Entre ruinas y sueño en Atenas

Capítulo V – La promesa de los dioses

El mar Egeo brillaba como un espejo bajo el sol. La embarcación que había llevado aLysandro y Eleni atracó en la costa de Delos, una isla sagrada, cuna de Apolo y

Artemisa. Allí, los templos se alzaban entre columnas blancas y el aire olía a incienso

y esperanza.

Eleni respiró hondo, mirando el horizonte.

—Aquí nadie nos conoce —dijo—. Aquí podemos empezar de nuevo.

Lysandro asintió, sintiendo por primera vez en mucho tiempo que el peso del pasado

se aligeraba.

Trabajó junto a los artesanos locales reconstruyendo un pequeño santuario. Su

fuerza y destreza pronto le ganaron respeto.

Eleni, por su parte, comenzó a enseñar a las jóvenes del pueblo a leer los antiguos

poemas y a escribir oraciones a los dioses. Su inteligencia y dulzura la convirtieron

en una figura querida.

Las noches eran tranquilas. Solían cenar al aire libre, bajo un cielo sembrado de

estrellas.

El amor entre ellos florecía de nuevo, sin sospechas, sin voces ajenas…

Hasta que un nuevo desafío llegó, no desde la envidia, sino desde el destino.

Una tarde, mientras Lysandro regresaba del trabajo, vio a Eleni desvanecerse frente

al altar del templo. Corrió hacia ella y la sostuvo entre sus brazos.

Su rostro estaba pálido como el mármol, y su respiración débil.

—Eleni, mi amor… —susurró, desesperado.

Los curanderos acudieron, pero nadie comprendía qué le ocurría. Decían que era un

mal del alma, una prueba de los dioses.

Durante días, Lysandro no se separó de su lado. La cuidaba, rezaba, y ofrecía

ofrendas a Apolo por su sanación.Una noche, mientras dormía junto a ella, soñó con una mujer vestida de luz. Su voz

era suave y poderosa a la vez.

—Lysandro de Atenas —dijo la figura—, el amor que guardas es puro y ha sido

probado por el tiempo y la mentira. Pero ahora debes probar tu fe.

Camina hacia el monte Cynthus al amanecer, y lleva contigo el colgante de Eleni.

Allí, el destino hablará.

Al despertar, Lysandro hizo lo que la visión ordenó. Subió al monte con el primer rayo

del sol, el colgante en la mano.

En la cima, el viento soplaba fuerte. Lysandro se arrodilló y levantó el colgante hacia

el cielo.

—Si este amor es digno de los dioses, no permitas que se apague su luz —clamó.

Entonces, una brisa cálida lo envolvió. La piedra del colgante brilló intensamente, y

una voz le susurró:

—El amor que resiste la duda y la distancia nunca muere. Regresa, y verás la

recompensa.

Lysandro bajó corriendo, con el corazón latiendo con fuerza.

Al llegar, encontró a Eleni sentada, débil pero sonriente, con el colgante brillando en

su pecho.

—Sentí tu voz —le dijo ella—. Como si me llamaras desde el otro lado del sueño.

Lysandro la abrazó con lágrimas en los ojos.

—Los dioses nos han devuelto la vida… porque nunca dejamos de creer el uno en el

otro.

Desde aquel día, se dedicaron no solo a vivir, sino a enseñar a otros que el amorverdadero no se protege con muros, sino con confianza, fe y verdad.

Años más tarde, en Delos, aún se contaba la historia de la pareja que desafió a la

envidia, al destino y hasta a los dioses…

Y que, bajo todos los cielos, siguió amándose como el primer dí




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