Helena y Lucas Mattorini llegaron a casa tan rápido como pudieron cuando recibieron el llamado telefónico de Eduardo. Ambos sabían que las probabilidades de que el incendio de hace un mes en la escuela secundaria de Danica hubiese sido provocado por ésta misma eran altas. Tampoco podían seguir ocultando el hecho de quiénes habían sido los hombres que secuestraron a su hija y todas las preguntas que la adolescente tenía luego de eso. Sabían que tarde o temprano le tendrían que contar toda la verdad a su hija Danica. La verdad de todos los acontecimientos ocurridos durante el último mes. La verdad tras su secuestro. Per principalmente, sabían que tarde o temprano debían contarle la verdad tras su historia familiar, su linaje y sobre quién era ella en realidad. Aunque jamás esperaron que ese día llegara tan pronto.
Una vez en su casa, ambos se acercaron hasta donde se encontraba Eduardo. Quien los esperaba en la sala con una mirada seria e hizo una leve reverencia tras verlos pasar por el umbral de la puerta. Ya no había forma de seguir ocultando la verdad. Según lo dicho por Eduardo, los cambios en el cuerpo de Danica ya habían comenzado y el fuego que emanaba su cuerpo era cada vez más difícil de controlar. No había duda de que muy pronto comenzaría a manifestarse en Danica el "fuego dorado". El poder más grande que alguna vez alguno de los suyos llegó a poseer.
Eduardo los guio hasta el cuarto en el que se encontraba Danica. La chica aún se encontraba inconsciente y en algunas partes de sus brazos , piernas e incluso en su rostro todavía se podía ver algo de piel escamosa y dorada. A cada minuto que pasaba era menos visible pero ahí estaba. La clara señas de la verdadera naturaleza de la chica. Una naturaleza que esperaban poder ocultarle lo suficiente como para que ella pudiera tener una vida normal antes de revelarle la verdad. Pero cuando Danica les contó el cómo se referían a ella sus secuestradores, entendieron que tal vez, el mantener todo en secreto no había sido su mejor opción.
-¿Alguien además de ustedes vio el fuego? ¿Algún vecino?- preguntó Lucas.
-No mi señor. Ante esto, todos los que estábamos aquí tomamos las precauciones necesarias para que ningún vecino o peatón notara nada extraño- contestó Eduardo.
-Excelente-
-Asegúrense de preparar un área de entrenamiento para mi hija. Comenzará a entrenar para controlar su poder tan pronto como le contemos la verdad. Ya no podemos seguir perdiendo más tiempo- dijo Helena.
-Como desee mi señora. Mandaré a que se encarguen de eso enseguida-
-Está despertando- dijo Penélope. Quien hasta el momento se había mantenido en silencio y ajena a la conversación.
Danica estaba comenzando a despertar. Algo desorientada y con un fuerte dolor en todo su cuerpo. Aún no había notado los cambios en su cuerpo, pues su atención se centro en que, a pesa de la hora, sus padres ya estaban en casa. Eso, sumado a las miradas de todos hacia ella, la tenían bastante confundida.
-¿Mamá? ¿Papá? ¿Qué hacen aquí en casa tan temprano?...un segundo...¡El fuego! ¡Mi cuarto estaba ardiendo el llamas de repente y..!- dijo alarmada la chica mientras miraba a todos lados en la habitación.
-¡Tranquila señorita Danica! No hay nada de lo que deba preocuparse. Nadie salió herido con el fuego, ni siquiera usted- dijo Penélope, intentando tranquilizarla.
-De hecho, hija, estamos aquí porque tenemos que hablar de un asunto muy importante- dijo su padre, con un rostro serio.
-¿De qué hablan?-
-Hija, hay algo que tu padre y yo te hemos ocultado. Algo que refiere a nuestra historia familiar- dijo su madre, acercándose a ella con un rostro serio pero amable.
-¿Tiene que ver con las preguntas que les he hecho y que no me han querido contestar? ¿Incluso sobre aquellas que incluso evadían el tema?-
-Si mi niña. Todo está relacionado-
-Verás Danica, tu madre y yo no te habíamos dicho nada al respecto porque queríamos que tuvieras una vida normal. Una vida tranquila lejos de toda la responsabilidad que implica ser un verdadero miembro de ésta familia. Al menos durante tus primeros años, queríamos que tuvieras una infancia tranquila. Acordamos que te diríamos la verdad en el momento indicado- dijo su padre con un rostro serio, pero sus ojos reflejaban cierto grado de arrepentimiento.
-Déjense de rodeos. ¿Cuál es esa verdad de la que tanto hablan? ¿Qué me han estado ocultando?- preguntó Danica, cansada ya de todas las vueltas que estaban dando sus padres para contarle esa supuesta verdad.
-Danica...veras nosotros...no somos humanos- soltó su madre
-¿Qué?- dijo entre risas nerviosas la chica. Eso era absurdo. O sus padres habían enloquecido o ella seguía inconsciente.
-Veras hija...los humanos no son la única especie predominante que vive aquí en la tierra. Hace muchas eras los humanos, de hecho convivían con otra especie. Mucho mas poderosa y peligrosa. Los dragones. Quienes podían tomar apariencia humana y tenían el poder de los elementos y las fuerzas de la naturaleza. El miedo humano hacia lo que no podían entender fue lo que detonó en una guerra que duró muchos años y se cobró demasiadas vidas de ambos lados. Hasta que un día, la reina de los dragones, cansada del derramamiento de sangre, hizo un tratado de paz con el enemigo y la guerra finalmente terminó. Pero con el paso de los años, los humanos fueron olvidando la existencia de los dragones, reduciéndonos a simples criaturas de leyendas, y obligándonos a permanecer ocultos- le contó su padre, con una mirada que parecía perderse en recuerdos indescifrables para la chica.
-Papá, eso es ridículo. Ya díganme cual es la verdad- dijo la chica, incapaz de creer lo que sus padres le decían.
-Mi niña...esa es la verdad. Somos dragones y hemos existido desde el inicio de los tiempos. Mucho antes que la raza humana incluso- insistió su madre.
-Si eso es verdad entonces demuéstrenlo. Si de verdad somos dragones demuéstrenmelo ahora- exigió la chica.