Entre Risas, Amor y Biberones.

37~ Aurora y Noah: El Caos Más Hermoso.

_“Entre pañales, biberones y noches sin dormir, descubrimos que el amor verdadero no siempre es silencioso… a veces llora, ríe y se despierta cada tres horas.”_

Meses después…

La casa ya no era ese santuario de silencio y orden que alguna vez conocimos. Ahora era un campo de batalla adorable, lleno de biberones, pañales, mantitas arrugadas y dos pequeñas criaturas que habían llegado para poner nuestro mundo patas arriba.

Los gemelos tenían una semana de nacidos. Una niña y un niño. Aurora, con unos ojos enormes que parecían escanear el universo con cada parpadeo, como si estuviera descubriendo la vida desde el primer rayo de luz. Noah, con un ceño fruncido perpetuo que lo hacía parecer un mini Liam en versión gruñona..

—¡Emily, Aurora se hizo encima de mí otra vez! —gritó Liam desde el sofá, con la camiseta empapada y una expresión de derrota cómica.

—¡Bienvenido al club! —le responndí desde la cocina, mientras intentaba calentar un biberón sin que Noah estallara en llanto por segunda vez en cinco minutos.

La escena era digna de una comedia romántica en modo caos. Liam sostenía a Aurora como si fuaera una bomba de relojería, mientras yo hacía malabares con el biberón, el pañal limpio y un Noah que parecía tener una crisis existencial cada vez que no estaba en brazos.

—¿Por qué lloran si tienen todo? —preguntó Liam, desesperado—. Amor, comida, pañales limpios… ¿Qué más quieren?

—Dormir. Y que nosotros no lo hagamos —dije, soltando una carcajada mientras me acercaba con el biberón.

Nos turnábamos en una coreografía improvisada: uno cambiaba pañales, el otro alimentaba, luego intercambiábamos bebés como si fueran paquetes frágiles en una línea de producción emocional.

—¿Te das cuenta de que no hemos dormido más de tres horas seguidas en una semana? —dijo Liam, con los ojos rojos y el cabello despeinado.

—¿Te das cuenta de que aún así te amo más que nunca? —le respondí, besando su mejilla mientras él sostenía a Aurora con una ternura que me derretía.

—Eso es porque estás delirando por falta de sueño —bromeó, pero sus ojos decían otra cosa. Decían que estaba feliz. Exhausto, sí. Pero feliz.

Charlotte y Macy venían cada tanto a ayudarnos, pero esa noche estábamos solos. Y los gemelos parecían haber hecho un pacto secreto para no dormir al mismo tiempo.

—¡Noah se durmió! —grité en un susurro emocionado.

—¡No lo digas en voz alta! ¡Es como invocar al caos! —respondió Liam, que justo en ese momento vio cómo Aurora abría los ojos y comenzaba a fruncir el ceño.

—Demasiado tarde —dije, mientras la pequeña empezaba a emitir ese llanto agudo que ya reconocíamos como “quiero brazos, ahora”.

Liam la alzó con cuidado, me miró y sonrió.

—¿Sabes qué? No cambiaría esto por nada.

—Ni yo —le dije, apoyando mi cabeza en su hombro mientras él me pasaba a Aurora y tomaba a Noah.

Nos sentamos juntos en el sofá, cada uno con un bebé en brazos, rodeados de mantas, toallitas húmedas y una paz caótica que solo el amor puede sostener.

Y aunque estábamos desvelados, despeinados y probablemente olíamos a leche y talco… éramos felices.

Ridículamente felices.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.