Entre Romance y Dragones

Capítulo 24

La situación entre cazadores y dragones había empeorado de forma descontrolada. Definitivamente esto se había salido de las manos de Danica desde el momento en el cual comenzó el ataque a los cazadores. Sus padres siempre tuvieron la razón y ahora lo sabía; había sido muy ingenua al pensar que podría negociar con Cocidius y llegar a un acuerdo que beneficiara a todos. Ahora lo entendía. 

Lo que hace tan solo unas horas había comenzado como una lujosa mansión en la zona este de la ciudad, ahora era un campo de batalla repleto de sangre, dolor, deseos de victoria y supervivencia, y cuerpos que iban cayendo de ambos bandos. Las autoridades del gobierno y la ciudad querían intervenir pero una barrera de gruesas raíces y grueso hielo se había formado en los alrededores de la mansión, impidiendo el paso de humanos ajenos al conflicto y que civiles inocentes salieran lastimados por el fuego cruzado de la batalla.

Una de las dragonas que más cazadores estaba asesinando era Penélope; haciendo honor a su título de Gran General de los Dragones. Toda su vida se había preparado para esto. Había entrenado sin descanso para proteger a la familia real y acabar con los cazadores que amenazaran a quienes le importaban. Penélope siempre se había caracterizado por ser una dragona principalmente pacifica a pesar de su título y de su fuerza. Pero desde la muerte de su amado prometido Eduardo, la mujer se había vuelto mucho más fría y los deseos de venganza inundaban su corazón. Eduardo; otro miembro de los Cuatro Grandes Generales Dragón; y ella se conocían desde niños y eran grandes amigos desde la infancia. Todos los que los conocían decían que su amor se podía respirar en el aire cuando los veían pasear juntos. Fue por esa misma razón que, tras la muerte de su amado, Penélope se volviera mucho más fría y despiadada con los cazadores. Pues sus deseos de vengarse inundaban su corazón y su alma.

Tras ella no había más que un camino de sangre y cuerpos sin vida esparcidos por lo que en algún momento fue un precioso jardín. Sus ojos; que en algún momento dejaban denotar un cálido cariño muy cercano al maternal cuando estaba con la princesa heredera; en ese momento solo eran comparables con la más cruel helada de invierno que arrasaba con todo a su paso. Su piel escamosa que en algún momento fue de un brillante color perla, ahora estaba manchada del carmín de la sangre al igual que sus enormes y majestuosas alas. Todos los dragones de menor rango que la seguían e incluso los otros Generales estaban sorprendidos por la sanguinaria escena; mientras ellos mismos acababan con los cazadores.

De repente, Penélope centro su atención en un cazador de cabellos rubios y con la piel bronceada que destacaba por la cantidad de cicatrices en su rostro. Éste la miraba con burla y la provocó para que lo siguiera hasta el interior de la casa hasta una habitación apartada que, a pesar del caos, aun parecía mantenerse intacta. La mujer entró, quedando horrorizada con lo que vieron sus ojos. Su pecho parecía querer congelarse de repente y las lagrimas nublaron su visión. Sus piernas perdieron fuerzas y cayó sobre sus rodillas sin apartar la vista del doloroso panorama.

Justo frente a ella había una enorme vitrina transparente que colgaba del techo con gruesas cadenas. Y en su interior, expuestas cual trofeo de casería, había un enorme par de alas de color jade con heridas y aun con sangre coagulada en el lugar que alguna vez las unió al cuerpo de su dueño. Penélope reconocería esas alas donde fuera. Eran las alas que alguna vez pertenecieron a su amado Eduardo. Pertenecían a su valiente prometido quien había muerto protegiendo a su querida princesa del peligro.

-Veo que reconoces mi más reciente y preciado trofeo. No he tenido la oportunidad de agrandar mi colección después de eso, pues lord Cocidius no me ha asignado misiones interesantes. Pero ésta fue la más gratificante de mis victorias. Aun recuerdo como se esmeraba por seguir peleando mientras arrancaba sus alas de su agonizante cuerpo- dijo aquel cazador con un tono burlón inundando su voz.

-¿Cómo te llamas?...- se limitó a preguntar la mujer con un tono de voz apagado.

-¿Cómo?...Ah! Ya comprendo! Lo conocías, ¿verdad?...Bueno, puedo concederte saber mi nombre antes de agregar tus bellas alas blancas a mi colección. Mi nombre es Alaric- contestó el hombre sin borrar la sonrisa de su rostro.

-Ya veo...así que Alaric...al menos ahora se que nombre colocarán en tu tumba...Y si. Si lo conocía...¡Tu asesinaste y mutilaste al hombre que amaba!-

La ira estaba claramente reflejada en su voz y en su mirada. Y Alaric podía verlo con total lucidez. El ambiente comenzó a enfriarse de forma descomunal e incluso la escarcha comenzaba a ser notoria en los vidrios y en las paredes. Aunque no fue lo único. Antes de que siquiera pudiera reaccionar, ya no se encontraban en esa habitación; sino que estaban en un paisaje helado. Como si de un momento a otro se hubieran transportado lejos de la mansión y lejos de la ciudad para aparecer en algún lugar repleto de nieve y hielo. Y con cada segundo que pasaba, la temperatura seguía bajando.

Los ojos de la mujer brillaban de furia mientras que los ojos del cazador brillaban de emoción. Él sabía que ésta sería su primera batalla emocionante en meses y la emoción en sus ojos era evidente. Penélope, sin embargo, estaba anhelante de venganza y acabar con aquel ser despreciable que había asesinado al amor de su vida. Así que sin pensarlo demasiado, desplegó sus alas; las cuales eran rodeadas por una ligera neblina helada; y se abalanzó en dirección a su enemigo dispuesta a acabar con él. Por su parte, Alaric la esperaba con dos dagas largas escocesas y con una pose de pelea tradicional de muay thai.



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En el texto hay: dragones, magia y amor, cazdores

Editado: 29.05.2022

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