Entre sombras

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Los exámenes concluyeron la última semana de junio y, aunque las notas no habrían de saberse hasta mediados de agosto, Acacia tenía la seguridad de haber hecho un buen trabajo. Millie organizó una fiesta en la que Mike acabó vomitando y Millie tuvo que acostarlo en la cama de su hermana pequeña. Aunque se sintió tentada, Acacia sabía que no era buena idea intentar hablar con James todavía. Habían corrido rumores de que iba a ir a otro colegio a terminar sus estudios y cuando Millie le dijo que al final había cambiado de idea y se iba a quedar en Burton, Acacia asintió con alivio. 

Robbie le alcanzó una cerveza y le propuso un brindis.

—Por los nuevos comienzos.

—Por los nuevos comienzos —repitió Acacia con una sonrisa—. No va a ser lo mismo sin ti.

—Gracias, aunque no creo que tengas tiempo de notar mi ausencia. Dímelo otra vez, ¿qué vas a hacer este verano?

—Voy a estar tres semanas con mi familia recorriendo España y luego voy a ir a un campamento de griego y latín en Sussex. Creo que me gustaría estudiar Civilización Antigua en la universidad.

—Parece que todos tenemos grandes planes. Millie va a pasar el verano en Los Ángeles con su tía, James va a trabajar en un dispensario médico de Zimbawe y Mike se va al norte a jugar al rugby.

—¿Y qué vas a hacer tú?

—Ah, ya sabes —respondió con una sonrisa torcida—, vegetar y extrañarte.

Robbie se inclinó hacia ella.

—¿Crees que podríamos escaparnos al jardín un rato? —le susurró al oído—. ¿Por los viejos tiempos?

—¿Y arruinar mi vestido blanco en la hierba?

—Siempre te lo puedes quitar.

—Ah, buena idea... ¿Tienes condones?

—Siempre.

 

Algunas noches más tarde, Acacia entonó en su habitación la canción favorita de Enstel. A menudo en el pasado, en cuanto empezaba a cantar o a tocar el piano, no tardaba en notar la energía pulsátil de Enstel a su alrededor, incluso cuando no se materializaba. Esta vez no dio resultado.

—Pasado mañana volamos a España —dijo Acacia en voz baja—. ¿Recuerdas el viaje que hicimos con el colegio a Barcelona, lo mucho que te gustó Gaudí y la arquitectura modernista? ¿Querrás venir conmigo otra vez? Vamos a disfrutar de un montón de museos, playas, comida, sol y música. Mis padres me han prometido llevarme al sur. Veremos la Alhambra en Granada y la mezquita en Córdoba y sé que te encantarían.

Silencio.

—Te echo muchísimo de menos y siento tanto haber renegado de ti.

Acacia permaneció atenta por si percibía un cambio en la energía. Nada. Finalmente decidió acostarse, sujetando un viejo peluche contra el helado vacío que sentía en el pecho, los ojos anegados en lágrimas.

Si me oyes, ven a mí. Te perdono, mi amor, y espero que tú también puedas perdonarme.

En algún momento debió quedarse dormida de puro agotamiento y, cuando despertó de madrugada, supo de inmediato que no se encontraba sola.

—¡Enstel! —exclamó incorporándose como un resorte.

La contemplaba en silencio, en pie junto a la ventana, su resplandor luminiscente vibrando más potente que nunca. Acacia lo miró, sobrecogida por su belleza angelical, y se dirigió hacia él sin apartar la mirada de su querido rostro.

La energía de Enstel se expandió hacia ella y cuando sonrió y abrió los brazos, Acacia se fundió en él con abandono. Envuelta en su esencia, sintió que su amor por ella, puro e incondicional, no conocía límites.

Cuando sus labios se encontraron y Enstel le transmitió una ráfaga de energía, la joven fue consciente por primera vez de que había compartido su energía con ella desde que era un bebé, no solo cuando le curaba los pequeños cortes y moraduras con un beso o una breve caricia, sino también cuando la acunaba en sus brazos cada noche. Había sido un proceso constante que la había fortalecido mucho más de lo que jamás habría imaginado. Supo que cuando Enstel canalizó energía en su interior de un modo casi indiscriminado tras su caída del roble actuó por pura desesperación, desconociendo cuál podría ser el resultado, guiado por su anhelo de reparar el daño. Jamás había tenido intención de alimentarse de ella y no lo habría hecho en cualquier otra circunstancia. Ese día ocurrió algo insólito para los dos. Absorber la energía de Acacia le provocó, por primera vez en lo que podía recordar de su larga existencia, tal sensación de éxtasis que solo el temor a dañarla fue más fuerte que su deseo y lo obligó a detenerse.

Acacia acarició su rostro, recordando el momento en que, bajo su insistencia, comenzaron a intercambiar energía de forma regular, cuando estaba llena de preguntas que él no podía responder.

—El placer de recibir tu energía es increíble, pero cuando tú absorbes la mía es todavía más intenso. Si tú no pararas, te la daría toda.

—También es así para mí —había murmurado Enstel pensativo—. Tengo que ejercer un enorme autocontrol, temeroso de tomar demasiado o de entregarte más de lo que puedes asimilar.




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