Entre Sombras y Balas

CAPÍTULO 1:El Inico Del Fuego

La noche estaba pesada, el aire frío envolvía la ciudad como una manta sofocante que no ofrecía consuelo. Máx Melean encendió un cigarrillo mientras esperaba junto a su motocicleta. No debería estar pensando en casa, pero el olor del humo siempre le traía recuerdos de Maracaibo. Las noches de bochinche, calor infernal, y su madre gritándole que no volviera tan tarde. Eso era otro mundo. Un mundo que había dejado atrás hacía años.

Aquí, en esta ciudad extranjera, lo único que importaba era el dinero, las balas y sobrevivir al día siguiente. Y él estaba jodidamente bueno en eso.

Máx miró su reloj. Pasaban diez minutos de la medianoche, y no había tiempo que perder. El encargo era simple: **entrar, recoger un maletín, y salir sin hacer ruido**. El trabajo se lo había dado su contacto habitual, Víctor, que era lo más cercano a un amigo que tenía en este lado del mundo.

“Rápido y fácil”, le había dicho Víctor. Pero Máx sabía que en su mundo nada era rápido ni fácil. Y si lo parecía, seguro había algo que no le estaban contando.

Se subió a la moto y aceleró. El rugido del motor resonó por las calles vacías, y el viento golpeaba su rostro como bofetadas de realidad. Llegó a las afueras de la ciudad, donde se alzaba una vieja bodega abandonada. Era un lugar perfecto para este tipo de tratos: fuera del radar, lejos de la policía, y con suficientes rincones oscuros para esconder cadáveres.

**La Misión se Complica**

Máx apagó la moto y entró por una puerta oxidada. La oscuridad lo recibió como una vieja amiga. El olor a humedad y polvo le llenó las fosas nasales. Caminó despacio, manteniéndose alerta. La pistola, oculta bajo su chaqueta, era un recordatorio constante de que las cosas podían salir mal en cualquier momento.

Al fondo de la bodega, bajo la tenue luz de una bombilla parpadeante, vio **el maletín negro**. Estaba exactamente donde le habían dicho que estaría. Todo parecía demasiado fácil.

Se acercó lentamente, mirando a su alrededor por si había alguna sorpresa. Nada. Levantó el maletín con una mano, sintiendo el peso familiar de lo que seguramente serían billetes o algo más valioso. Lo colocó sobre una mesa vieja y lo abrió.

**Vacío.**

El corazón de Máx latió con fuerza en su pecho. *¿Qué clase de broma es esta?* Antes de que pudiera procesar lo que significaba, escuchó un **clic** detrás de él: el inconfundible sonido de un arma siendo amartillada.

—Si buscas dinero, llegaste tarde, chico bonito —dijo una voz femenina, cargada de sarcasmo.

**La Chica del Caos**

Máx se giró lentamente, levantando las manos en un gesto de calma, aunque su mente ya estaba calculando las probabilidades de desarmarla. **Ella** estaba ahí: de pie, sosteniendo una Glock negra con una seguridad que no esperaba ver en alguien como ella. No parecía una mafiosa, pero tampoco una inocente atrapada por accidente.

—¿Quién carajo eres? —preguntó él, entrecerrando los ojos.

Ella esbozó una sonrisa que no llegó a sus ojos. **Misteriosa, con aire peligroso, pero también hermosa.** Vestía ropa casual, pero había algo en su forma de moverse, como si llevara el caos en la sangre.

—Una turista con mala suerte —respondió, sin bajar el arma—. Y tú, ¿quién eres? ¿Un ladrón barato?

Máx sonrió de lado, el sarcasmo esculpido en su expresión.

—Nah, más bien un... repartidor. Hago entregas a domicilio, ya sabes.

Ella arqueó una ceja, divertida por su respuesta, pero sin bajar la guardia. Máx la observó con atención: no parecía nerviosa, y eso le preocupaba. Nadie en este negocio se mantenía tan calmado si no estaba bien preparado.

—¿Qué quieres? —preguntó él, cansado de los juegos.

—Lo mismo que tú, supongo. **Ese maletín.** Pero parece que nos jodieron a los dos, ¿verdad?

Antes de que Máx pudiera responder, **el sonido de llantas frenando bruscamente afuera** llenó el aire. Ambos se miraron al mismo tiempo. No había tiempo para preguntas. Máx sacó su pistola y le hizo un gesto.

—¿Sabes disparar o solo posas con esa cosa? —preguntó él.

Ella sonrió, como si acabara de aceptar un reto.

—Descúbrelo tú mismo.

El Primer Tiroteo

Los dos se movieron al unísono. Máx corrió hacia una columna de concreto mientras ella buscaba cobertura detrás de unos barriles oxidados. **Los pasos apresurados y las voces furiosas** de los hombres afuera resonaban en la bodega. Los habían seguido, y no eran del tipo que negociaba.

Máx asomó la cabeza lo suficiente para ver a tres hombres armados entrando por la puerta principal. No había escapatoria fácil. *Jodido como siempre, Melean,* pensó para sí mismo.

—¿Tienes alguna brillante idea, "turista"? —susurró él, sin apartar la vista de los hombres.

—Sí. No morir. —Ella le guiñó un ojo y levantó su arma.

Máx no pudo evitar reírse, a pesar de la situación.

—Me caes bien, loca.

Los primeros disparos rompieron el silencio, haciendo eco en la bodega. Máx y la chica respondieron al fuego con precisión. Las balas silbaban en el aire mientras ambos se cubrían y disparaban. El humo del polvo y la pólvora llenaba el lugar, creando un ambiente opresivo.

Uno de los hombres cayó al suelo con un grito de dolor, pero los otros dos seguían avanzando. Máx sabía que no podrían mantener la posición por mucho tiempo.

—¡Por aquí! —gritó ella, señalando una puerta trasera.

Máx la siguió sin pensarlo dos veces. Apenas cruzaron la puerta, él la cerró de un portazo y escucharon los gritos furiosos de los hombres detrás de ellos. La chica lo miró, con una mezcla de emoción y adrenalina en los ojos.

—¿Sabes? —dijo Máx, respirando con dificultad—. Podría acostumbrarme a esto.

Ella le devolvió la mirada, con una sonrisa peligrosa.

—Todavía no hemos salido de esta, repartidor.

Cuando pensaban que estaban a salvo, una sombra apareció al final del callejón oscuro. Un hombre alto, con el rostro parcialmente cubierto por una capucha, los esperaba. En su mano, sostenía una pistola apuntando directamente hacia ellos.




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