Hacía al menos 15 minutos que se habían tomado el autobús que los llevaría a la ciudad. Habían tenido que esperar una hora antes de que el primer autobús saliera y habían aprovechado para conocerse un poco mejor. Resulta que Nasim era tan solo un año mayor que ella y hacía seis meses que se habían independizado. Se llevaban mucho mejor de lo previsto, y en poco tiempo habían entablado lo más cercano a una pequeña amistad.
Ahora estaban, como habíamos mencionado antes, en el autobús de camino a la ciudad. Danica, a cada minuto que pasaba, estaba cada vez más cerca de reencontrarse con sus padres. Los había extrañado demasiado y la sola idea de volver a verlos le daban unas inmensas ganas de llorar provocadas por la alegría que sentía.
El chofer del autobús les había dicho que sería un viaje de al menos cinco horas si no se presentaban contratiempos; así que varios de los pasajeros habían aprovechado para dormir durante el viaje. Nasim era uno de ellos y ahora estaba dormido en el asiento a su lado. Danica lo veía con atención mientras en su cabeza lo comparaba con un tronco, de lo profundamente dormido que estaba.
Volteó la vista hacia la ventana. Debido a todos los días que había estado encerrada en aquella celda oscura, Nasim creyó que el viaje se le haría mucho más cómodo a Danica si su asiento era el del lado de la ventana. Ese detalle le dio cierta ternura a la chica y lo agradecía, después de todo, la sola idea del encierro ahora le causaba pánico y le hacía sentir un escalofrío correr por su espalda. Ver el hermoso paisaje la tranquilizaba. La luz del sol colándose a ventana y dándole en la cara junto con la sensación del viento en la cara, le hacían sentir una sensación de paz y libertad que no podía explicar. Y más temprano que tarde, Danica también sucumbió ante el cansancio de la agotadora noche anterior y se quedó profundamente dormida en el asiento.
Finalmente despertó varias horas después, causa de todo el movimiento y del ruido de las personas tomando sus maletas para bajarse del autobús. Habían llegado a la ciudad donde vivía. La emoción la comenzó a desbordar cuando, tras ver por la ventana, vio varios de los edificios y rascacielos conocidos. Incluso llegó a ver a la distancia uno de los edificios de oficinas en los que trabajaban algunos de los socios comerciales de sus padres. Cada vez estaba más cerca de su casa y sus ansias por llegar a su hogar eran muy evidentes.
Volteó la vista hacia donde estaba sentado Nasim y se sorprendió cuando vio que seguía dormido. Más que nada por el alboroto que había en el lugar. Lo sacudió con cuidado hasta que finalmente lo logró despertar. Aunque le costó un poco. Tal parece que Nasim tenía el sueño bastante pesado.
-¿mhm? ¿Danica, qué pasa?-
-¿Cómo que qué pasa? Ya llegamos! Ven, hay que bajarnos de aquí- dijo mientras lo empujaba para que se moviera de su asiento.
-Está bien, está bien, ya voy, ya voy. Si que estás emocionada princesa- dijo Nasim, feliz de ver finalmente una sonrisa en el rostro de la chica.
-Claro que estoy emocionada idiota! Finalmente volveré a casa!...Y ya te dije que no me llamaras princesa!- dijo dándole suaves golpes en el hombro.
-Está bien, está bien...princesa- se burló el chico.
Entre risas y bromas ambos bajaron del autobús y caminaron hasta un pequeño edificio de apartamentos. Estaba hecho de ladrillos y que parecía apunto de derrumbarse. Las ventanas de algunos de los apartamentos estaban rotas y recubiertas con cartón o cinta adhesiva. Danica estaba algo confundida con el lugar, se suponía que debían ir hasta su casa. Ella debía reunirse con sus padres, entonces ¿Qué estaban haciendo en ese lugar?
-Nasim...¿Qué hacemos aquí?-
-Nos damos una vuelta por mi apartamento para que puedas tomarte un baño. No te ofendas princesa pero llevas más de una semana sin bañarte y apestas bastante. No querrás que tus padres te vean así, ¿verdad? Descuida, tengo algo de ropa que puedo prestarte y que quizás te puede servir- dijo con un ligero tono de burla.
-Está bien...-fue lo único que alcanzó a decir la chica.
Nasim tenía razón. Llevaba una semana y media sin saber lo que era un buen baño y de seguro apestaba peor que la basura. Cuando se dio cuenta de que había pasado cinco horas y media dentro de un autobús repleto de personas, apestando de esa manera, los colores se le subieron al rostro por la vergüenza. Quería que la tierra se abriera y se la tragara en esos momentos. Bajó la cabeza ante las estridentes risas de Nasim y se dejó guiar al apartamento del chico.
Una vez allí, Nasim le prestó una toalla, le indicó donde estaba el baño y le explicó cómo funcionaba la ducha de su casa, le alcanzó algo de ropa limpia, que era de él, pero para poder estar presentable cuando se encontrara con sus padres serviría. Y la dejó sola en el baño para darle privacidad. Danica abrió la ducha, dejó que el agua saliera hasta estar a la temperatura perfecta y, luego de sacarse la ropa sucia de hace semana y media, entró a la ducha y dejó que el agua recorriera su cuerpo por un buen rato. Llevándose con sigo todas las impurezas. Se tomó un largo y relajante baño y luego de cambiarse, finalmente salió.
Nasim la esperaba sentado en la sala del apartamento mientras leía una revista. Tan centrado en su lectura que no notó cuando la chica se acercó y lo tomó por sorpresa tapándole los ojos de repente. El susto que se llevó debió ser muy gracioso porque Danica soltó una carcajada muy ruidosa que debieron escuchar incluso los vecinos.
Luego de eso, salieron del apartamento y tomaron un taxi que los llevaría hasta la casa de la chica donde de seguro sus padres la estaban esperando. Danica estaba que se comía las uñas de las ansias y la emoción de volver a ver a sus padres y a sus seres queridos. Luego de media hora en taxi, finalmente llegaron a la casa de la chica, que más que casa, ese lugar era casi una mansión. Ambos se bajaron del taxi, Nasim pagó al taxista por el viaje, y se acercaron lentamente al portón de rejas que rodeaba los terrenos de la casa.