Entre sombras y deseo

CAPITULO N°8

DESCONOCIDO★

No entro en escena. No necesito hacerlo.

Nunca lo he necesitado.

La observo cada día desde hace cuatro años. Cuatro años.

Ni un amanecer sin su sombra, ni una noche sin rastrear sus pasos.

No la pierdo de vista, porque es una pieza demasiado valiosa en un tablero que solo yo sé jugar.

Ella, tan ingenua… tan deliciosamente inconsciente de lo que acecha a su alrededor, de lo que la roza sin tocarla.

Ella se ríe. Conversa. Vive.

Y yo tomo nota de cada gesto, cada desvío de mirada, cada respiración acelerada.

La conozco mejor de lo que jamás se conocerá a sí misma.

No estoy aquí para intervenir… todavía.

Solo necesito confirmar que sigue donde la dejé: lejos de mí, sí… pero siempre dentro de mi sombra.

Siempre mía, aunque no lo sepa.

Pero ese estorbo—ese imbécil de Adrián Navarro—no coopera.

Aquel día en la biblioteca vino a buscarme, creyendo que podría matarme.

Pobre desgraciado.

Su mafia estadounidense odia a la mía, la rusa; teme que yo devore lo que ellos fingen proteger.

Y tienen razón: vine a quitarle todo lo que posee.

Todo.

Lo irónico es que ni siquiera conoce mi nombre.

Me presiente, nada más. Sabe que estoy ahí, rozándolo desde las sombras como una amenaza que no logra definir.

Es entretenido verlo intentar adivinar dónde estoy.

Y ahora… ahora tengo una razón adicional para matarlo.

Ella.

Sara Villalov.

Llevo semanas observándolo, y cada día es más evidente cómo su nueva debilidad crece en ella.

Ese día en el restaurante dejó de ser sospecha para convertirse en verdad:

él cae por ella.

Y si la tuviera en mis manos, si tan solo la apretara un poco…

haría que él renunciara a todo, sin pensarlo.

Pero no quiero que renuncie.

No todavía.

Quiero verlo sufrir.

Quiero verlo arder mientras algo que ama se apaga lentamente frente a sus ojos.

Quiero ser yo quien controle cada segundo de esa caída.

¿Motivo?

No lo necesito.

Tal vez lo odio con cada rincón de mi ser solo por atreverse a meterse con algo que me pertenece desde antes de que él apareciera en este mundo.

Sara.

Mi Sara.

Aunque ella aún no lo comprenda.

Y él pagará por eso.

Oh, sí.

Pagará con su propio dolor, con su desesperación más íntima.

Y solo imaginarlo… casi me provoca placer.

Lo veo otra vez.

A él.

A Adrián.

Siempre aparece donde no debería, caminando cerca de ella como si tuviera derecho alguno… como si pudiera reclamar lo que jamás le pertenecerá.

Y esa cercanía absurda, esa pretensión ridícula, despierta en mí una rabia tan fina, tan helada, tan perfecta… que me hace sonreír por dentro.

Yo observo desde lejos.

Como siempre.

No necesito acercarme para saber lo que está ocurriendo.

Puedo leerlo tan fácil como leo a todos.

Adrián irrumpió en su vida sin permiso, sin invitación.

Un intruso que ignora por completo las reglas del lugar donde pisa.

Un idiota que se atreve a tocar lo que no debe.

Con algo que es mío.

Y cada vez que se acerca a ella, ese pensamiento reaparece, venenoso, inevitable:

Adrián no sabe en qué se está metiendo. Y por ello creare mi nueva jugada, la mejor, y mas deliciosa de todas.

---

SARA VILLALOV★

Hoy estoy frente al espejo de mi habitación, aún con su voz atrapada en mi cabeza. Las palabras de Adrián…

mierda, todavía puedo sentirlas recorriéndome la piel como si las hubiera susurrado justo ahora, pegado a mí.

Estoy feliz.

Estoy confundida.

Y también estoy asustada de lo que despertó dentro de mí.

Algo que nunca había sentido.

Algo que no debería sentir por nadie.

Mucho menos por él.

No sé si está en su habitación, ni si bajó, ni si salió… porque no he eh salido de la mía desde que amaneció.

No dejo de pensar en él, en sus manos, en la forma en que me miró como si ya supiera lo que iba a decir antes de que yo misma lo supiera.

Por qué demonios tengo que pensarlo tanto.

Esto me está volviendo loca.

Y lo peor… lo peor es que me gusta.

Sus ojos —gris, azul, una mezcla extraña que cambia con su humor— me persiguen incluso cuando cierro los míos. Ese maldito hombre me confunde hasta en lo más mínimo. Nunca sé qué versión de él voy a encontrar… y aun así, me acerco.

Como si mi cuerpo lo buscara sin permiso.

Suspiro, tratando de recomponerme. Me pongo un atuendo blanco con gris —cómodo, simple, seguro— y salgo para ir a trabajar al restaurante.

Cuando llego, saludo a Irina, que está atendiendo a un hombre alto, rubio, traje negro con detalles rojos. Demasiado llamativo, demasiado elegante… demasiado fuera de lugar.

El tipo gira la cabeza hacia mí y sonríe.

Esa sonrisa… esa mirada…

Me incomoda profundamente.

Me provoca un escalofrío que no sé si es advertencia o instinto.

Juro que ya la he visto antes en algún lado.

Y no me gusta.

No lo saludo de vuelta. Espero que no lo haya tomado mal, aunque sinceramente me importa poco. Cuando alguien no me da buena vibra, mantengo distancia. Punto.

Después le pregunto a Irina quién es él… pero me dice que luego me cuenta.

Genial. Justo lo que necesito: misteriosos desconocidos que se sienten demasiado cómodos mirándome.

Sacudo la cabeza.

Debo concentrarme.

Hoy me pagan mi primer salario desde que entré, después del tiempo de prueba, aunque ya me hayan contratado oficialmente. Pero ni así este trabajo me llena. No es lo que quiero.

Mi corazón jamás ha estado en un restaurante.

Lo mío son los libros… sus mundos, sus historias. Yo debería estar en una biblioteca, o mejor aún…

dirigir mi propia biblioteca.

Un lugar lleno de terror, fantasía, romance juvenil, dark romance… todo lo que hace que otros se pierdan igual que yo lo hago.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.