Narrado por Isabella
El plan estaba en marcha. A veces, en este mundo, las mejores estrategias no se basan en la fuerza bruta, sino en saber jugar con las expectativas de tu enemigo. Y eso era precisamente lo que planeábamos hacer con Igor Volkov.
Mientras nuestro equipo en Moscú trabajaba para infiltrarse en las operaciones de Volkov, Alekséi y yo diseñábamos una distracción lo suficientemente convincente como para desviar su atención. No podía confiar completamente en Alekséi, pero había algo en su forma de planear que resultaba fascinante. Calculador, frío, y, lo más importante, efectivo.
"Si subestimamos a Volkov, estamos muertos," le advertí durante una de nuestras reuniones.
"No te preocupes, Isabella," respondió con esa sonrisa irritante que tanto odiaba. "Él es inteligente, pero nosotros somos más."
La distracción consistía en fingir debilidad. Enviaríamos información falsa a uno de los hombres de Volkov, haciéndole creer que nuestras operaciones en Europa estaban tambaleándose por disputas internas. La clave era parecer vulnerables sin exponer nuestras verdaderas debilidades.
"¿Y si no cae?" preguntó Alessia cuando le expliqué el plan.
"Cualquier hombre como Volkov no puede resistirse a un objetivo fácil," respondí. "Si cree que estamos debilitados, no dudará en atacarnos."
"Pero si lo hace, ¿qué pasa con el equipo en Moscú? Estarán en el epicentro de su furia."
"Por eso deben moverse rápido," dije, sin dejar espacio para objeciones.
Alessia me miró, claramente preocupada, pero no dijo nada más.
Esa noche, Alekséi vino personalmente a la villa para ajustar los últimos detalles. Era la primera vez que lo veía tan tranquilo, casi relajado.
"Espero que tengas todo bajo control," le dije mientras revisábamos los informes.
"Siempre lo tengo," respondió, sirviéndose un vaso de whisky.
Lo observé mientras tomaba un sorbo, su mirada fija en el mapa sobre la mesa. Había algo inquietantemente atractivo en su confianza, como si nada en el mundo pudiera tocarlo.
"¿Por qué haces esto, Alekséi?" pregunté de repente.
"¿Qué cosa?"
"Esta alianza. Podrías haber intentado resolver esto solo."
Alekséi dejó el vaso sobre la mesa y me miró directamente, su expresión seria por primera vez en mucho tiempo.
"Porque no puedo hacerlo solo, Isabella. Y porque tú tampoco puedes."
Sus palabras me golpearon más de lo que esperaba. No era una declaración de debilidad, sino un reconocimiento de nuestra realidad. En este juego, nadie sobrevive solo.
Al día siguiente, recibimos la confirmación de que Volkov había mordido el anzuelo. Uno de sus hombres, Pavel, había interceptado la información falsa y se la había llevado directamente a Moscú.
"¿Y ahora qué?" preguntó Valentina, quien había estado siguiendo el desarrollo de cerca.
"Ahora esperamos," respondí.
La paciencia nunca había sido mi fuerte, pero en este caso, no había otra opción. Todo dependía de que Volkov actuara de la manera que esperábamos.
La espera terminó al anochecer. Un mensaje cifrado llegó a mi teléfono, enviado por uno de los hombres de Alekséi en Moscú.
"Volkov está movilizando a sus fuerzas hacia Europa. Parece que planea un ataque sorpresa en Milán."
"Lo logramos," dije en voz baja, aunque no había nada de triunfal en mi tono.
"¿Y ahora qué?" preguntó Alessia, quien estaba a mi lado.
"Preparamos la emboscada."
Esa noche, Alekséi y yo nos reunimos por última vez antes del enfrentamiento. Elegimos un lugar apartado, una vieja mansión abandonada en las afueras de la ciudad que solía pertenecer a un socio de mi padre.
"Todo está listo," dijo Alekséi mientras repasábamos el plan por última vez.
"Más te vale que no me falles," le advertí.
"¿Yo? Nunca."
Su sonrisa era irritante, pero no podía negar que había algo en su seguridad que me tranquilizaba.
El día del ataque llegó más rápido de lo que esperaba. Las calles de Milán estaban más tranquilas de lo normal, como si la ciudad misma supiera lo que estaba a punto de ocurrir.
Nuestros hombres estaban estratégicamente posicionados en los alrededores de nuestra supuesta "base vulnerable." El plan era dejar que los hombres de Volkov entraran lo suficiente antes de cerrar la trampa.
"¿Lista?" preguntó Alessia mientras ajustaba su arma.
"Siempre," respondí, aunque en el fondo, mi corazón latía con fuerza.
Desde mi posición, podía ver a Alekséi al otro lado de la calle, rodeado por sus hombres. Me hizo un gesto con la cabeza, señal de que todo estaba listo.
El primer disparo resonó en el aire, seguido por un estallido de caos. Los hombres de Volkov cayeron en la trampa, atrapados entre nuestras fuerzas y las de Alekséi. Era un espectáculo brutal, pero necesario.
En medio del enfrentamiento, vi a Alekséi moverse con una precisión letal, dando órdenes mientras disparaba con frialdad. Por un momento, me di cuenta de que había algo fascinante en su manera de liderar, aunque jamás lo admitiría.
Cuando el último de los hombres de Volkov cayó, todo quedó en un silencio sepulcral.
"¿Eso es todo?" preguntó Alessia, respirando con dificultad.
"No lo sé," respondí, observando los cuerpos a nuestro alrededor. Algo no se sentía bien.
Fue entonces cuando escuché el sonido de un motor. Un coche negro se detuvo frente a nosotros, y de él salió un hombre alto, vestido con un abrigo oscuro.
"Volkov," susurré, mi mano yendo instintivamente hacia mi arma.
Volkov nos observó con una sonrisa fría, como si supiera algo que nosotros no.
"Felicitaciones, Isabella," dijo en un italiano perfecto. "Y Alekséi, por supuesto. Han jugado bien."
"Esto no ha terminado, Volkov," le respondí, apuntándole con mi arma.
"Oh, querida, apenas está comenzando."
Su sonrisa se ensanchó, y en ese momento supe que las cosas estaban a punto de complicarse aún más.