundo.

—Eso suena como un desafío —respondió Liam, arqueando una ceja.

—Lo es —afirmó Ryan—. Pero no te preocupes, prometo que los voy a malcriar.

Solté una risa mientras Liam negaba con la cabeza.

—No cuentes con eso —dijo con fingida seriedad.

La noche continuó entre risas, planes y pequeñas charlas sobre el futuro. Y mientras observaba a los dos hombres que más significaban para mí compartiendo momentos con facilidad, supe que todo estaba en su lugar.




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