Mi vida parecía ser perfecta, una gran casa familiar con mi propia habitación, hija única a la que le dan todos los gustos que desee pues no pueden hacerlo con nadie más, pero nada es perfecto y mucho menos una familia como la mia.
Fue el día ocho de abril cuando mi padre salió con sus amigos, mi madre y yo nos quedamos en casa viendo una película como lo hacíamos normalmente cuando el estaba fuera, pero en la mitad de la cinta algo nos interrumpió, fue el ruido del teléfono que hacía eco en todo el pasillo. "Yo voy" avisé, y me levanté sin ninguna respuesta.
Era el hospital, mi padre estaba muy grave por un accidente de choche que tuvo por culpa de su compañero, aquel que estaba conduciendo estaba completamente borracho. Solté el teléfono, me quedé tan paralizada que llamé la atención de mi madre sin decir ni una palabra. "¿Qué tienes? ¿Quien llamó?" repetía preocupada, y aunque quería gritar mi garganta de hizo un nudo y solo me apoyé sobre su hombro a llorar, fueron segundos después que le dije lo que estaba pasando, ella sin decirme nada tomó las llaves del auto y ambas fuimos juntas al hospital, aunque lamentablemente era demasiado tarde, el ya había dejado este mundo.
Desde aquel momento las cosas de pusieron cada vez peor, mi madre ya no me prestaba atención y estaba todo el día bebiendo y bebiendo, empecé a ir al psicólogo por mi propia cuenta, ahí fue cuando me diagnosticaron depresión. Las cosas nunca mejoraron, en la escuela ya no hablaba con nadie, estaba todo el día encerrada en mi habitación, mis notas no superaban el dos y lo peor es que ya ni siquiera veía la cara de mi madre aunque sea para comer.
Dejé el psicólogo semanas después, las ganas de suicidarme aumentaban o eso fue hasta aquel día de fin de curso. ¿Cómo olvidarlo? La fiesta, con muchos globos y música lo más fuerte que se podia, todos mis compañeros habían invitado a sus familias y parejas, sin embargo yo estaba sola, sentada en un rincón derramando rimel sobre mi vestido azul. Llegó la hora de comer algo, todas las familias se sentaron en mesas diferentes y yo no me moví de mi lugar, miraba hacia abajo cuando sentí que alguien me chocó, era un chico alto y rubio, sus ojos eran marrones y tenía una sonrisa brillante.
Aquel chico me miró con cara de pensamiento y se marchó, me había cansado, tomé mi abrigo y salí del lugar aunque lo que llevaba puesto no era suficiente para todo el viento que había, y lo que no mejoró la situación fue el hecho de pisar un charco de lodo, parecía que el mundo estaba contra mi esa noche, al igual que todas las demás.
- ¿Donde vas? - me preguntó una voz conocida, me di vuelta y era el mismo chico que antes
Y así ocurrió, todo lo que menos me esperaba de la noche pasó, ¿habría más sorpresas el día de mañana?