Narrado por Isabella
La tregua había llegado a su fin, pero las aguas seguían turbias. Alekséi y yo habíamos conseguido frenar a un enemigo común, pero la tensión entre nuestras familias seguía ardiendo bajo la superficie. Cada paso que daba, cada decisión que tomaba, sabía que podía llevarnos de vuelta al borde de la guerra.
Amanecí más temprano de lo habitual, incapaz de dormir. Mi mente estaba llena de escenarios, planes y posibilidades. Sabía que Alekséi estaba tramando algo, aunque no había dado ninguna señal evidente. El silencio en nuestra relación era más peligroso que cualquier amenaza directa.
Me dirigí a la cocina, buscando café, cuando me encontré con Valentina. Su rostro reflejaba una mezcla de agotamiento y preocupación.
"¿No puedes dormir?" le pregunté mientras llenaba mi taza.
"No exactamente," respondió, sentándose en la mesa. "Dimitri estuvo hablando anoche. Está preocupado por cómo terminará esto."
"Es bueno saber que al menos tiene algo de sentido común," respondí con sarcasmo.
"Isabella..." Valentina me miró con seriedad. "Creo que deberíamos intentar algo diferente. No podemos seguir viviendo en este estado constante de guerra."
"¿Y qué sugieres? ¿Que simplemente olvidemos lo que los Ivanov nos han hecho?"
"No estoy diciendo eso. Solo creo que, si seguimos así, ninguno de los dos lados saldrá ganando."
Su tono era tranquilo, pero firme. Por un momento, consideré sus palabras. Valentina siempre había sido la más pacífica de nosotras, la que veía las cosas desde una perspectiva más humana. Pero en el mundo en el que vivíamos, la humanidad era una debilidad.
"No es tan simple," le dije finalmente. "Ellos tienen su forma de hacer las cosas, y nosotros la nuestra. No hay punto medio."
Valentina suspiró, resignada. Sabía que no iba a convencerme.
Más tarde, Alessia llegó a mi despacho con un informe en la mano. Su expresión era grave, lo que nunca era una buena señal.
"Tenemos un problema," dijo, dejando el informe frente a mí.
"¿Qué pasa ahora?"
"Uno de nuestros almacenes en Génova fue atacado anoche. Perdimos el cargamento y tres hombres."
Abrí el informe, examinando las fotos y los detalles del ataque. Las marcas en las paredes, las tácticas utilizadas... todo apuntaba a los Ivanov.
"¿Alekséi cree que puede jugar a ambos lados?" murmuré, sintiendo cómo la ira comenzaba a arder en mi interior.
"Quizás sea uno de sus hombres actuando por su cuenta," sugirió Alessia.
"No importa quién fue. Esto no quedará sin respuesta."
Alessia asintió, sabiendo que no había forma de detenerme.
Esa tarde, decidí enfrentar a Alekséi directamente. No iba a permitir que usara nuestra tregua como una excusa para atacarnos en las sombras.
Lo encontré en uno de sus bares, rodeado de sus hombres, como siempre. Al entrar, todas las conversaciones se detuvieron. Alekséi levantó la vista y sonrió ligeramente al verme.
"Isabella, siempre es un placer verte," dijo, levantándose para recibirme.
"Corta el teatro, Alekséi," le respondí. "Necesitamos hablar."
Me llevó a un rincón más privado, lejos de sus hombres. Cuando nos sentamos, lo miré directamente a los ojos, sin ocultar mi enojo.
"¿Qué estás haciendo?" le pregunté.
"¿A qué te refieres?"
"No juegues conmigo. Sé que atacaste nuestro almacén en Génova."
Alekséi frunció el ceño, genuinamente confundido. "¿De qué hablas? No he ordenado ningún ataque."
"Entonces alguien de tu familia lo hizo. Y si no puedes controlar a tus hombres, eso también es tu responsabilidad."
"Isabella, no soy un idiota. Si hubiera querido atacarte, lo habría hecho abiertamente."
Su tono era firme, pero no arrogante. Por un momento, consideré la posibilidad de que estuviera diciendo la verdad.
"¿Qué sugieres entonces?" pregunté finalmente.
"Déjame investigar. Si fue uno de los míos, lo arreglaré. Pero si fue alguien más, debemos enfrentarlo juntos."
No me gustaba la idea de confiar en él, pero tampoco podía ignorar la posibilidad de que estuviera diciendo la verdad.
"Tienes 48 horas," le advertí. "Si no me das respuestas, asumiré que fuiste tú."
Alekséi asintió, aceptando mis términos.
Esa noche, regresé a la villa sintiéndome más cansada de lo habitual. Cada paso en este conflicto parecía arrastrarme más profundamente en un juego que no podía ganar. Alessia estaba en el salón, revisando documentos.
"¿Cómo te fue?" preguntó sin levantar la vista.
"Dice que no fue él."
"¿Le crees?"
"No lo sé," admití. "Pero le di 48 horas para demostrarlo."
Alessia asintió, pero no dijo nada más. Sabía que estaba tan agotada como yo por esta interminable lucha.
Al día siguiente, recibí un mensaje de Alekséi. Era breve, pero suficiente para captar mi atención.
"Encontré algo. Nos vemos en el almacén de la calle Dante a las nueve."
Era una trampa obvia, pero no tenía otra opción. Si quería respuestas, tenía que arriesgarme.
Cuando llegué al almacén, Alekséi ya estaba allí, acompañado por dos de sus hombres. En el centro de la sala había un hombre atado a una silla, con el rostro cubierto de moretones.
"¿Quién es él?" pregunté, acercándome con cautela.
"Uno de los tuyos," respondió Alekséi.
Lo miré, confundida, antes de girarme hacia el hombre en la silla. Al retirar la capucha que cubría su rostro, lo reconocí de inmediato. Era Carlo, uno de mis subordinados en Milán.
"¿Qué significa esto?" le exigí a Alekséi.
"Tu hombre estaba vendiendo información a un grupo rival. Fue él quien organizó el ataque a tu almacén."
Carlo me miró, aterrorizado. "¡No es cierto! ¡Yo solo seguía órdenes!"
"¿De quién?" le exigí.
Carlo tragó saliva, pero no respondió. Alekséi se acercó, sacando un cuchillo de su cinturón.
"Creo que deberías responderle a tu jefa," dijo con calma.