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Aquí arrancamos..... .
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La biblioteca estaba en completo silencio, como si todos los estudiantes hubieran firmado un pacto para no respirar. Yo intentaba repasar fisiología, pero mi mente se había convertido en un campo de batalla entre términos médicos y la sonrisa de Elian.
Él estaba frente a mí, con el portátil abierto y sus auriculares medio colgando. Se suponía que programaba, pero cada cierto tiempo levantaba la mirada y me dedicaba esa sonrisa que me hacía olvidar hasta el número de huesos del cuerpo humano.
—Zoe… —susurró inclinándose hacia mí—, ¿sabías que el corazón no solo late… también se acelera?
—¿Ah, sí? —contesté, fingiendo leer mis apuntes.
—Claro. Mira, el mío se acelera cada vez que te veo mordiéndote el labio cuando estudias.
Sentí mis mejillas encenderse, y para disimular le lancé un bolígrafo que él atrapó en el aire, como si hubiera estado esperando mi ataque.
—No me distraigas —le dije, intentando sonar seria.
—Es que no me concentro si no te molesto —contestó con ese descaro encantador que le salía natural.
Y entonces apareció Claudia.
Ella nunca entraba en silencio a ningún lugar. Su mochila golpeó la mesa, hizo que varios nos miraran mal y se dejó caer en la silla de al lado con un suspiro teatral.
—A ver… ¿ya se besaron o todavía siguen con las miraditas románticas nivel telenovela barata? —soltó sin filtros.
Elian sonrió divertido. Yo me atraganté con el aire.
—¡Claudia! —susurré con furia contenida.
—¿Qué? —alzó las cejas inocente—. No es mi culpa que ustedes tengan tensión sexual como para prenderle fuego a todo el edificio.
Elian la miró y luego me miró a mí. Su sonrisa se volvió peligrosa.
—Bueno… podríamos darle la razón.
Antes de que pudiera procesar lo que decía, se inclinó y me besó.
No fue un beso rápido, ni tímido, ni siquiera disimulado. Fue de esos besos que te hacen olvidar dónde estás, que derriban cualquier pared de nervios. Yo solo sentí cómo me temblaban las manos al aferrarme a su camisa, mientras el resto de la biblioteca parecía desaparecer.
—¡Ajá! —Claudia golpeó la mesa triunfante—. ¡Lo sabía!
Algunos estudiantes nos mandaron callar, otros rieron bajito, y yo solo quería que la tierra me tragara… aunque, en el fondo, estaba demasiado feliz como para arrepentirme.
Cuando nos separamos, Elian me susurró al oído:
—Eso fue solo la introducción… el capítulo completo lo escribimos después, sin testigos.
Mi corazón latía tan fuerte que pensé que necesitaría monitorización.
Claudia, por supuesto, no ayudó en nada:
—Pues espero que el capítulo completo no sea aquí mismo, porque yo no pienso irme. Aunque si quieren, puedo tomar notas para luego darles retroalimentación.
Le lancé mi cuaderno, y ella lo esquivó entre carcajadas.
Ese día entendí que la vida con Elian y Claudia iba a ser cualquier cosa menos normal. Y, aunque intentara negarlo, parte de mí sabía que lo mejor aún estaba por venir: más besos, más enredos, más noches sin dormir… y probablemente más vergüenzas cortesía de Claudia.
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🔥💋😂 ¿Seguimos?