Entre sombras

14

14

 

 

 

 

 

Cuando sus padres fueron a recogerla al final del trimestre, disfrutaron con el concierto de la Sociedad Musical y después almorzaron con Acacia y algunos de sus amigos en el imponente comedor del siglo xv de Magdalen.

Por muy absorta que estuviera en su trabajo, Acacia era consciente de lo mucho que Bill y Lillian la echaban de menos. Los había encontrado extrañamente envejecidos en su última visita y se había dado cuenta de lo importante que era dedicarles tiempo mientras tuviera oportunidad. Pese a numerosas invitaciones, había decidido pasar sus vacaciones de Pascua con ellos en Devon, donde además podría empezar a estudiar para los exámenes y terminar de preparar los documentos necesarios para los trabajos de campo que debía llevar a cabo durante el verano. El curso requería que completara dos proyectos, uno de dos semanas determinado por el comité universitario y otro elegido por ella misma de tres semanas de duración. A su tutor le había parecido buena idea su intención de viajar al norte de España, pero el proyecto tenía que ser aprobado por el comité en el último trimestre.

Disfrutó saliendo a montar a caballo con su padre, jugando con King, paseando entre las esponjosas ovejas con sus corderitos, conociendo a las nuevas terneras. Cuando Andy y Lorraine fueron a visitarlos, pasaron un día fabuloso explorando todos juntos la belleza natural del Parque Nacional de Dartmoor.

Cantó en el centro de la tercera edad en el que su madre todavía era voluntaria cada miércoles acompañándose con la guitarra y, como en cada una de sus visitas, no olvidó los bombones de licor favoritos de la señora Robinson, con la que tomó té y charló durante horas.

Una mañana, mientras ayudaba a su madre en el huerto, levantó la cabeza y se quedó mirándola. Habían estado recogiendo brócoli, rábanos y las últimas coles de Bruselas de la temporada y ahora estaban ocupadas sembrando berenjenas, pimientos, tomates y zanahorias.

—Mamá, ¿sabes lo que necesitamos?

—¿Umm?

—Un día tú y yo solas. Una visita al salón de belleza con limpieza facial, corte de pelo, manicura, lo que te apetezca. Y luego un almuerzo especial, compras y cine. ¿Qué te parece? Aún me queda un montón de dinero de mi cumpleaños.

—¡Suena fantástico, princesa! —exclamó Lillian encantada.

 

Poco antes de regresar a Oxford, Acacia tuvo oportunidad de ver a Millie, recién llegada de Suiza donde había estado esquiando con su nuevo novio, un chico de California que estudiaba Ingeniería Electrónica en Edimburgo. Al final se había cansado de que Mike le dedicara mucho más tiempo a los entrenamientos que a ella y, después de superar la ruptura y lograr salvar la amistad entre ellos, estaba más feliz que nunca. Hablaron de los viejos y nuevos tiempos mientras tomaban café, intercambiando historias y las últimas noticias de James y Robbie, quien se las había arreglado para que lo expulsaran de la Escuela de Gestión de Empresas.

—Te noto distinta —dijo Millie de repente entrecerrando sus vivaces ojos claros.

—Nuevo corte de pelo.

—No, es otra cosa… Pareces más serena y tu piel resplandece como si tuvieras una luz interior.

Acacia le devolvió la mirada sin atreverse a comentar nada.

—Siempre has sido guapísima, pero ahora estás radiante —continuó su amiga.

—Gracias, Millie —respondió Acacia buscando desesperadamente un tema con el que desviar la conversación.

—Hemos sido amigas desde que teníamos dos años y, aunque te quiero muchísimo, siempre he sabido que eras diferente.

—¿Cómo diferente? —se encontró preguntando con un hilo de voz.

—Ya sabes, especial. Cuando me contaste que eras adoptada, de alguna forma pareció tener sentido. Nunca has sido una de nosotros. Desde pequeña sospeché que podías ver y oír cosas que a los demás nos estaban vedadas. A veces te quedabas contemplando el vacío o le sonreías a la nada y tu expresión adquiría una suavidad y una luminosidad como la que tienes ahora, como si estuvieras frente a una imagen divina.

—No soy una iluminada, si es eso lo que quieres decir, ni una santa.

—No, claro que no —respondió Millie apretándole la mano—. No te molestes, por favor. Te lo digo con la mejor intención. Es algo bueno, como si estuvieras floreciendo.

De nuevo en Oxford, el recuerdo de la conversación con Millie todavía la atormentaba. Aunque había sido cuidadosa toda su vida, era evidente que no siempre podía dominar sus reacciones, sobre todo cuando Enstel se encontraba alrededor. Sabía que algunos de sus profesores, sobre todo cuando era niña y no siempre ocultaba sus conversaciones con él, habían hablado con sus padres acerca de las peculiaridades de la pequeña Acacia. Lillian y Bill jamás le dieron mayor importancia y nunca le habían comentado nada directamente, pero los había sorprendido intercambiando una mirada en más de una ocasión.

Ahora la conexión con Enstel era más fuerte que nunca y algo le decía que las cosas estaban, de alguna forma, a punto de cambiar. Sentía que no siempre podía mantener un control total y eso la aterrorizaba más de lo que se atrevía a admitir.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.