Capítulo 5:
El plan.
Ya estábamos saliendo de Madrid. En ese corto tiempo ya había encontrado el auditorio, me había reservado una entrada y se me había olvidado la razón por la que me había molestado con Marcos.
Después de media hora sin hacer nada y mirar por la ventana ya era algo aburrido, lo mejor que podía hacer era leer y matar el tiempo.
Abrí la mochila para coger una trilogía que estaba leyendo, para mí suerte estaba allí. El libro era una cosa que siempre llevaba conmigo cuando salía de casa. Cosas de lectoras supongo.
Leía rápido, me gustaba marcar frases en las páginas. Estaba por desconectar del mundo y ponerme a leer.
Pero antes tenía que ponerme cómoda.
Subí los pies al asiento, me hice una bolita y apoyé la espalda en el reposabrazos.
Me quedaban unos capítulos para terminar la segunda parte de la trilogía. Era una parte muy descriptiva del entorno y pasé la página rápidamente para no perder el hilo de la lectura.
Por un momento pensé que fue mi imaginación. Me giré para asegurarme que lo había escuchado. Y ahí estaba. Marcos leyendo encima de mí hombro y centrado en las páginas.
Bufó y se centró en mirarme a la cara con cara de cansancio.
Antes de que girará la página, cerré el libro y me coloqué de manera a tenerlo cara a cara.
No sé por qué razón, pero pasó de estar serio y con cara de pocos amigos, a tener una sonrisa más grande que un tren. Le brillaban los ojos, por una razón que yo desconocía.
Y sin perder la sonrisa me preguntó:
Sin decir nada más, se volvió a estirar para coger el libro y volver a leer, pero se lo puse fuera de su alcance.
Volvió a aparecer una gran sonrisa de niño pequeño en su cara y se le estaban enrojeciendo las orejas.
No lo escuché más antes de volver a ponerme cómoda y proseguir mi lectura.
Creo que pasó una hora o menos antes de haberme terminado el libro. Cómo había dijo Marcos.
Ya no tenía nada que hacer, saqué los cascos y me pusé música. Me giré para ver qué hacía Marcos. Estaba sacada la mesa del asiento, mientras, él apoyaba en ella una libreta y dibujaba.
No me dejó ver mucho más aparte de un boceto de un cuerpo fino y delgado.
No escuché todo lo que me dijo. Estaba centrada en ver un poco más de ese dibujo. Era cotilla. Había visto un cacho, ahora quería verlo entero.
Antes de que hiciera nada, cogió la hoja, le dio la vuelta y me miró.
No repliqué. Me coloqué los cascos, pero en vez de mirar hacía la ventana, cerré los ojos e intenté relajarme.
No había nada que hacer. Pero me dispuse a organizar mentalmente mi plan.
Lo primero era llegar. Luego ir a ver a Manu y contarle todo lo que sé y pedirle ayuda. Finalmente cruzaría el charco para conocer a mi padre y hermana. Todo esto sin el permiso de mi madre.
Creo que dos horas más tarde me desperté de mi siesta. Pero no tenía la cabeza en mi asiento. Estaba echada a un lado, y apoyada en algo. Hasta que no pasó un rato, no caí que era el hombro de Marcos.
Lo peor si es que eso era malo es que él también estaba dormido y apoyado en mi cabeza.
Estaba cómoda y tranquila. Llevaba sin estarlo días y no iba a dejar de estarlo sólo porque fuera él.
Sin moverme mucho y haciéndolo lentamente, cogí el teléfono. Eran medianoche pasadas. Nos quedaban menos de dos horas.
Sin pensarlo más volví a cerrar los ojos y seguir descansando en el hombre de Marcos.
★★★★★
Estaba en un sueño profundo. Soñaba con la cara de Vega. De mi padre. Sus reacciones. Iba a descubrirlas cuando justo siento unos golpecitos en el lateral de la cabeza.
Odiaba que me despertaran cuando dormía. Si no me gustaba levantarme eso menos. Abrí los ojos poco a poco para acostumbrarme a la luz de las lámparas del tren.
Lo primero que identifiqué, una sombra a mi lado. Parpadeé varias veces hasta que vi fluidamente el rostro de Marcos.
Antes de que dijera nada, me separé de él. No estaba incómoda. Al contrario.
Él me estaba mirando sonriente.
Me estiré y bostecé en mi sitio. ¿Había dormido mal? No, pero estaba más cómoda en la cama.