Al despertar al día siguiente, Danica apenas y tubo tiempo para procesar todo lo que había sucedido el día anterior. Todo de lo que se había enterado. Todavía le parecía estar en un sueño o creía estar inconsciente. Pues aun le costaba creer todo lo que había visto. Pero al ver su propio reflejo en el espejo de cuerpo completo en la habitación, supo que todo había sido real. De ahora en adelante ésta sería su realidad. Ella era un dragón. Sus ojos y partes de su rostro aun se veían de color dorado y con algunas escamas.
Recordó que su padre le había dicho que hoy comenzaría su entrenamiento. Le daba curiosidad el tipo de entrenamiento que tendría y en dónde lo tendría. Después de todo, su casa seguía estando en el centro de la ciudad y no es como que pudiera transformarse en un dragón sin llamar la atención de sus vecinos o de la prensa. Así que la pregunta del lugar donde se supone que entrenaría seguía en su cabeza.
Otra pregunta que aun la rondaba era el porqué su padre había echado a Nasim de su casa de ese modo. No le habían explicado todo eso y su cabeza estaba muy confundida el día anterior como para preguntarles al respecto. Preguntaría el día de hoy. Si sus padres se seguían negando a responderle sobre eso, tal vez y esta vez Eduardo y Penélope si puedan responderle sobre la razón del aparente desprecio de su padre hacia Nasim.
No había notado lo mucho que había pensado en aquel chico desde la última vez que lo vio. Se preguntaba cómo estaría. ¿Estaría bien? El apartamento en el que vivía no parecía estar en las mejores condiciones. Aún así no parecía descontento con su estilo de vida. Parecía feliz con eso. Pero no podía quitar el hecho de que estaba preocupada, después de todo, si los hombres que la secuestraron hace un mes lo encontraban el joven estaría en grave peligro. Tal vez se preocupaba de más y el chico de seguro y estaba bien. Lo más probable es que su preocupación se deba a que el joven la había salvado la vida y ella se sentía en deuda por eso. Tal vez era solamente eso.
El llamado de Penélope la sacó de sus pensamientos. Por lo que ella le había dicho esa misma mañana, sus padres habían llamado a su escuela secundaria alegando que comenzaría a recibir educación en casa hasta nuevo aviso debido a su trauma. Al parecer esa excusa había sido lo suficientemente creíble pues en el correr de la mañana había recibido varios mensajes de sus amigas y amigos deseándole suerte, diciéndole que no se preocupara por nada y que se centrara en recuperarse, que si necesitaba ayuda con algo que podía llamarlos, etc.
Fue hasta la sala, en donde se encontraba la mujer esperándola junto a Eduardo. Al parecer sus padres no estaban en casa, cosa que era bastante razonable pues era apenas las nueve de la mañana y sus padres nunca regresaban a casa antes de las ocho de la noche. A pesar de eso, el no verlos ahí fue algo decepcionante. Después de todo, esperaba que sus padres al menos se tomaran el tiempo para ayudarla a entrenar por lo menos al comenzar. Al parecer su decepción fue demasiado evidente para Eduardo y Penélope.
-Señorita Danica espero que haya descansado bien- dijo Eduardo.
-Sus padres se fueron más temprano para poder regresar más temprano a casa. Pero la vieron descansando tan a gusto ésta mañana que no quisieron despertarla- agregó Penélope con una sonrisa.
-Entiendo...¿Dónde será mi entrenamiento? Porque dudo que sea en el patio, después de todo, estamos en el centro de la ciudad-
-Sígame señorita- dijo Eduardo.
El hombre la guio hasta el patio, caminaron durante un par de metros hasta llegar a lo que parecía una pequeña casita de una planta hecha de ladrillos, tenía una chimenea, además tenía dos ventanas tapadas desde dentro con cortinas rojas que impedían ver el interior de la casa. Danica tenía entendido que esa era la casa de los empleados y desde muy niña sus padres le dejaron claro que tenía prohibido entrar ahí. Por lo que el hecho de que Eduardo la llevara hasta ahí la dejó bastante confundida.
-Aquí es donde llevará a cabo su entrenamiento señorita- dijo el hombre para luego de eso abrir la puerta.
-¿Aquí? Mis padres siempre me prohibieron entrar aquí-
-Eso es porque aun no estaba lista para ver lo que hay dentro señorita Danica. Pero ahora que sabe la verdad, finalmente está lista. Yo y Penélope seremos quienes la guíen en su entrenamiento. Nos iremos turnando para que usted aprenda a defenderse en diferentes áreas. Ahora sigame por favor princesa-
-No me acostumbro a que me digan princesa jeje- dijo la chica, soltando una risa nerviosa.
Ambos entraron en la pequeña casa y la chica se sorprendió con lo que vio. El interior de la casa parecía cien veces más grande de lo que aparentaba por fuera. Y no fue solamente eso, dentro parecía como si fuera el exterior mismo. Solamente que sin toda la civilización. Se podía ver el cielo despejado, con el sol radiante sobre sus cabezas. Además, también podía verse una pradera con flores de todo tipo que a su vez era rodeada por lo que parecía ser un frondoso bosque. Podía escuchar el cantar de los pájaros e incluso, si se concentraba lo suficiente, podía escuchar el correr del agua. Tal vez había un rio cerca de donde estaba.
La chica no salía de su asombro, ¿Cómo era posible que en una casa tan pequeña como lo era ésta por fuera, fuera tan grande y espaciosa por dentro como para tener tanta vegetación; tanta vida? No lo entendía. Pero tampoco podía entender las sensaciones que comenzaron a inundar su cuerpo apenas entró en ese lugar. Era una sensación de libertad. De seguridad. Sabía que dentro de ese lugar estaba segura y nadie podría volver a encerrarla. El hecho de no poder ver un limite al mirar arriba, por alguna razón, le encantaba. Se sentía como una criatura salvaje que creció toda su vida en cautiverio y que finalmente conocía lo que era la libertad, provocándole un fuerte palpitar en su corazón.