La mañana siguiente, Max despertó con la sensación de que algo importante estaba por cambiar. Había llegado el momento de tomar decisiones firmes sobre el futuro del proyecto, y sabía que no podía seguir dejando que las dudas y los problemas externos lo frenaran. Había pasado días sumido en el estrés de las protestas y las complicaciones logísticas, pero ahora sentía que estaba listo para enfrentarlo todo con determinación.
Tras una reunión matutina con su equipo, Max decidió que la mejor manera de proceder era tomar el control total de la situación. Ya no podía permitirse que las protestas y las quejas lo desbordaran; debía tomar decisiones rápidas, pero calculadas, para asegurar que el proyecto se llevará a cabo según lo planeado.
En la sala de conferencias, Max se sentó al frente, con la presencia firme que solo un líder de su calibre podía proyectar. Había reunido a los principales contratistas y responsables del proyecto, y tenía la intención de cerrar los últimos detalles que aún quedaban pendientes.
—Necesito un plan claro y sólido —comenzó Max, mirando a cada uno de los presentes. Sus palabras eran directas y precisas—. No más retrasos. Si vamos a hacer esto, debemos actuar rápido.
Un silencio breve se apoderó de la sala, pero Max no dudó. La presión había comenzado a acumularse sobre él, pero sabía que tenía que demostrarles a todos que estaba a cargo. Había pasado demasiado tiempo lidiando con factores externos que no podía controlar, pero ahora las decisiones estarían en sus manos.
Las discusiones fueron largas, pero finalmente, después de horas de ajustes y nuevas propuestas, Max había logrado llegar a un acuerdo sobre los plazos de construcción y las modificaciones necesarias para reducir el impacto ambiental. Se acordó un cronograma más riguroso para asegurarse de que todo estuviera en marcha en menos tiempo del esperado.
Alexa había estado a su lado durante la reunión, tomando notas y ayudando a coordinar con los responsables de las cuestiones legales y de permisos. Aunque no había sido fácil convencer a todas las partes involucradas, Alexa logró mantener la calma y lograr un acuerdo que beneficiara tanto al proyecto como a las personas de la comunidad afectada.
Cuando la reunión terminó, Max se acercó a ella.
—Gracias por todo lo que hiciste —le dijo en voz baja, mientras salían de la sala. Su tono era genuino, pero también había un atisbo de cansancio en sus ojos.
Alexa sonrió levemente.
—Sabes que esto también es importante para mí, Max. Si no logramos encontrar un equilibrio con la comunidad, no podríamos haber avanzado.
Max asintió, mirando el terreno de construcción a lo lejos desde la ventana de la oficina.
—Lo sé, y ahora tenemos la oportunidad de hacer que todo esto funcione. Es un paso importante.
Después de la reunión con los contratistas, Max decidió que era el momento de abordar directamente a los líderes de la comunidad. Sabía que las protestas no se detendrían hasta que las personas comprendieran que el proyecto traería consigo beneficios tanto para ellos como para la ciudad en general.
A las pocas horas, Max organizó un encuentro en el centro comunitario, un lugar neutral donde los líderes podrían expresar sus inquietudes. Alexa estuvo nuevamente a su lado, desempeñando un papel crucial para mediar en la conversación.
Las tensiones estaban altas al principio, y las preguntas de los residentes no fueron fáciles. Sin embargo, a medida que la charla avanzaba, Max pudo explicar con claridad los beneficios que el proyecto traería, desde la creación de empleos hasta las mejoras en infraestructura. Finalmente, después de mucha negociación, se logró llegar a un consenso.
He estado pensando —dijo Max, mirando los planos con atención—. ¿Y si en lugar de forzar el proyecto como estaba… lo rediseñamos? Podemos hacer el centro comercial al aire libre, preservar las áreas verdes, y usar materiales sostenibles. Que el proyecto no destruya, sino que se integre.
Una vez que la reunión terminó y la mayoría de los residentes accedieron a darle luz verde al proyecto, Max suspiró profundamente, sintiendo el peso de la responsabilidad levantarse un poco.
De regreso a la oficina, Max se sentó en su escritorio, mirando los documentos finales que había firmado. Había dado un paso decisivo en el avance del proyecto, pero sabía que aún quedaban desafíos por enfrentar. Aun así, se sintió más aliviado que nunca. Había cumplido con lo que se esperaba de él.
Alexa se acercó a su escritorio, con una sonrisa satisfecha.
—Parece que finalmente lo logramos —comentó, apoyándose suavemente sobre la mesa.
Max levantó la mirada hacia ella, una mezcla de agotamiento y gratitud en su rostro.
—Sí, pero esto no termina aquí. Ahora tenemos que seguir con la construcción y hacer que todo marche bien.
Alexa asintió.
—Lo haremos.
Mientras Max miraba por la ventana de la oficina, pensó en todo lo que había logrado hasta ahora. El proyecto avanzaba, las tensiones con la comunidad se habían calmado, y los problemas técnicos comenzaban a resolverse. Pero había algo más que ocupaba su mente: Alexa.
Sabía que, a pesar de los avances profesionales, había algo personal que todavía no había resuelto. ¿Qué sentía él por ella? Las palabras aún rondaban en su cabeza, pero no podía negar que el deseo de estar con ella crecía cada día más.
Se giró hacia ella, que estaba organizando papeles cerca del escritorio.
—Alexa, necesito hablar contigo después. Hay algo importante que quiero decirte.
Alexa lo miró, sorprendida, pero asintió.
—Está bien, Max. Yo también quería hablar contigo.
Las noches seguían pareciendo la mejor compañía para que Max y Alexa dijeran lo que sentían. Cuando el silencio caía sobre la casa, los muros bajaban también, y lo que durante el día parecía imposible de expresar encontraba espacio entre palabras suaves y miradas que se prolongaban demasiado.