Entre secretos y miradas

Lo que no debía decirse

La música seguía retumbando por todo el lugar, y entre risas, luces de colores y vasos medio vacíos, Valentina se giró con una sonrisa cómplice y le pidió a Nico que la acompañara a bailar. Él aceptó sin dudarlo, dejando a Max y Alexa solos en la barra, cada uno con su bebida en la mano. Aunque parecían relajados, el silencio entre ellos estaba cargado de algo más que simple incomodidad.

Alexa, que solía estar atenta a todo sin parecerlo, notó de reojo cómo Max la miraba; no era una mirada cualquiera, era una de esas que uno lanza cuando está a punto de decir algo que no se debe, algo que quizás no tiene vuelta atrás. Decidida a no dejar que ese silencio se extendiera, Alexa le preguntó sin rodeos:

—¿Y tu muñeca?

—Bien —respondió él, un poco nervioso—, ya no me duele.

—Me alegro —le dijo ella con una sonrisa rápida.

Justo cuando llevó su vaso a los labios para dar un sorbo, escuchó de repente:

—Hoy luces muy hermosa.

Fue tan inesperado, tan directo, que Alexa tosió, ahogándose con su bebida entre el calor de la garganta y el peso de esa frase. Max la miró con una mezcla de susto y vergüenza, pero antes de que pudiera decir algo más, Valentina reapareció invitándolo a bailar. Alexa negó con la cabeza, aún procesando lo que acababa de oír, y Max se levantó apresurado, caminando entre la multitud para encontrar a Nico. Cuando al fin lo alcanzó, casi gritó entre la música:

—¡Le dije que se veía hermosa!

Nico lo miró con ojos abiertos.

—¿Qué? ¿Desde cuándo te gusta la profe?

Max se encogió de hombros, bajando la voz.

—No lo sé… desde ayer, cuando me miró a los ojos. Se preocupó tanto por mí… fue extraño, de pronto la vi diferente. Y además, no es solo eso, siento que ella también me observa a veces, aunque no diga nada.

Ambos voltearon justo a tiempo para ver cómo Alexa miraba su reloj discretamente, y luego se levantaba.

—Creo que ya se me pasó el tiempo que había dicho —les dijo con calma—. Me voy a descansar.

Nico hizo un gesto con la mano.

—¡No! Mañana es domingo, puedes descansar todo el día.

Pero ella ya había tomado su bolso, y aunque sonrió, su mirada se notaba distante, atrapada en pensamientos que ni ella misma terminaba de ordenar. Las palabras de Max la habían tomado por sorpresa, y aunque no quería darle más importancia, algo en su tono, en su sinceridad, la hizo decidir que lo mejor era irse. Alejarse antes de que algo más sucediera. Antes de que lo que no debía decirse… siguiera saliendo a la luz.

Max observó cómo Alexa se alejaba entre la multitud, sus pasos decididos pero silenciosos, como si no quisiera llamar la atención, pero él no podía evitar mirarla. Sintió una extraña sensación en el pecho, algo que no lograba identificar, y en ese momento, sin poder evitarlo, se giró hacia Nico, que acababa de tomar otro sorbo de su bebida.

—¿Crees que no debí haber dicho eso? —preguntó en voz baja—. No fue gran cosa, pero… al final sigue siendo mi profesora.

Nico soltó una risa corta, apoyando un codo en la barra.

—Estás en problemas, hermano. Te dejaste llevar por el trago y ahora andas derramando halagos en plena fiesta.

Max esbozó una sonrisa nerviosa, aunque no dejaba de mirar hacia la entrada por donde Alexa había salido.

—No fue por el trago… —admitió, casi murmurando—. Es que, no sé… desde ayer, cuando me miró preocupada por lo de la muñeca, hubo algo… diferente.

En ese momento, Valentina se les acercó con curiosidad.

—¿Qué murmuran ustedes dos? —preguntó divertida, mirando a ambos con desconfianza.

—Nada —respondió Max con rapidez, aunque su tono lo delataba.

Valentina entrecerró los ojos, pero no insistió. Max, de pronto, se incorporó del asiento y se sacudió la chaqueta.

—Creo que yo también me voy —dijo, mirando de nuevo hacia la puerta como si esperara alcanzarla.

Valentina lo miró sorprendida.

—¿Qué? ¡Pero aún no es media noche!

—Sí, lo sé… solo que estoy cansado —mintió, aunque lo único que lo movía en ese momento era la necesidad de ver a Alexa una vez más. Tal vez disculparse, tal vez explicarse… o tal vez solo confirmar si había hecho mal.

Valentina lo miró de reojo, sospechando que había algo más detrás de su repentina decisión, pero no dijo nada. Max salió del lugar con paso rápido, y al cruzar la puerta, se detuvo por un momento. Miró a ambos lados, esperando verla… pero Alexa ya se había perdido en la oscuridad de la noche.

El sol apenas se asomaba por la ventana cuando Max bajó las escaleras, con una camiseta sencilla y el cabello aún algo alborotado. El aroma a pan tostado y café le dio la bienvenida a la cocina, donde sus padres ya estaban sentados en la mesa, conversando en voz baja mientras hojeaban el periódico y unos papeles.

—Buenos días —saludó con voz algo ronca, aún medio dormido.

—¡Buenos días, hijo! —respondió su madre con una sonrisa cálida—. ¿Dormiste bien?

Max asintió mientras se servía un vaso de jugo. —Sí, bastante. Aunque todavía me duele un poco la muñeca.

—Eso te pasa por andar jugando a ser acróbata —intervino su padre en tono de broma, aunque con un dejo de preocupación—. Pero bueno, al menos te ves con buen ánimo.

Se sentó frente a ellos y comenzó a comer en silencio, pero sus padres se miraron y luego su madre fue directa al punto:

—Estábamos hablando de ti, Maximiliano. Ya estás en tu último año… ¿te das cuenta?

Él alzó la vista y asintió con una sonrisa leve. —Sí, ha pasado rápido.

—Muy rápido —dijo su padre, más serio—. Y como sabes, hemos estado trabajando en algo especial. Tu madre y yo creemos que estás listo para comenzar a formar tu camino, no solo en la universidad, sino con algo más grande.

—¿Algo más grande? —preguntó Max, intrigado, dejando el tenedor en el plato.

—Un proyecto. Uno que será tuyo, liderado por ti, con respaldo, claro, pero con mucha responsabilidad —dijo su madre, apoyando la taza de café en la mesa—. Creemos que estás preparado para demostrar de qué estás hecho.



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En el texto hay: amor amistad

Editado: 29.05.2025

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