Entre sombras y destinos

El Amanecer de la Tormenta

La tormenta rugía afuera, como si la naturaleza misma luchara una batalla que reflejaba el caos en el interior de su alma. El viento azotaba las ventanas de la cabaña donde Elara se resguardaba, sola, con su corazón en guerra. Había huido allí para escapar de la creciente oscuridad que se cernía sobre ella y sobre él: Kael, el hombre que amaba. Pero ahora, el conflicto era inevitable. En ese lugar recóndito, sus destinos finalmente se encontrarían.

Desde que conoció a Kael, todo en su vida había cambiado. Él era un guerrero, pero no de este mundo. Procedía de un reino donde la magia y las sombras gobernaban, un lugar donde Elara no pertenecía, pero su amor por Kael la había arrastrado inevitablemente a su órbita, a su lucha. Al principio, su amor había sido un refugio, un lugar donde podían ser libres, lejos del deber y de las responsabilidades que los agobiaban. Sin embargo, con el tiempo, las cicatrices invisibles de Kael, los secretos que escondía, comenzaron a brotar.

Elara lo sabía, siempre lo había sabido. Había una oscuridad en él, algo que lo consumía poco a poco. Lo había visto en sus ojos, cada vez más distantes. Algo dentro de él peleaba por control, y ella se dio cuenta de que la batalla que Kael libraba no era solo contra enemigos externos, sino contra sí mismo.

Y ahora, allí estaba ella, esperando la llegada de Kael, sabiendo que él venía no para buscar consuelo, sino para pelear una última batalla, la más importante: la del corazón.

De pronto, la puerta de la cabaña se abrió de golpe, el viento arrastrando hojas y frío hacia el interior. Kael estaba allí, empapado, su capa oscura pegada a su cuerpo. Pero no era el hombre que ella había conocido, no del todo. Sus ojos, antes llenos de ternura y fuego, ahora brillaban con un fulgor oscuro, casi inhumano.

—Elara —su voz era un susurro, un eco de lo que alguna vez fue—. Sabes por qué estoy aquí.

Ella dio un paso hacia atrás, su corazón latiendo con fuerza en su pecho, pero no era miedo lo que sentía. No, no podía temerle, aunque sabía lo peligroso que era ahora. Elara siempre había creído que, sin importar lo que ocurriera, ella podía salvarlo. Pero en ese momento, viendo la sombra que se cernía sobre Kael, no estaba tan segura.

—No tienes que hacer esto —dijo ella, con la voz quebrada—. Podemos luchar juntos. Aún hay esperanza.

Kael cerró los ojos por un momento, como si estuviera luchando internamente, como si quisiera volver a ser quien era. Pero cuando los abrió, la oscuridad en su mirada era más fuerte que nunca.

—No puedo detener esto, Elara. Esta es una guerra que debo ganar... o perder.

Ella sintió cómo su corazón se desgarraba. Las palabras de Kael eran como una sentencia. No era solo una batalla por su alma, era una batalla por su amor, por todo lo que habían construido juntos. Si Kael caía en la oscuridad, todo terminaría.

Elara no iba a permitirlo.

—Entonces lucharé contigo, Kael. Porque te amo —dijo, su voz firme, aunque su cuerpo temblaba—. No dejaré que esto te consuma. No dejaré que esta guerra te quite lo que eres.

Él la miró, sus ojos destellando con una mezcla de dolor y deseo, como si en ese momento la amara más que nunca, pero también supiera que no había salida. Y entonces, sin más aviso, Kael avanzó hacia ella. No con la intención de herirla, sino como un hombre al borde del abismo, buscando la única ancla que lo mantenía humano.

La batalla no era con espadas o con magia. Era un combate silencioso, de emociones, de voluntades. Kael luchaba por controlarse, por no ceder ante la oscuridad que lo devoraba. Y Elara luchaba por mantener viva la luz en él, por recordar quién era, por no rendirse.

Con cada paso, el aire a su alrededor parecía volverse más pesado, más oscuro. Elara sintió el frío de la oscuridad colarse por su piel, como si intentara alcanzarla también. Pero ella se mantuvo firme. Con cada palabra, cada mirada, le recordaba quién era. Le recordaba lo que significaba el amor, la esperanza.

Finalmente, Kael cayó de rodillas frente a ella, su cuerpo temblando mientras las sombras se arremolinaban a su alrededor, como si intentaran arrastrarlo lejos. Pero Elara lo abrazó con fuerza, sosteniéndolo en sus brazos, dispuesta a pelear hasta el último aliento.

—Te amo, Kael —susurró—. No importa lo que pase, siempre te amaré.

Y con esas palabras, algo dentro de él cambió. La oscuridad que lo envolvía pareció vacilar, retroceder, como si la luz del amor de Elara fuera demasiado fuerte para ser apagada.

Kael levantó la cabeza, y por primera vez en lo que parecían años, sus ojos estaban claros. Las sombras se desvanecieron, y él, exhausto pero libre, se dejó caer en los brazos de Elara.

La guerra no había terminado. Todavía había batallas que librar, tanto dentro como fuera de ellos. Pero por ahora, en ese momento, habían ganado una batalla más importante que cualquier otra: la guerra por su corazón.



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En el texto hay: fantasia, romance, fantasía hadas

Editado: 13.10.2024

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