Entre Risas, Amor y Biberones.

25~ Juego de Poder.

_“Entre estrategias y miradas calculadoras, en el tablero de la ambición solo gana quien sabe jugar sus cartas con precisión.”_

El aire en la habitación parecía más denso de lo normal, como si cada partícula estuviera cargada de una energía que no podía ignorar. Mi corazón latía con fuerza mientras me secaba el cabello con la toalla, tratando de distraerme del hecho de que iba a compartir habitación con Liam. Mi prometido. La palabra resonaba en mi mente, pero no lograba calmar los nervios que se arremolinaban en mi estómago.

Cuando salí del baño, con el cabello húmedo y envuelta en mi pijama, evité mirarlo directamente. Liam estaba sentado en el borde de la cama, con una camiseta blanca y un pantalón corto que Ryan le había prestado. Su presencia llenaba la habitación de una manera que me hacía sentir pequeña y vulnerable, pero también inexplicablemente segura.

—Te toca —dije rápidamente, señalando el baño sin levantar la mirada.

Liam se levantó con esa gracia natural que siempre parecía acompañarlo y, antes de entrar al baño, se inclinó hacia mí y dejó un beso suave en mi frente.

—No tardes en dormirte, ¿eh? —dijo con una sonrisa que hizo que mi corazón diera un vuelco.

No respondí. Apenas pude asentir antes de verlo desaparecer tras la puerta del baño. En cuanto escuché el agua correr, corrí hacia la cama y me metí bajo las sábanas, cubriéndome hasta la cabeza como si eso pudiera protegerme de la avalancha de emociones que sentía.

El sonido del agua era constante, y cada gota que caía parecía sincronizada con los latidos de mi corazón. Intenté calmarme, pero las mariposas en mi estómago no me daban tregua. Cuando el agua dejó de correr, mi respiración se detuvo por un momento. Sabía que Liam estaba a punto de salir, y aunque me sentía ridícula, no pude evitar bajar las sábanas lo suficiente para que mis ojos quedaran al descubierto.

La puerta del baño se abrió, y allí estaba él. Su cabello húmedo caía desordenado sobre su frente, y una toalla descansaba sobre sus hombros mientras se secaba el cabello con otra. Su torso, bronceado y perfectamente tonificado, brillaba ligeramente bajo la luz tenue de la habitación. Cada músculo parecía esculpido con precisión, y aunque ya lo había visto sin camiseta antes, esta vez se sentía diferente. Había algo en su postura relajada, en la manera en que sus ojos se encontraron con los míos, que me dejó sin aliento.

Liam me dedicó una sonrisa ladeada, esa que siempre lograba desarmarme, y arqueó una ceja con diversión.

—¿Ves algo que te guste? —preguntó, su tono provocativo y lleno de confianza.

Sentí cómo el calor subía rápidamente por mi cuello hasta mis mejillas.

—Fanfarrón —murmuré, volviendo a esconderme bajo las sábanas, deseando que la tierra me tragara.

Pero Liam no iba a dejarme escapar tan fácilmente.

—Ah, no. No puedes esconderte de mí —dijo con una risa suave antes de que escuchara sus pasos acercándose a la cama.

Antes de que pudiera reaccionar, sentí cómo las sábanas se levantaban y él se metía bajo ellas conmigo. Su brazo rodeó mi cintura, acercándome a él con una facilidad que me dejó sin palabras.

—Dulces sueños, Em —susurró, dejando un beso ligero en la cima de mi cabeza.

Pero no fue solo eso. Su mano se deslizó suavemente hasta mi vientre, descansando allí con una ternura que me hizo temblar.

—Y ustedes también, pequeños. Descansen bien —murmuró, su voz cargada de emoción.

Mi corazón, que había estado latiendo frenéticamente, comenzó a calmarse poco a poco. La calidez de su cuerpo contra el mío, la seguridad de su abrazo, y la dulzura en sus palabras lograron disipar mis nervios. Me acurruqué más cerca de él, dejando que su presencia me envolviera por completo.

En ese momento, todo lo demás desapareció. No había espacio para la vergüenza ni para las dudas. Solo estábamos él y yo, compartiendo un momento que se sentía tan íntimo y real que no podía evitar perderme en él. Sentí cómo el amor que tenía por Liam llenaba cada rincón de mi ser, y supe, sin lugar a dudas, que no había lugar más seguro ni más perfecto que este.

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A la mañana siguiente, el aire en la oficina de Stellar Innovations estaba cargado de tensión contenida. Yo estaba de pie junto a la puerta de la oficina de Liam cuando escuché su voz llamando a Priscila. No tuve que mirar para saber que se acercaba—su perfume dulzón y excesivo llegó antes que ella.

Cuando pasó junto a mí, me lanzó una mirada desdeñosa, recorriéndome de arriba abajo con esa expresión de superioridad que parecía ser su marca personal. Sentí un ardor familiar en la piel, una mezcla de irritación y deseo incontrolable de responder, pero me obligué a permanecer inmóvil.

Ambas entramos a la oficina, y Liam, sin levantar demasiado la vista de los documentos frente a él, le indicó a Priscila que tomara asiento.

—Por favor, siéntate —dijo con cortesía.

Ella le regaló una sonrisa radiante, demasiado entusiasta, y se sentó con una postura que parecía cuidadosamente ensayada. Sus piernas cruzadas revelaban más piel de la que era apropiado para una reunión de negocios, y su vestido, de un rojo provocativo, rozaba peligrosamente en lo ilegal. Así lo describí para mis adentros mientras me contenía para no perder la compostura.

Dios, dame paciencia o tírame por la ventana antes de que lo haga yo con ella.

Liam le devolvió la sonrisa con amabilidad, ignorando por completo mi presencia junto a la puerta.

—¿Cómo te encuentras hoy, Priscila? —preguntó.

Ella, aún más radiante, se inclinó ligeramente hacia adelante, como si quisiera reducir la distancia entre ellos.

—Bueno, mi día acaba de ponerse mil veces mejor de lo que estaba —respondió con voz melosa.

¿Mil veces mejor? Qué exagerada.

Liam asintió, con una sonrisa educada.




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