Capítulo 4:
¿Nos conocemos?
Ya habíamos llegado a la estación de Madrid. Eran las 21h. Ya había anochecido, pero antes, con el atardecer en la ventana y algunas colinas y montañas pequeñas, hice algunas fotos. Serían un buen recuerdo para cuando mirase hacía atrás dentro de unos años.
Me acordaría de dónde venía y a dónde voy. De cuándo y dónde quería que mi historia empezase a estar completa y bien contada. Hacía un poco de frío afuera del vagón. Pero con una sudadera me iba bien.
Cogí el cercanías para hacer el transbordo. Lo único bueno hasta el momento era que no tenía una maleta, después de haber hecho viajes con y sin maleta, pude confirmar que es mejor llevarlo todo en una mochila. Me movía con más rapidez y agilidad que la mayoría. Tenía ganas de llegar. Quería ver a Manu y que me hiciera sentir que no era un estorbo o molestia en este mundo. No como mi madre en dos simples días me había hecho sentir.
Estaba llegando a las pantallas para saber si ya tenía anden asignado. Necesitaba entrar ya, sentarme y buscar información. Estaba empezando a volver a alejarme de este planeta hasta que alguien me tocó el hombro.
Yo en ese momento no lo reconocí, se me hacía familiar y ya. Sentía como se me iba arrugando el ceño cada vez más para ver si en el fondo me fuese a acordar de él.
No quería sonar muy borde ni parecer que me molestara su presencia. Pero me dedicó una sonrisa amplia y amable.
Con solo haber dicho ese apodo ya sabía quién era. Marcos.
Era el chico más amable y sincero que había visto nunca. Con un corazón de pollo. Tenía el pelo castaño con ligeras mechas rubias naturales. Llevaba ligeros rulos sin definir. Vestía muy básico y con ropa bastante ancha. Pero tenía un estilo que pegaba demasiado con su personalidad. Fue el antiguo vecino de Manu y de pequeños éramos muy amigos. Éramos inseparables. Creo que él llenó el espacio de la hermana que nunca tuve.
Empezó a sacudir la cabeza y a reírse ligeramente. No sabía si de mí o de la situación.
Sin dejarme dar un paso más me cogió y me levantó del suelo para abrazarme.
No pude aguantar más la risa. Empezó a poner mueca de dolor y se llevó la mano sobre el lado izquierdo del pecho. Donde estaba el corazón.
Y si la situación no daba suficiente vergüenza, me crucé de brazos e hice morritos para recrear las escenitas que hacían las niñas pequeñas. Marcos lo mejor que pudo hacer fue empezar a reírse de mí y se me contagió su risa. Adoraba a este chico. Era de las mejores cosas que me quedaban y que siempre tendré.
No podía más con las bromas de nuestra relación. Se me había olvidado lo anti sentimentalista que era.
Rodó los ojos y yo me quedé ojiplática. En todo este tiempo yo no había hecho nada con lo que fardar y él había hecho mil cosas importantes. Me dio envidia. Pero de la sana, estaba orgullosa de él.
Antes de que pudiese decir nada ya teníamos andén asignado y fuimos hacia allí.
Ya habíamos pasado todos los controles y estábamos entrando.
Me abrazó por el lado y subió al vagón. Y visto la mala suerte que suelo tener, seguramente estaríamos al lado. Aunque para que mentirnos, me cae bien. Entre un señor que no conozco, con el cual las horas de viaje no le hablaré, a Marcos, escojo a Marcos. Encima los vagones ibán bastante llenos.