Entre sombras

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La casa en la que había crecido le dio la bienvenida con su familiar aroma y esto no hizo sino acrecentar la sensación de irrealidad en la que se había sentido envuelta desde la mañana.

Como cada miércoles, antes de salir al centro de la tercera edad, su madre había horneado un pan para la cena. Sin saber muy bien lo que hacía, retiró el paño que lo cubría, cogió un cuchillo y empezó a cortar una rebanada. No era un cuchillo para pan y la hoja resbaló haciéndole un pequeño corte en el pulgar.

Acacia observó el dedo con curiosidad. No había sentido nada y no supo que se había cortado hasta que vio aparecer una gota de sangre. Miró el cuchillo. Se sentó en el suelo con la espalda apoyada contra los armarios de la cocina y se arremangó la camisa del uniforme. Apoyó el brazo en la pierna e hizo resbalar la hoja por la tierna piel del interior. Con un cuchillo tan afilado, una ligera presión fue todo lo que necesitó para provocar un largo corte superficial. Pensó que el rojo intenso contrastaba de una forma muy bonita contra la palidez de la piel. Volvió a pasar la hoja por el brazo, haciéndose otro corte, y otro. La sangre comenzó a deslizarse, apenas visible contra la tela azul oscuro de su falda. Acacia observó los cortes y le cruzó la mente el pensamiento de que quizás no fuera su brazo después de todo. ¿Cómo era posible sentirse tan desconectada de su cuerpo y de todo lo que la rodeaba? No sentía absolutamente nada. Quizás si presionaba un poco más…

 

Al abrir los ojos encontró el rostro angustiado de su hermano.

—Andy… —consiguió balbucir—. ¿Qué haces aquí?

Y entonces se dio cuenta de que no estaba en su cama, ni en su casa.

—Por Dios Santo, Acacia, ¿en qué estabas pensando?

La joven lo miró sin saber de qué estaba hablando.

—Mamá te encontró desmayada en un charco de sangre. ¿Cómo has podido hacer algo así?

Acacia echó una ojeada a su alrededor. Una habitación de hospital. Tenía todo el antebrazo vendado. Empezó a recordar.

—Papá está ahora con ella. Ha sufrido un ataque de nervios y está sedada en la habitación contigua.

Andy comenzó a llorar. Acacia no le había visto hacerlo desde que se rompió la pierna por dos sitios al caerse del caballo cuando tenía trece años.

—No lo entiendo —balbució entre lágrimas—. ¿Es que no sabes lo mucho que te queremos?

Inconmovible, Acacia contempló al joven en silencio. ¿Era su amor una ilusión, como todo lo demás? Sabía de lo que Enstel era capaz. Podía inducir a cualquier humano a hacer lo que se le antojara.

Giró el rostro en dirección a la ventana y cerró los ojos, negándose a responder. En esos momentos solo quería desaparecer.

 

Informaron a la directora, a la jefa de estudios y a su tutor de lo ocurrido y, a pesar de que todo fue tratado con la mayor confidencialidad posible, los rumores no tardaron en propagarse por Burton College.

—Por ahí dicen que no fue un accidente —le confesó Millie un día con expresión preocupada—, que intentaste suicidarte. Les he dicho que no es posible, que tú nunca harías algo así, pero últimamente has estado tan rara que ya no sé qué pensar.

—No traté de suicidarme, Millie.

Su amiga le lanzó una mirada, no del todo convencida.

—Tómatelo de este modo: si hubiera querido matarme, lo habría hecho.

En ese momento llegó James.

—¡Acacia! —exclamó con rostro ansioso—. ¡Necesito tu ayuda con desesperación! Llevo dos días peleándome con el trabajo de literatura y estoy a punto de acabar como Romeo.

Para su sorpresa, Acacia encontró el tono de James y la expresión horrorizada de Millie tan cómicos que se encontró a sí misma riendo.

—¿En qué puedo ayudarte?

—Una de las preguntas es “explica el uso de la antítesis en el lenguaje de Romeo y Julieta” y no sé ni por dónde empezar.

—Bueno, ya sabes que la antítesis consiste en el empleo deliberado de palabras que contrastan la una con la otra.

—¿Como cuando Julieta se entera de la muerte de Teobaldo a manos de Romeo y lo llama bello tirano, angelical demonio, santo maldito y villano honorable?

Las palabras removieron algo en su interior que Acacia se esforzó por ignorar.

—Eso es. Los opuestos realzan los conflictos de la historia y hay un montón de referencias a la luz y a la oscuridad, al amor y al odio. El oxímoron consiste en la unión de dos palabras de significado opuesto, por ejemplo, cuando Julieta habla de la despedida como un “dulce dolor”.

—Ah, ya entiendo. ¿Y los juegos de palabras con sentido humorístico también entran en esta categoría?

—Sí, podrías mencionar la broma de Mercucio moribundo o la conversación de los sirvientes al principio de la obra, cuando relacionan todo lo que hacen y piensan con el sexo.




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