★SARA VILLALOV★
Vivo en un departamento pequeño en Florida. Mi vida siempre ha sido simple, silenciosa... casi invisible. Tal vez por eso trabajo en una biblioteca: es el único lugar donde el mundo no me pesa. Pero ese día, mientras leía en mi escritorio, algo cambió.
Algo que jamás podré olvidar.
La puerta se abrió con un golpe seco que hizo temblar las paredes. Entraron varios hombres altos, vestidos de negro, caminando como si el lugar les perteneciera. Mi pecho se cerró al instante. Me escondí detrás de una estantería, intentando respirar sin hacer ruido.
Y entonces lo vi.
Él.
Su presencia rompió el aire. Su cabello negro caía sobre su frente como una sombra perfecta. Su traje oscuro parecía absorber la luz. Pero lo peor... lo mejor... eran sus ojos: fríos, profundos, peligrosos. Ojos que podían matar. O salvar. O ambas.
Su mirada se posó justo en mi escondite. Mi corazón dio un salto tan fuerte que pensé que él podría escucharlo. Cuando empezó a caminar hacia mí, sentí que mi vida terminaba ahí. Pero en el último segundo se detuvo y se giró.
Respiré, o intenté hacerlo.
Pero otro de ellos sí me vio.
Me tomó del brazo con tanta fuerza que sentí las uñas hundirse en mi piel y me obligó a arrodillarme con los demás. Quise gritar, pero el miedo me robó la voz. Mis lágrimas empezaron a caer sin que pudiera detenerlas.
Y él... el líder... me miró.
Esa mirada me congeló. No tenía compasión. Pero tampoco indiferencia. Había algo más oscuro ahí. Algo que no entendí.
Los disparos comenzaron.
Cuerpos cayeron a mi alrededor. El sonido de las balas se mezclaba con gritos ahogados y el olor a pólvora. Acepté mi final. Lloré. Bajé la cabeza.
El cañón frío de un arma tocó mi frente.
Cerré los ojos.
Pero su voz, grave y cortante, atravesó todo:
-Alto.
El silencio cayó como una sentencia.
el hombre que me apuntaba, lo miró sin entender.
-¿Qué? ¿Por qué?
Él caminó hacia mí con pasos lentos, calculados, como un depredador acercándose a su presa. Sus ojos recorrieron mi rostro lleno de lágrimas, pero su expresión no cambió.
-Déjenla... -su voz bajó, oscura, peligrosa- libre.
Apartó el arma de mi cabeza como si fuera un estorbo.
-Vete -agregó, mirándome fijamente-. Antes de que me arrepienta.
Sus ojos decían lo contrario. Decían que no quería dejarme ir.Pero me fui. Corrí. O escapé. No sé.
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Al día siguiente traté de hacer mi vida normal. Fui al parque, intentando olvidar su mirada clavada en mí, como si aún pudiera sentirla caminando por mi piel.
Pero la noticia de la masacre me revolvió el estómago. Corrí a una cafetería para calmarme. Pedí un café. Y cuando creí que podría respirar...
Él entró.
El mundo se detuvo.
Me temblaron tanto las manos que derramé el café caliente sobre mí. Él levantó la cabeza con un movimiento lento, como si hubiera sentido mi presencia antes de verme.
Su mirada me atrapó.
Como si estuviera marcada.
Como si ya fuera suya.
Me refugié en el baño, temblando. Cuando salí, traté de escapar. No quería sentir ese imán extraño que me jalaba hacia él.
Pero dos hombres empezaron a seguirme. Y cuando uno me tomó, cuando sentí el frío de la navaja contra mi cuello, pensé que esta vez no había salvación.
Hasta que escuché su voz.
No como líder ahora... sino como una sombra mortal protegiendo algo suyo.
-Suéltala -dijo, apuntando con su pistola.
El hombre dudó, pero yo temblaba tanto que ni respiraba.
Finalmente me soltó.
el me tomó de la muñeca con fuerza, pero su toque, a diferencia de los otros, me hizo sentir... viva.
Su piel estaba caliente, Su agarre firme, Su respiración cerca de la mía.
Me guiaba como si el mundo entero fuera peligroso excepto él.
Como si él fuese mi única salida...
y al mismo tiempo... mi peor perdición.
Cuando uno de los atacantes corrió para apuñalarlo, él me empujó lejos. Caí, pero aún desde el suelo vi cómo dominaba la situación como si fuera un dios de la muerte.
Un disparo.
Un cuerpo.
Sangre.
Y sus ojos... solo me miraban a mí.
Se acercó. Despacio, Como si temiera asustarme más. O como si quisiera memorizar cada lágrima de mi rostro.
Me extendió la mano.
No pude tocarlo.
No aún.
Retrocedí, temblando, rompiéndome.
Él me observó en silencio. Parecía debatirse entre acercarse... o dejarme huir.
Y entonces, con una voz que solo yo escuché, como un secreto oscuro:
-Nos vemos luego... cuídate.
Fue una amenaza, Fue una promesa, Fue las dos cosas.
No lo se.
(Hola a todos, no diré mi nombre, creo que no es necesario, batalle mucho sobre si subir esto o no, espero que les guste, no eh echo ilustraciones de los personajes, ta vez lo haga más adelante, chau)