Narrado por Isabella
Las palabras de Carlo resonaban en mi mente como una campana maldita: "Alguien en Moscú." Si era verdad, esto no solo significaba que Alekséi y yo teníamos un enemigo común, sino que esa amenaza provenía del núcleo de la mafia rusa, una facción incluso más grande y peligrosa que los Ivanov.
Alekséi no parecía sorprendido, aunque sus ojos reflejaban una sombra de preocupación.
"Esto no cambia nada entre nosotros," dije, rompiendo el incómodo silencio. "Todavía somos enemigos."
"Por supuesto," respondió él con su tono calmado, casi burlón. "Pero incluso los enemigos necesitan aliados cuando el fuego amenaza con quemarlo todo."
Lo miré, buscando cualquier indicio de manipulación. Pero esta vez, parecía genuino.
"Si hacemos esto," comencé, "será bajo mis términos. No voy a ceder el control a alguien como tú."
Alekséi sonrió, pero no dijo nada. Su silencio me molestaba más que cualquier respuesta.
De vuelta en la villa, llamé a Alessia y Valentina para informarles de lo sucedido. Ambas reaccionaron con emociones opuestas.
"¿Estás loca?" exclamó Alessia, poniéndose de pie con un golpe en la mesa. "¡No podemos confiar en él! Es Alekséi Ivanov, Isabella. Lo único que quiere es destruirnos."
"Lo sé," respondí con calma, aunque mi paciencia estaba al límite. "Pero si lo que descubrimos es cierto, entonces no tenemos otra opción. Esto no se trata solo de nosotros. Hay algo más grande en juego."
"¿Y cómo sabemos que no es una trampa?" insistió Alessia.
"No lo sabemos. Pero también sabemos que Carlo estaba trabajando con alguien más, alguien que no es ni Ivanov ni italiano."
Valentina, que había estado en silencio hasta ese momento, finalmente habló.
"Estoy de acuerdo con Isabella."
Alessia la miró como si hubiera perdido la cabeza.
"¿De verdad crees que podemos confiar en los Ivanov?"
"No. Pero creo que, si hay una amenaza mayor, necesitamos tiempo para prepararnos. Si esto significa trabajar con Alekséi temporalmente, entonces deberíamos considerarlo."
Alessia suspiró, frustrada, pero finalmente cedió. Sabía que no había forma de detenerme cuando ya había tomado una decisión.
El día siguiente estuvo lleno de preparativos. Organizar una alianza con Alekséi requería más que palabras. Necesitábamos asegurarnos de que nuestras operaciones estuvieran protegidas en caso de que esto fuera una trampa.
Mientras revisaba los planes de seguridad en mi despacho, recibí una llamada de Alekséi.
"Espero que estés lista para nuestra primera reunión como... aliados," dijo con una mezcla de burla y seriedad.
"Esto no significa que confíe en ti."
"Lo sé. Pero también sabes que no tengo ninguna razón para traicionarte... aún."
Ignoré su comentario y acordamos reunirnos en un lugar neutral: un viejo almacén abandonado en las afueras de Milán.
Llegué al almacén al atardecer, acompañada por Alessia y cuatro de nuestros mejores hombres. Alekséi ya estaba allí, esperando con su usual aire de tranquilidad.
"Puntual, como siempre," dijo cuando entré.
"Vamos al grano," respondí, sin molestarte en saludar.
Alekséi sonrió y sacó un mapa, extendiéndolo sobre una mesa polvorienta.
"Estos son los movimientos que hemos detectado en Moscú," explicó, señalando varias ubicaciones. "Parece que están usando intermediarios para enviar armas y dinero a través de Europa."
"¿Y qué sugieres?"
"Interceptar sus envíos. Cortar sus recursos antes de que puedan fortalecerse."
"Eso es demasiado obvio. Si los atacamos directamente, sabrán que vamos tras ellos."
"Por eso propongo algo más sutil," dijo Alekséi, inclinándose hacia mí. "Infiltrarnos en sus operaciones. Descubrir quién está detrás de esto antes de atacar."
Lo miré, considerando su plan. Era arriesgado, pero también efectivo.
"¿Quién se infiltrará?" pregunté.
"Yo tengo a mis hombres listos. Pero necesitaré uno de los tuyos para que esto funcione."
"No pienso enviar a nadie de mi familia a Moscú."
"Entonces elige a alguien en quien confíes. Alguien que no te traicione."
Esa noche, de vuelta en la villa, discutí la propuesta de Alekséi con Alessia y Valentina.
"Es demasiado arriesgado," dijo Alessia, como era de esperar.
"Es nuestra mejor opción," respondió Valentina.
"Si vamos a hacerlo," dije, cortando la discusión, "necesitamos a alguien que pueda manejar la presión. Alessia, encárgate de seleccionar a los hombres adecuados. Quiero un equipo que pueda entrar y salir sin dejar rastro."
Alessia asintió, aunque a regañadientes.
Los días siguientes fueron un torbellino de planificación. Mientras nuestros equipos se preparaban para la infiltración, Alekséi y yo continuamos reuniéndonos para coordinar los detalles. Cada encuentro era un recordatorio de lo frágil que era esta alianza.
"Sabes, Isabella," dijo durante una de nuestras reuniones, "eres mucho más interesante como aliada que como enemiga."
"No te acostumbres," respondí, manteniendo mi tono frío.
Alekséi sonrió, como si mis palabras le divirtieran.
"Lo digo en serio. Tienes algo que muchos líderes no tienen: visión."
Lo miré, intentando descifrar si estaba siendo sincero o simplemente manipulador. Pero no encontré ninguna respuesta en su mirada.
La operación comenzó una semana después. Mientras el equipo partía hacia Moscú, no pude evitar sentir una mezcla de anticipación y preocupación. Si esto funcionaba, podríamos desmantelar a nuestros enemigos desde dentro. Pero si algo salía mal, las consecuencias serían catastróficas.
Alekséi y yo nos reunimos una última vez antes de que comenzara la operación.
"¿Estás lista para esto?" me preguntó.
"Siempre."
"Entonces, veamos quién es más listo: ellos o nosotros."
Lo miré, sabiendo que sus palabras eran tanto un desafío como un recordatorio de que nuestra alianza era temporal. Cuando todo esto terminara, la guerra entre nuestras familias continuaría.