No quiero saber quiénes somos el uno sin el otro
Es demasiado duro
No quiero irme de aquí sin ti
No quiero perder parte de mí
En un rincón olvidado del mundo, habían pasado varios años desde la desaparición de aquel pequeño que se volvió uno con la sombra, quien se convirtió en una leyenda de un pueblo abandonado un mito, tal vez…, uno que se fue perdiendo y solo regresaba por aquellos que lo dañaron en su infancia y cada año, en su cumpleaños regresaba por aquellas almas sacrificadas y cada vez que iba menos quedaban...
Ya nadie quería ir de visita o a vivir allí incluso en pueblos lejanos se escuchaban rumores de aquella historia que trajo desgracia, pero nadie iba a investigar, todo lo contrario, solo salían cuando necesitaban cazar, pero solo a las afueras, aunque no se acercaran al pueblo e iban más profundo al bosque; Algo que nunca se supo y quedo como un misterio fue exactamente lo que paso con la chica de conoció hace años, aquella que culparon como una bruja...
nadie supo la verdad, un misterio permanecía sin resolver: el paradero de la niña que había sido acusada de brujería poco antes de que el niño desapareciera. Muchos creyeron que había muerto en la hoguera, pero otros aseguraban que había escapado al bosque, donde había encontrado algo... o a alguien.
La pequeña niña que para unos estaba perdida, para otros estaba maldita. se volvió una guerrera, se unió a la guardia de aquel pueblo, convirtiéndose en una promesa en la caza debido a sus grandes habilidades a tan corta edad...
En un pueblo lejano se encontraba acurrucada bajo las sábanas descansando, una joven que trataba de dormir. Su largo cabello suelto y desordenado acompañados de mechones rebeldes, como si la fría brisa de invierno la despeino horas antes. Su piel pálida, iluminada tenuemente por la luz que se cuela desde la ventana, contrasta con las sombras de la habitación, destacando las suaves líneas de su mandíbula y la curva delicada de sus pómulos.
Sus ojos, de un verde intenso, pero ahora algo cansado, parpadean lentamente, tratando de encontrar calma en la oscuridad. Las cejas ligeramente fruncidas delatan una mente que no logra apagarse del todo, quizás asediada por pensamientos o recuerdos. A pesar de ello, hay algo sereno en su expresión, como si estuviera atrapada entre el insomnio y el deseo de soñar.
Lleva una camiseta simple de tirantes, verde oscuro, que se adapta suavemente a su figura, permitiendo ver los pequeños detalles de su clavícula y hombros expuestos. La postura que adopta es relajada, pero ligeramente inquieta: un brazo doblado bajo la cabeza, mientras con la otra mano juega distraídamente con un mechón de su cabello.
En ese momento, parece un retrato de calma rota: hermosa en su vulnerabilidad, atrapada entre el deseo de descansar y la imposibilidad de dejarse llevar por el sueño. Se incorporó lentamente, intentando distinguir algo en la penumbra. La ventana seguía abierta, y las cortinas ondeaban suavemente con el viento helado del exterior.
Aquella joven se quedo un buen rato mirando al techo, tratando de recordar aquellos sueños con un desconocido, siempre era en un bosque, en la noche y había varias piedras rotas, el sonido del viento entre las ramas era casi un susurro, siempre era yo la que llegaba corriendo, no sabia si estaba huyendo o buscando algo, pero de lo que si estoy segura es que siempre estas allí, apoyado en el tronco de un árbol roto.
—¿Qué haces aquí? —preguntó él, su voz grave pero tranquila, como si ya me conociera.
—No lo sé —respondí esta vez, sin aliento, con el corazón latiendo en la garganta—. Siempre acabo aquí.
—¿Siempre? —su tono era más una afirmación que una pregunta.
—Sí —asentí, mirando las piedras rotas y el bosque que parecía susurrar secretos al viento—. Cada vez que sueño contigo, todo se repite.
En mi memoria este era el sueño más vivido que tenía, en un bosque con el… quizás en ocasiones si había pequeños cambios, algún juego era diferente, quizás la conversación cambiara un poco, pero siempre partida con lo mismo, un encuentro en el bosque nocturno
Al comienzo del sueño el nunca insistía, pero luego de la primera conversación acompañada de algunos silencios, esta se volvía más cálida, amigable talvez, mmm… como podría describirla.
Partimos hablando sobre el bosque, la luna, y con las conversaciones, aquel chico se iba soltando, compartía retazos pequeños de su vida, miedos y del inexplicable impulso que te había llevado hasta allí. Cuando te despediste esa noche, sentiste que algo había cambiado, aunque no supiste qué exactamente.
Esos sueños se volvían mas frecuentes tus pasos te llevaban de nuevo allí, y siempre lo encontrabas esperándote. Al principio, las conversaciones eran cautelosas, como dos desconocidos tanteando el terreno, pero con el tiempo, las palabras fluían con naturalidad. Él te contaba historias de su infancia, de cómo había aprendido a sobrevivir solo en el bosque, y tú le hablabas de tus sueños, de tus inseguridades y de todo aquello que nunca habías compartido con nadie.
Algunas de las conversaciones que recuerdo fueron…
(Conversación 1)
—¿Cómo te llamas? —preguntaste finalmente.
—Eso no importa aquí —respondió, su voz llena de misterio.
—¿Por qué no?
—Porque aquí no somos lo que somos afuera.
(Conversación 2)
—El viento siempre suena igual aquí, como si hablara —comentaste una noche, sentándote a su lado, aunque manteniendo cierta distancia.
—Tal vez lo haga —respondió él, mirando las ramas que se mecían sobre ustedes.
—¿Y qué dice?
—Lo que necesitas escuchar. Solo que no siempre lo entiendes.
—¿Siempre hablas en acertijos? —preguntaste, sonriendo un poco.