Entre Sombras

Capitulo 7

 

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Enfundo mis armas y visto el uniforme de los cazadores. Pantalones flexibles y gruesos con doble protección, camisa con manga larga en licra para facilitar el movimiento, chaleco equipado con las armas necesarias para defenderme o atacar, y sin contar las muchas correas amarradas por mi cuerpo en donde oculto cuchillos, dagas y dardos tranquilizantes.

—No es tan emocionante como pensaba. —Dice Ferrer mientras revisa las cerraduras de las ventanas. —Solo debemos permanecer en el perímetro de la sala donde se reúnen a discutir.

—¿No nos dejan asistir a la reunión? —Pregunto sintiéndome decepcionada.

No quiero participar de forma activa en sus charlas. Solo quiero enterarme a que reglas nos estamos sometiendo. Para nadie es un secreto que los Altos Fall dirigen nuestra organización de cazadores, pero no estaría mal saber en que nos están metiendo. La ignorancia no es el mejor camino en un mundo en el que gobierna la sangre, en cualquier momento todo se podría salir de control.

Ferrer suelta una risa amarga. —Sabes como son las cosas, Vania. Combatimos las sombras, pero ellos se encargan de que estemos junto a ellas en la oscuridad.

Charlotte dobla pulcramente su uniforme y me da una mirada de advertencia bajo sus pestañas. No quiere que le eche más leña al fuego. —No creo que sea el mejor lugar para discutir eso.

—Nunca es un buen lugar, Ordway. —Dice Ferrer dirigiéndose a Charlotte. —Nuestra voz no tiene voz ni voto. Entre menos sepamos sobre cualquier cosa, mejor.

La cara de Ferrer es determinada y dura, tal como sus palabras. Su baja estatura y mirada tierna, no engañan a nadie. Bajo esa mascara se esconde una cazadora mortal.

—Puede que esta vez, sea diferente. —Hablo pensando en alguna forma de que permitan mi presencia en la reunión.

Las cazadoras me envían una mirada con sospecha y yo cruzo la habitación para llegar a mi encuentro con Lebor y Galé.

Bajo las escaleras y me cruzo de nuevo con la señora pelirroja. Ahora está arrodillada con la cabeza baja, mientras rocía aceite negruzco sobre el suelo de piedras pulidas. Me detengo frente a ella.

—Buenos días.

Ella eleva su mirada y me sonríe. —Buenos días, cazadora. ¿Qué puedo hacer por usted?

—¿Podría hacerle una pregunta? —Le pregunto observando fascinada como la sustancia ebulle en pequeñas burbujas y se esparce por el suelo sin ayuda. —Entenderé si cree que no es asunto mío.

—Oh, por supuesto, chica. —Se levanta del suelo y limpia sus manos en un trapo que tiene anudado en la cintura. —Para eso estamos.

Es una mujer pequeña. Me llega un poco más abajo del hombro y aun así sé que defendería con uñas y dientes a los suyos. Tiene la lealtad pintada en su aura.

—¿Qué es eso? —Señalo la sustancia que comienza a desaparecer. Podría decirse que se ha tragado toda la mugre. El suelo ha quedado completamente limpio y brilla como si estuviera recién lustrado.

La mujer ríe con una suave carcajada. —Solo es una pócima de limpieza. Elimina cualquier residuo que no pertenezca al suelo. Cuidado con las botas.

Me apresuro a moverme. No quiero quedar descalza o peor, sin dedos.

—¿Conoce alguna sustancia similar, pero de color verde? —Hablo arriesgándome a preguntar lo que he estado pensando desde que vi actuar el limpiador.

Puede que no tenga ninguna conexión, ya que la sustancia verde debe ser mucho más peligrosa teniendo en cuenta la reacción de Artemisa al verla, pero no puedo sacármelo de la cabeza. Tal vez tengan algún reactivo en común.

Ella de inmediato se cierra en banda y cruza los brazos en su pecho. Respiro profundo, aceptando las emociones que se mueven en su interior.

—No me suena. Tal vez ha sido creada hace poco.

Me mintió. Lo puedo sentir en el olor amargó que impregnó el aire en cuanto habló.

La mujer rehúye mi mirada y observa un reloj averiado en la pared. Lleva las manos a su cabeza y dice apresurada. —Se me van a quemar los frijoles.

Y así me deja sola en medio de la escalera, con más preguntas que respuestas. Podría inventar una mentira más creíble. ¿Quién cocina frijoles a las cinco de la mañana?

¡Carajo! Tenía que llegar con cinco minutos de anticipación.

Me apresuro a llegar a la puerta de la pensión y me encuentro con dos cazadores nada felices.

—Me alegro que te tomes las cosas tan enserio. —Suelta Galé con brusquedad.

—Se me cruzó algo en el camino. —Me excuso sin caer en sus miradas fulminantes.




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