Entre secretos y miradas

Encuentros bajo el sol

El sol caía con suavidad sobre la ciudad, entibiando el aire y pintando sombras doradas en las calles. Era uno de esos días en que todo parecía calmo… hasta que no lo era.

Alexa caminaba con paso ligero hacia la plaza central, una zona llena de árboles, pequeños cafés y bancas bajo la sombra. Valentina la había invitado a almorzar ahí, y después de una semana ocupada, le pareció una buena idea desconectarse un poco.

La vio de lejos, sentada en una mesa bajo una sombrilla. Saludó con la mano, pero al acercarse su sonrisa vaciló: junto a Valentina había otra chica.

—¡Alexa! —la recibió Valentina con su energía habitual—. Mira, te presento bien a Natalia. Pensé que sería lindo que se uniera, ya que Max y Nico tienen entrenamiento hoy.

—Hola —dijo Natalia con una sonrisa suave, poniéndose de pie. Su tono era amable, pero seguro. Había algo en su mirada que no era completamente ajeno.

—Hola —respondió Alexa, disimulando bien su sorpresa. Apretaron las manos con cordialidad, pero fue un gesto breve.

Valentina se sentó de nuevo y, con el menú en mano, siguió hablando como si nada—: Estaba contándole a Natalia sobre nuestras caminatas de domingo y del mural nuevo cerca de la librería. Deberían conocerse más, seguro se caen bien.

Alexa asintió con una leve sonrisa, pero su cabeza giraba como engranajes sueltos. ¿Es esta la Natalia? ¿La amiga de Max? ¿La que vino de Europa?.

Natalia, por su parte, parecía completamente cómoda. Miraba el menú con interés y hacía preguntas casuales, como si la tensión no existiera. Pero Alexa sentía una chispa que no podía ignorar. No celos —no todavía—, pero sí una inquietud que no sabía de dónde nacía.

—¿Hace mucho que conoces a Max? —preguntó Alexa, con tono inocente, mientras hojeaba su menú sin mirarla directamente.

Natalia alzó una ceja y sonrió.

—Desde siempre. Crecimos juntos. Aunque estos días nos estamos reencontrando.

Valentina notó algo en el aire, pero no dijo nada. Solo bebió un sorbo de su limonada.

El camarero llegó a tomar los pedidos y, durante unos minutos, todo volvió a sentirse normal. Pero Alexa no dejaba de observar de reojo a Natalia. Había una seguridad en ella que le resultaba familiar… y amenazante.

Natalia. Europa. El reencuentro. Todo encaja, pensó. Pero no dijo nada. Aún no.

Mientras hablaban de música y lugares para visitar, una suave brisa agitó las servilletas sobre la mesa. Alexa las sujetó con una mano, pero lo que realmente intentaba era mantener algo más en su sitio: su curiosidad, su intuición… y sus emociones, que empezaban a moverse como las hojas en el viento.

Minutos después de terminar de comer, Valentina propuso caminar un rato y pasar por unas tiendas cercanas. Las tres se dirigieron a una zona comercial a pocos metros de la plaza, con locales pequeños llenos de detalles coloridos y vitrinas llamativas.

—Quiero ver si encuentro una libreta nueva —dijo Valentina—, se me están acabando las páginas.

—Claro —respondió Alexa—, yo también necesito un par de cosas.

Natalia caminaba a su lado, un poco más silenciosa que durante el almuerzo. Entran juntas a una papelería, mientras Valentina se adelanta hacia los estantes del fondo.

Alexa, con tono casual, aprovechó el momento.

—¿Así que tú y Max se están reencontrando?

Natalia la miró por un segundo, como si evaluara la pregunta. Luego bajó la vista hacia un cuaderno que tenía en las manos y respondió con una sonrisa leve.

—Sí… bueno. Más o menos.

—¿Fueron pareja? —preguntó Alexa, con fingida inocencia, aunque sabía bien que la respuesta importaba más de lo que quería admitir.

Natalia suspiró, bajando el cuaderno al estante con lentitud.

—Sí. Fue hace mucho tiempo, cuando vivíamos en Madrid. Duró solo unos días, fue algo breve… pero muy intenso.

Alexa la miró con atención. Había algo en su tono: una mezcla de nostalgia y esperanza mal disimulada.

—¿Y ahora?

Natalia se encogió de hombros, sin mirarla directamente.

—No lo sé. Hay momentos en los que siento que… podría ser diferente esta vez. Pero tampoco quiero hacerme ilusiones.

El silencio que siguió fue corto, pero pesado. Alexa asintió lentamente, con una sonrisa que no alcanzó a sus ojos.

—A veces el pasado se presenta con otra cara —dijo, más para sí que para Natalia.

En ese momento, Valentina regresó con una libreta de tapas verdes y rompió la tensión con su alegría habitual.

—¡La encontré! Tiene papel reciclado y todo. ¿Vamos a ver las velas de al lado?

Ambas asintieron, y salieron de la tienda, pero algo se había movido dentro de Alexa. Ahora tenía un dato más. Una historia más. Y una sensación que crecía en su pecho sin permiso: la de estar entrando en un triángulo que no terminaba de dibujarse del todo… pero que ya empezaba a doler.

Después del almuerzo, Alexa se sintió algo revuelta, como si algo se hubiera movido en su interior sin querer. La conversación con Natalia había dejado más preguntas que respuestas. ¿Quién era realmente Natalia para Max? ¿Por qué, a pesar de todo, se sentía tan… conectada con él? Y esa sensación de que, tal vez, las cosas con él podían ser diferentes… Aún no lo sabía, pero algo le decía que debería mantener los ojos abiertos.

Cuando llegó a casa, se quitó las zapatillas y caminó por la sala, sintiendo cómo el peso de la conversación quedaba suspendido en el aire. No podía quedarse allí sin hacer nada, sin procesar lo que había pasado.

“Necesito despejar mi mente.”

Alexa estaba acostumbrada a salir a correr al final de la tarde, cuando el sol se ocultaba y la brisa se sentía más fresca. Pero esa tarde algo diferente sucedió. Mientras trotaba por el parque, Max apareció de la nada, con su camiseta de deporte y una sonrisa tranquila.

—¿Vas sola? —preguntó, ya con su ritmo acompasado al de ella.

—Sí, ya sabes, necesito despejarme. —Alexa apenas le prestó atención, aunque la presencia de Max la distrajo de su propio cansancio.



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En el texto hay: amor amistad

Editado: 29.05.2025

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