Lena se despertó al día siguiente con una sensación de emoción y aprensión en su pecho. Los recuerdos de su encuentro con Alex la noche anterior se mezclaban con sus sueños, creando una nebulosa de imágenes y sensaciones. El sonido de las olas rompiendo contra las rocas, que solía ser un consuelo constante, ahora parecía un acompañamiento a su corazón acelerado.
Se levantó lentamente, saboreando la tranquilidad de la mañana en su estudio. El sol brillaba a través de las cortinas, llenando el espacio con una luz cálida y dorada. Lena se acercó a la ventana y observó el jardín, donde las flores que había plantado estaban en plena floración. Este pequeño oasis de colores y vida siempre había sido su refugio, un lugar donde podía encontrar paz y claridad.
Después de prepararse una taza de café, Lena decidió dar un paseo por la playa para despejar su mente. El aire fresco y salado le proporcionó una sensación de renovación mientras caminaba descalza sobre la arena húmeda. A lo lejos, podía ver a algunos pescadores preparando sus botes y a un par de niños construyendo castillos de arena. Havenport tenía una manera de hacer que todo pareciera más sencillo y hermoso.
Mientras paseaba, sus pensamientos volvían una y otra vez a Alex. ¿Quién era realmente? ¿Qué secretos escondía detrás de esa sonrisa encantadora y esa voz cautivadora? Lena sabía que todos llevaban consigo cicatrices del pasado, pero había algo en Alex que la hacía querer descubrir más, querer entender las sombras que lo rodeaban.
Decidida a no dejar que la incertidumbre la consumiera, Lena regresó a su estudio y se sumergió en su arte. Durante horas, dejó que sus emociones fluyeran a través del pincel, creando una serie de pinturas que reflejaban el torbellino de sentimientos en su interior. Los colores vibrantes y las formas abstractas parecían cobrar vida propia, narrando una historia de esperanza y redención.
Al caer la tarde, un suave golpeteo en la puerta la sacó de su concentración. Lena se levantó y abrió la puerta, encontrándose cara a cara con Alex. Llevaba una sonrisa tímida y sostenía una pequeña caja de madera en sus manos.
—Hola, Lena. Espero no estar interrumpiendo —dijo, con una nota de nerviosismo en su voz.
—No, para nada —respondió ella, sintiendo un calor agradable extendiéndose por su cuerpo—. ¿Qué tal tu día?
—Fue interesante —contestó Alex, mirando alrededor del estudio con curiosidad—. He explorado un poco la ciudad y decidí pasar por aquí para traerte esto.
Le entregó la caja, y Lena la abrió con cuidado. Dentro, encontró una pequeña colección de conchas marinas y piedras pulidas, cada una más hermosa que la anterior. Alex la observó con una mezcla de anticipación y ternura.
—Pensé que te podrían gustar —dijo—. Las recogí esta mañana en la playa.
Lena sonrió, profundamente conmovida por el gesto.
—Son preciosas. Gracias, Alex. Eres muy atento.
Pasaron el resto de la tarde juntos, hablando sobre sus vidas y compartiendo historias. Alex le contó sobre su amor por la música y cómo había viajado por el mundo buscando su lugar. Lena, a su vez, habló sobre su arte y cómo había encontrado en Havenport un santuario para su alma atormentada.
A medida que la conversación avanzaba, Lena sintió que una conexión profunda y sincera se estaba formando entre ellos. Había algo en Alex que resonaba con ella, algo que la hacía sentir comprendida y aceptada. Por primera vez en mucho tiempo, Lena se permitió bajar sus defensas y abrir su corazón.
La noche cayó rápidamente, y la luz suave de las lámparas llenó el estudio con un resplandor acogedor. Lena se dio cuenta de que no quería que este momento terminara, pero sabía que eventualmente tendría que enfrentar la realidad de sus propios miedos y dudas.
—Gracias por venir, Alex —dijo finalmente, mirándolo a los ojos—. Significa mucho para mí.
—El placer es mío, Lena —respondió él, tomando su mano con suavidad—. Me alegra haber encontrado a alguien con quien puedo ser yo mismo.
Se despidieron con la promesa de verse de nuevo, y Lena se quedó sola en su estudio, sintiendo una mezcla de alegría y aprensión. Sabía que su vida estaba a punto de cambiar de maneras que aún no podía comprender, pero por primera vez en mucho tiempo, se sintió lista para enfrentar lo que viniera.
Con el sonido de las olas como su única compañía, Lena se dirigió a su cama, permitiéndose soñar con un futuro lleno de posibilidades. Las sombras del pasado aún estaban allí, pero las estrellas en el horizonte prometían un nuevo amanecer, y Lena estaba dispuesta a seguir su luz.
Editado: 11.11.2024