Entre Romance y Dragones

Capitulo 4

Los días pasaban como una tortura para Danica. Por las mañanas, sus secuestradores le traían lo más cercano a un desayuno que puede recibir alguien en una celda, y por las noches antes de dormirse, volvía a suceder lo mismo. Por lo que había notado viendo por la pequeña ventana de su celda, ya había pasado una semana desde que la habían traído a este lugar. Ella no entendía cómo es posible que sus padres, tan influyentes como eran, no la hubieran encontrado todavía. Tal vez ni siquiera la estaban buscando a éstas alturas. 

Además, el chico que conoció el primer día era quien se encargaba de vigilarla desde entonces. Debía admitir que era mucho más amable que todos los otros hombres que le hablaban a través de la abertura por la que le traían la comida. Pero aun así, no respondía ninguna de sus preguntas. Aún no tenía idea de dónde estaban o de porqué la mantenían allí. Ni siquiera era consciente del nombre de aquel joven. Lo poco que podía deducir por la voz y por lo poco que podía ver, es que parecía tener una edad muy cercana a la suya. Lo que la confundía aun más.

También estaba el hecho de que no paraban de referirse a ella como "bestia" o "princesa dragón". No sabía de que estaban hablando. Cada vez que se referían a ella de ese modo, era como si esperaran algo especial de ella. Como si esperaran que ella hiciera algo. Creía que todos los que la mantenían cautiva no eran más que un grupo de locos. Los dragones no podían ser reales. Solo eran criaturas de mitología, ¿verdad?.

Extrañaba su casa. Extrañaba a sus amigas y amigos. Extrañaba a Penélope y a Eduardo, quienes siempre la cuidaron desde que tiene uso de razón. Extrañaba sus cosas y tomar una ducha caliente. Pero lo más importante, extrañaba a sus padres. No había un solo momento del día en el que no pensara en ellos, esperando que cruzaran esa puerta para sacarla de ese horrible lugar. No había un solo día en el que no llorara desde que llegó a ese lugar. Muchas veces alguno de esos hombres golpeaba con fuerza la puerta y le gritaba que se callara, pero jamás entraban a su celda. Aunque los golpes y los gritos eran más que suficientes para hacer que la chica temblara de miedo.

Como nunca entraron a su celda, tampoco le habían quitado las esposas de sus manos. Así que sus muñecas también estaban muy lastimadas por esa razón. Tenía algunos raspones en sus rodillas y codos por las veces que intentaba buscar en algún lugar de su celda algo que la ayudara a escaparse de ese lugar o mínimo, que la ayudara a sacarse las esposas.

Ahora mismo estaba en un rincón de su celda. Abrasándose a si misma mientras lloraba sin consuelo alguno. El miedo y la angustia era demasiado para ella. Cada día que pasaba perdía más la esperanza de que en algún momento fuera a salir de ese lugar, de que en algún momento fuera a volver a ver a sus seres queridos.

-Si sigues llorando de ese modo, princesa, no evitarás que vengan los demás. Y con lo molesto que están te terminaran dando una palisa- se escuchó la voz del joven del otro lado de la puerta.

-¿Y qué se supone que debo hacer? No se donde estoy, no se porqué estoy aquí, y extraño demasiado a mi familia. Lo único que puedo hacer es desahogarme-

-Y te entiendo. Pero créeme. Los demás no serán tan comprensivos como yo y no ayuda que desde que llegaste no hayan tenido lo que quieren-

-¿Qué es lo que quieren?- preguntó Danica asustada.

-Tu poder. Quien nos ordenó traerte aquí cree que tienes un poder que necesita-

-¿Poder? ¿De qué hablas? Ya se los dije muchas veces, no soy a quien buscan. Quiero irme a casa, por favor, déjame ir. Se que tu no eres como ellos. Te prometo que no diré nada...además...mis padres podrán pagarte mucho dinero si me ayudas a regresar...por favor...- suplicó la chica entre lagrimas.

-Llevas pidiéndome lo mismo desde ayer. ¿Qué te hace pensar que te ayudaré a salir de aquí?. Agradece que no le he dicho nada a nadie sino no la estarías contando princesa-

-No le has dicho nada a nadie...eres diferente a ellos...ayúdame...te lo suplico- volvió a pedir la chica, sin dejar de llorar.

-Ya conoces muy bien mi respuesta- y eso fue lo último que el chico le dijo.

Esa noche, ya no fue ese chico quien le alcanzó la cena. Por el contrario, la voz que escuchó fue la de un hombre mayor. Tenía una vos desagradable y que, al contrario del joven, no dejaba de insultarla cada vez que intentaba averiguar algo. Por varios días, era ese mismo hombre quien estaba del otro lado de la puerta y cuando finalmente tuvo el valor de preguntar por el joven, la única repuesta que tuvo fue:

"-No parabas de hacer preguntas. Eres insoportable y lo tenías cansado. El pobre chico pidió que alguien viniera a hacerle el relevo. ¡Ahora cállate, monstruo!- seguido de un fuerte golpe en la puerta."

Ahora se encontraba, nuevamente, en uno de los rincones de su celda. Tratando de hacer el menor ruido posible mientras lloraba para no molestar al hombre que la vigilaba. Si aquel chico no la iba a ayudar, entonces tendría que encontrar la forma de escapar de allí por su propia cuenta. Pero había un problema. No sabía como hacerlo. Sumado al miedo que tenía y a que tampoco sabía cuantos hombres eran o de lo que eran capaces, sus esperanzas de salir de allí se fueron esfumando de su cabeza.

Y cuando finalmente estaba a punto de resignarse a que jamás saldría de ese lugar, escuchó el ruido del metal arrastrando por el piso. Volteó la vista hacia el lugar del sonido y vio como la puerta se iba abriendo poco a poco y del otro lado se fue asomando la figura de un muchacho alto, que aparentaba su edad, con cabello aparentemente oscuro al igual que sus ojos. Parecía ir vestido con un equipo deportivo y en su mano traía una linterna, que era la única fuente de luz que había allí.



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En el texto hay: dragones, magia y amor, cazdores

Editado: 29.05.2022

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