Narrado por Isabella
El amanecer llegó silenciosamente, pintando el cielo con tonos cálidos que contrastaban con la frialdad que sentía dentro de mí. No había dormido. Pasé las horas restantes revisando mapas, estrategias y posibles rutas de escape. Pero, en el fondo, no era el plan lo que ocupaba mi mente. Era Alekséi.
Sus palabras de anoche seguían rondándome. "Nos estamos acercando demasiado." Había querido ignorarlas, dejarlas de lado como un problema menor, pero no podía. Lo odiaba tanto como me odiaba a mí misma por sentir algo que no debía.
Cuando bajé al salón principal, Alekséi ya estaba allí, sentado frente a una taza de café. Su postura relajada me irritaba; era como si el mundo no estuviera a punto de derrumbarse alrededor nuestro.
"Buenos días," dijo sin mirarme.
"No sé si hay algo de bueno en este día," respondí, avanzando hacia la mesa donde los mapas seguían extendidos.
"Pesimista tan temprano," comentó, con una leve sonrisa.
Lo ignoré, enfocándome en el plan.
Minutos después, Andrei apareció en la sala, luciendo más descansado que nosotros. Eso no evitó que su mirada permaneciera llena de cautela.
"¿Qué sigue ahora?" preguntó, su voz tensa.
"Lo que sigue es tu parte," le respondí, señalando los mapas. "Necesitamos detalles exactos sobre este escondite de Dmitri: cuántos hombres tiene, cómo están armados, cualquier cosa que pueda ayudarnos."
Andrei se sentó lentamente, mirando los mapas con algo que parecía mezcla de resignación y miedo.
"Él no deja a nadie cerca de sus escondites principales," dijo, casi en un susurro. "Pero este... este lugar es diferente. Lo usa para almacenar armas y dinero. Probablemente tenga veinte o treinta hombres allí."
"Eso no es un problema," intervino Alekséi.
Andrei levantó la vista, sorprendido por la seguridad en las palabras de Alekséi.
"No lo entiendes," insistió Andrei. "No son hombres comunes. Son soldados entrenados, exmilitares. Si intentan entrar allí, los matarán."
"No es cuestión de si podemos," dije, inclinándome hacia él. "Es cuestión de cómo lo hacemos. Y tú vas a ayudarnos a hacerlo."
Andrei suspiró, asintiendo finalmente.
"Está bien," dijo. "Les daré lo que necesitan."
Pasamos el resto de la mañana planeando la operación. Cada detalle fue discutido, cada posibilidad considerada. Alekséi y yo trabajábamos en perfecta sincronía, como si nuestras diferencias desaparecieran cuando se trataba de la guerra.
"Entraremos al anochecer," anuncié finalmente. "Usaremos la oscuridad como ventaja."
"¿Y cuál es mi papel en esto?" preguntó Andrei, claramente incómodo.
"No tienes ninguno," respondí, mirándolo fijamente. "Te quedarás aquí."
"No confías en mí," dijo, más como una declaración que una pregunta.
"No confío en nadie," le respondí con frialdad.
Cuando el sol comenzó a ponerse, Alekséi y yo nos preparamos para partir. El equipo estaba listo, cada hombre equipado con lo necesario para una operación rápida y efectiva.
Antes de subir al auto, Alekséi se acercó a mí.
"¿Estás segura de esto?" preguntó, su tono más serio de lo habitual.
"¿Tú no lo estás?" repliqué, alzando una ceja.
Alekséi sonrió ligeramente, pero su mirada estaba cargada de algo que no pude descifrar.
"Solo quería asegurarme de que no tenías dudas," dijo antes de girarse hacia el auto.
El viaje hacia el escondite fue silencioso, cada uno de nosotros concentrado en lo que estaba por venir. El escondite de Dmitri estaba ubicado en una vieja fábrica abandonada en las afueras de la ciudad, rodeada por un terreno baldío que ofrecía poca cobertura.
"Nos dividiremos en dos grupos," dije cuando llegamos, mi voz baja pero firme. "Alekséi liderará el primer equipo y asegurará la entrada principal. Mi equipo entrará por el lado este y buscará los suministros."
"Y si Dmitri está allí," preguntó uno de mis hombres, "¿lo capturamos o lo matamos?"
"Si tienen un tiro claro, no duden en disparar," dije, sin vacilar.
El plan comenzó como lo habíamos previsto. Alekséi y su equipo se movieron hacia la entrada principal, mientras mi grupo avanzaba silenciosamente hacia el lado este. Los guardias en el perímetro eran pocos y estaban mal posicionados, lo que hizo que eliminarlos fuera rápido y limpio.
Cuando finalmente entramos, la fábrica estaba sorprendentemente silenciosa. Algo no se sentía bien, pero no tenía tiempo para dudar.
"Busquen las armas y el dinero," ordené. "Rápido."
Mientras mis hombres revisaban el lugar, escuché un ruido detrás de mí. Me giré rápidamente, con mi arma lista, pero lo que vi me congeló por un momento.
Dmitri estaba allí, de pie al otro lado de la habitación, con una sonrisa fría en el rostro.
"Isabella," dijo, su voz goteando sarcasmo. "Qué sorpresa verte aquí."
"Esto se acaba ahora," respondí, levantando mi arma hacia él.
"No tan rápido," dijo, levantando una mano. Desde las sombras, aparecieron varios de sus hombres, rodeándonos.
Mi equipo levantó sus armas, pero estábamos claramente superados en número. Dmitri sabía exactamente que estaríamos aquí. Había caído en su trampa.
"No pensaste que sería tan fácil, ¿verdad?" continuó Dmitri, acercándose lentamente.
Mi mente trabajaba rápidamente, buscando una salida, pero no había tiempo. Todo estaba a punto de explotar.
"Baja el arma," dijo Dmitri, su tono más amenazante ahora.
"Prefiero morir antes que rendirme," respondí, mi dedo apretando ligeramente el gatillo.
"Eso puede arreglarse," dijo, justo cuando un disparo resonó en el aire.