Narrado por Isabella
El puerto estaba envuelto en sombras, iluminado apenas por la luz intermitente de las farolas y el brillo tenue de la luna reflejada en el agua. Había algo opresivo en el ambiente, como si las sombras mismas estuvieran conspirando en nuestra contra.
"Está aquí," dijo Alekséi mientras señalaba un viejo almacén al final del muelle. "Pero no estará solo."
Sus palabras confirmaron mis sospechas. Nadie que huye de Dmitri lo hace sin precauciones. Este hombre debía estar tan paranoico como nosotros.
"¿Cuántos hombres?" pregunté, ajustando mi arma bajo la chaqueta.
"Cuatro, tal vez cinco," respondió Alekséi, observando el lugar con la precisión de un estratega. "Nada que no podamos manejar."
"Lo manejaremos, pero sin bajas," dije, dándole una mirada firme. "Si quiere nuestra protección, no podemos darle razones para dudar."
Nos acercamos en silencio, utilizando las sombras como cobertura. Alekséi lideraba el camino, moviéndose con una confianza que casi envidié. Yo prefería mantenerme alerta, mi dedo rozando el gatillo de mi arma mientras analizaba cada rincón.
Cuando llegamos a la entrada, Alekséi me hizo una señal para que esperara. Se acercó a la puerta y la empujó lentamente, revelando un interior oscuro y polvoriento.
"Está despejado," dijo en voz baja, pero sus ojos seguían escaneando el lugar.
El hombre que buscábamos, Andrei, estaba sentado en un rincón, con una botella de vodka medio vacía frente a él. Su aspecto era deplorable: ojeras profundas, cabello desordenado y un temblor en las manos que no parecía venir solo del alcohol.
"¿Andrei?" dije, avanzando un paso.
Él levantó la vista, sus ojos llenos de desconfianza.
"¿Quiénes son ustedes?" preguntó, su voz ronca.
"Soy Isabella," dije con calma. "Él es Alekséi. Sabes por qué estamos aquí."
"¿Dmitri los envió?" preguntó, poniéndose de pie de golpe.
"No," interrumpió Alekséi, con un tono que no dejaba lugar a dudas. "Estamos aquí para ayudarte. Si hablas, podemos protegerte."
Andrei nos observó en silencio durante un momento interminable. Finalmente, dejó escapar un suspiro y se dejó caer de nuevo en su silla.
"Dmitri nunca dejará de buscarme," murmuró, pasando una mano por su rostro. "Pero si puedo ayudar a destruirlo, lo haré."
"Entonces empieza a hablar," dije, cruzándome de brazos.
Andrei tomó un trago largo de su botella antes de responder.
"Dmitri no trabaja solo," dijo. "Hay alguien más, alguien que siempre ha estado en las sombras. Le llaman 'El Arquitecto'."
"El Arquitecto," repetí, frunciendo el ceño. "¿Quién es?"
"Nadie lo sabe," respondió. "Pero es quien le proporciona los recursos, las conexiones, todo lo que necesita para expandir su imperio."
La información era valiosa, pero también preocupante. Si Dmitri tenía a alguien como "El Arquitecto" detrás de él, nuestras posibilidades de derrotarlo eran aún más complicadas.
"¿Cómo lo encontramos?" preguntó Alekséi, su voz fría y directa.
"No lo encuentran," dijo Andrei, su mirada llena de miedo. "Él los encuentra a ustedes."
Ese comentario dejó un silencio pesado en la sala. Sabía que Andrei estaba siendo honesto, pero eso no hacía que la situación fuera menos desesperante.
"Entonces necesitamos que sigas hablando," dije finalmente. "Dinos todo lo que sepas sobre Dmitri y sus operaciones."
Andrei habló durante lo que parecieron horas, detallando rutas de tráfico, contactos clave y escondites que Dmitri utilizaba para sus operaciones. Alekséi y yo absorbimos cada palabra, sabiendo que cualquier detalle podría marcar la diferencia.
Finalmente, cuando Andrei terminó, se desplomó en su silla, agotado.
"Eso es todo lo que sé," dijo, su voz apenas un susurro.
"Es suficiente," le aseguré. "Te sacaremos de aquí y te pondremos en un lugar seguro."
"Espero que puedan cumplir esa promesa," respondió, aunque en su tono no había confianza, solo resignación.
Salimos del almacén con Andrei entre nosotros, moviéndonos con la misma cautela con la que habíamos llegado. Pero esta vez, el silencio no era nuestro aliado.
Apenas habíamos dado unos pasos cuando escuché el sonido inconfundible de un arma siendo amartillada.
"¡Alto!"
Nos giramos rápidamente, encontrándonos cara a cara con un grupo de hombres armados. Reconocí el símbolo en sus chaquetas de inmediato: los sicarios de Dmitri.
"Dame una buena razón para no disparar," dijo el que parecía ser el líder, apuntándonos con su pistola.
Alekséi se adelantó, su postura relajada pero peligrosa.
"Porque si disparas, ninguno de ustedes saldrá vivo de aquí," dijo con una calma escalofriante.
El líder pareció dudar por un momento, pero antes de que pudiera tomar una decisión, yo ya había sacado mi arma.
"Esto no tiene que terminar mal," dije, mi tono firme. "Pero si quieren probar su suerte, adelante."
El silencio se alargó, cada segundo una eternidad. Finalmente, el líder bajó su arma, aunque su expresión estaba cargada de ira.
"Esto no ha terminado," dijo antes de dar la señal para que sus hombres se retiraran.
Cuando el peligro pasó, Alekséi me miró con una pequeña sonrisa.
"Buena jugada," dijo.
"Gracias," respondí, aunque mi mente ya estaba pensando en lo que vendría después.
Sabía que Dmitri no se detendría, y ahora, con Andrei bajo nuestra protección, las cosas solo se complicarían.
"Esto es solo el principio," murmuré para mí misma mientras subíamos al auto.
Alekséi, sentado a mi lado, pareció escucharlo.
"Entonces es un buen principio," dijo, mirándome con una intensidad que me hizo apartar la vista.
Mientras nos alejábamos del puerto, no podía evitar sentir que las cosas estaban a punto de cambiar, no solo en esta guerra, sino entre Alekséi y yo.