Narrado por Alekséi
La oficina de Isabella estaba en completo silencio cuando me quedé a solas con ella. Había algo fascinante en cómo podía mantener la calma incluso en medio del caos. Pero esta vez, su mirada reflejaba algo más que simple determinación. Había un plan en su mente, y sabía que no sería sencillo.
"¿Qué quieres decir con 'darnos a nosotros mismos'?" pregunté, cruzándome de brazos.
"Dmitri cree que puede destruirnos dividiéndonos," dijo, levantándose de su silla y caminando hacia la ventana. "Lo que no sabe es que lo estamos viendo venir. Vamos a darle la ilusión de que tiene ventaja."
La luz tenue del despacho iluminaba su rostro mientras hablaba. Sus palabras eran claras, pero su tono transmitía lo arriesgado de su propuesta.
"¿Quieres tenderle una trampa usando nuestras propias vidas como cebo?"
"Exactamente," respondió, girándose para enfrentarme. "Sabes tan bien como yo que Dmitri no se detendrá hasta que nos vea derrotados. Si jugamos a la defensiva, él ganará."
Había enfrentado situaciones de alto riesgo antes, pero esta era diferente. Dmitri no era un enemigo cualquiera, y la idea de entregarnos voluntariamente a su juego no era algo que me entusiasmara.
"Es un plan suicida," le dije, acercándome. "¿Qué te hace pensar que saldremos con vida?"
"Porque no voy a permitir que él gane," respondió con una seguridad que casi me convenció.
"Eso no es suficiente, Isabella."
Ella me sostuvo la mirada, desafiándome a objetar. Había algo en sus ojos que decía que no estaba dispuesta a retroceder, sin importar lo que yo dijera.
"¿Tienes una mejor idea, Alekséi?" preguntó, arqueando una ceja.
Me quedé en silencio por un momento, buscando una alternativa. Pero la verdad era que ella tenía razón. Dmitri no nos daría otra opción.
"No me gusta," admití finalmente. "Pero si vamos a hacer esto, lo haremos a mi manera."
Pasamos las siguientes horas elaborando el plan. Isabella y yo trabajamos en perfecta sincronía, aunque las tensiones eran palpables. Su enfoque meticuloso complementaba mi experiencia en operaciones de alto riesgo, y juntos logramos trazar una estrategia que tenía, al menos, una posibilidad de éxito.
"El ataque tiene que parecer auténtico," dijo, señalando uno de los puntos en el mapa. "Dmitri debe creer que estamos completamente acorralados."
"Eso significa exponer nuestras posiciones," respondí, frunciendo el ceño. "Si algo sale mal, perderemos más que solo hombres."
"Es un riesgo que debemos asumir," dijo, sin vacilar.
"Espero que tengas razón," murmuré, aunque en el fondo sabía que no había espacio para errores.
La noche llegó más rápido de lo esperado. El club se convirtió en un centro de operaciones mientras nuestros hombres se preparaban para ejecutar el plan. A pesar de las tensiones, había una extraña sensación de unidad entre las dos mafias. Isabella y yo estábamos liderando algo más grande que nosotros mismos, y todos lo sabían.
Mientras daba las últimas instrucciones a mis hombres, noté que Isabella estaba hablando con sus hermanas en un rincón. Sus expresiones eran serias, y aunque no podía escuchar lo que decían, sabía que estaban preocupadas.
Me acerqué a ella cuando terminó, encontrándola con los brazos cruzados y una mirada distante.
"¿Tienes dudas?" le pregunté.
"Siempre hay dudas," respondió, sin mirarme. "Pero no me detendrán."
"Eso es lo que me preocupa."
Ella finalmente me miró, y por un momento, vi algo que rara vez dejaba mostrar: vulnerabilidad.
"No estoy haciendo esto solo por mí," dijo en voz baja. "Estoy haciendo esto por mi familia. Por mis hermanas. No puedo fallarles."
No dije nada. Había algo en su voz que me hizo recordar por qué yo mismo estaba en esta posición. No era solo por poder o venganza; era por mi gente, por aquellos que dependían de mí.
"Entonces no fallaremos," le dije finalmente, colocando una mano en su hombro.
Ella asintió, pero no dijo nada más.
El plan comenzó al filo de la medianoche. Nuestros hombres se posicionaron estratégicamente en el lugar acordado, mientras Isabella y yo nos quedamos en el centro del supuesto "ataque". Dmitri había mordido el anzuelo, tal como lo esperábamos.
"¿Listo para esto?" le pregunté mientras ajustaba mi arma.
"¿Y tú?" respondió, con una sonrisa que no alcanzó sus ojos.
Antes de que pudiera responder, los disparos comenzaron.
El caos fue inmediato. Las balas volaron a nuestro alrededor mientras las fuerzas de Dmitri nos rodeaban. Todo parecía demasiado real, y por un momento, me pregunté si habíamos subestimado al enemigo.
"¡Mantente cerca!" le grité a Isabella mientras nos cubríamos detrás de una barricada improvisada.
"¡No necesitas decirme qué hacer!" respondió, disparando con precisión a uno de los atacantes.
A pesar de la intensidad de la situación, no pude evitar admirar su habilidad. Isabella no era solo una estratega; era una guerrera.
La batalla duró lo que parecieron horas, pero finalmente, nuestros hombres lograron tomar ventaja. Dmitri no estaba allí, pero sus fuerzas estaban diezmadas, y sabíamos que habíamos enviado un mensaje claro.
"Esto no ha terminado," dijo Isabella mientras observaba el campo de batalla.
"No," respondí, mirando hacia la distancia. "Pero hemos ganado esta ronda."
Mientras la noche volvía al silencio, no podía evitar pensar en lo que vendría después. Dmitri no se rendiría fácilmente, y sabía que nuestras vidas seguirían entrelazadas en esta guerra.
Sin embargo, algo había cambiado. Isabella y yo ya no éramos solo aliados temporales; éramos dos líderes unidos por una causa común. Y aunque no lo admitiera, esa conexión significaba más de lo que estaba dispuesto a aceptar.