Narrado por Alekséi
El silencio era algo que siempre había aprendido a apreciar. En una vida como la mía, la calma era un lujo raro. Pero aquella noche, el silencio pesaba. Había algo en el aire, una tensión que no podía ignorar mientras caminaba por las calles hacia el club de los De Rossi.
Mis hombres me seguían de cerca, siempre alerta. Sabían que, aunque trabajábamos con Isabella temporalmente, no éramos bienvenidos. Esa alianza no era más que un hilo fino que podía romperse en cualquier momento. Yo, sin embargo, tenía otros motivos para estar aquí.
Isabella.
Era un nombre que no podía apartar de mi mente. Había conocido a muchas mujeres fuertes, pero ninguna como ella. No era solo su inteligencia o su fuerza; era su capacidad de enfrentarse al caos con una calma que rivalizaba con la mía.
Cuando llegué al club, el lugar estaba en pleno funcionamiento. Las luces brillaban, la música era ensordecedora, y la gente bailaba como si el mundo no estuviera a punto de arder. Pero yo no estaba aquí para disfrutar.
"Está en su oficina," me dijo uno de sus guardias, señalando hacia las escaleras.
Asentí y subí, mis pasos firmes resonando en el pasillo. Cuando abrí la puerta, la encontré inclinada sobre su escritorio, estudiando mapas y documentos. Sus hermanas estaban con ella, pero se detuvieron al verme entrar.
"¿Qué haces aquí?" preguntó Isabella, sin levantar la vista de los papeles.
"Tenemos un problema," respondí, cerrando la puerta detrás de mí.
Ella finalmente levantó la cabeza, sus ojos oscuros fijándose en los míos.
"¿Qué tipo de problema?"
"Dmitri," dije, acercándome. "Uno de mis hombres interceptó una comunicación. Está planeando un ataque contra tu territorio."
Vi cómo las hermanas de Isabella intercambiaban miradas preocupadas, pero ella permaneció imperturbable.
"¿Cuándo?"
"Esta noche," respondí. "No tenemos mucho tiempo."
"Entonces prepárate," dijo, mirando a Valentina y Alessia. "Quiero a todos listos en quince minutos."
Mientras sus hermanas salían para dar las órdenes, Isabella se quedó conmigo, estudiándome con atención.
"¿Por qué me estás diciendo esto?" preguntó.
"Porque si Dmitri destruye tu operación, la mía será la siguiente," respondí con sinceridad. "Esto no es altruismo, Isabella. Es estrategia."
Ella sonrió ligeramente, como si supiera que había más en mis palabras de lo que estaba admitiendo.
"Bien," dijo. "Entonces vamos a enfrentarlo juntos."
El enfrentamiento con Dmitri era inevitable. Sabía que no podía subestimarlo, pero también sabía que Isabella y yo éramos una combinación letal. Cuando llegamos al lugar donde se esperaba el ataque, nuestros hombres ya estaban posicionados, listos para lo que fuera.
La noche estaba oscura, apenas iluminada por las luces de los autos y las armas que llevábamos. Sentí el familiar peso de mi pistola en la mano mientras me colocaba al lado de Isabella.
"¿Estás lista para esto?" le pregunté.
"Siempre," respondió, sus ojos brillando con determinación.
El primer disparo resonó en la oscuridad, seguido por una lluvia de balas. El caos se desató rápidamente, pero no había espacio para el miedo. Mis hombres y los de Isabella trabajaban juntos con una precisión impresionante, repeliendo a los atacantes de Dmitri.
La vi moverse entre el fuego cruzado, liderando a sus hombres con una valentía que pocos podían igualar. Era un espectáculo verla en acción, y no podía evitar sentir una extraña mezcla de admiración y preocupación.
"¡Cúbrela!" le grité a uno de mis hombres cuando vi que un atacante apuntaba hacia ella.
El disparo lo detuvo antes de que pudiera hacer algo, pero mi corazón seguía latiendo con fuerza. Isabella no necesitaba mi protección, pero eso no significaba que no quisiera dársela.
Cuando finalmente terminó, los cuerpos de los atacantes de Dmitri estaban esparcidos por el suelo. Habíamos ganado esta batalla, pero sabía que la guerra estaba lejos de terminar.
Isabella estaba de pie en medio del caos, su respiración agitada y su rostro cubierto de una fina capa de sudor, pero con esa mirada indomable que siempre llevaba consigo. Me acerqué a ella, apartando los escombros y el humo que todavía flotaba en el aire.
"¿Estás bien?" pregunté, aunque sabía que la respuesta sería afirmativa.
"Perfectamente," respondió, limpiándose la sangre de las manos con un pañuelo. "Esto fue solo el principio."
"Dmitri no envió a sus mejores hombres," dije, mirando alrededor. "Esto fue una prueba, Isabella. Quería ver cómo reaccionarías."
"Entonces espero que haya disfrutado del espectáculo," respondió con una sonrisa fría. "Porque la próxima vez, no me limitaré a defender."
Mientras nuestros hombres aseguraban el perímetro, me quedé cerca de ella, observándola dar órdenes con una calma que yo mismo admiraba. Cada palabra, cada gesto, transmitía autoridad. Pero más allá de su fachada impenetrable, podía ver algo más: una chispa de duda, quizá de agotamiento.
"Deberías descansar," le dije cuando terminó de hablar con uno de sus guardias.
"¿Descansar?" repitió, arqueando una ceja. "¿De qué estás hablando, Alekséi? Esto apenas comienza."
"Precisamente por eso," insistí. "Si no estás al cien por ciento, cometerás errores. Y no podemos permitirnos eso."
"¿Desde cuándo te importa mi bienestar?"
"Desde que nuestras vidas están ligadas en esta guerra," respondí, cruzándome de brazos.
Ella me miró fijamente, como si estuviera intentando descifrarme. Finalmente, suspiró y giró sobre sus talones, caminando hacia uno de los vehículos estacionados.
"Volvamos al club," dijo. "Tenemos mucho que discutir."
Subimos al auto en silencio, acompañados por dos de sus hombres en la parte trasera. Mientras conducíamos por las calles vacías, no podía evitar pensar en lo que Stefano había dicho. Había alguien más detrás de Dmitri, alguien que todavía no podíamos identificar.