Narrado por Isabella
El viaje de regreso fue tranquilo, pero cada kilómetro recorrido hacía que la tensión en mi pecho aumentara. Gregor nos había dado algo más que información; nos había dado una oportunidad, aunque con ello también nos entregaba el peso de una decisión que podría costarnos la vida.
Mientras Alekséi conducía, repasaba mentalmente todo lo que necesitábamos: un equipo confiable, un plan detallado, y la suficiente sangre fría para enfrentarnos a un enemigo que nos superaba en recursos y en brutalidad.
"¿Estás lista para esto?" preguntó Alekséi de repente, rompiendo el silencio.
Lo miré de reojo. Su tono no era condescendiente, sino genuino. Era extraño escuchar esa faceta en él, pero no podía negarle la verdad.
"Siempre lo estoy," respondí, con más seguridad de la que sentía realmente.
Alekséi esbozó una leve sonrisa antes de volver su atención a la carretera.
Cuando finalmente llegamos a nuestra base, el sol ya comenzaba a ocultarse. El frío de la noche se colaba en cada rincón del lugar, pero no tenía tiempo para preocuparme por eso. Al entrar, mis hermanas y algunos de mis hombres ya estaban reunidos, esperándonos.
"¿Y bien?" preguntó Francesca, cruzándose de brazos.
"Tenemos un objetivo," dije, dejando el mapa sobre la mesa central. "Un cargamento importante de Sokolov llegará al puerto de Vladivostok en dos semanas. No sabemos exactamente qué transporta, pero sabemos que es clave para sus operaciones."
Todos se inclinaron hacia el mapa, analizando los puntos marcados.
"Esto es peligroso, Isabella," dijo Valentina, con una mezcla de preocupación y firmeza. "¿Estamos seguros de que vale la pena arriesgarnos?"
"No tenemos elección," respondí. "Si dejamos que Sokolov siga moviendo sus piezas, terminará aplastándonos. Este es nuestro momento para golpearlo donde más le duele."
Valentina asintió lentamente, aunque aún parecía dudar. Francesca, en cambio, ya tenía un brillo decidido en los ojos.
"Entonces, ¿qué necesitamos?" preguntó, lista para actuar.
"Un equipo reducido," dije. "Esto no puede parecer una invasión. Necesitamos infiltrarnos, identificar el cargamento y destruirlo antes de que pueda salir del puerto. Alekséi y yo lideraremos la operación."
"¿Qué tan reducido es 'reducido'?" preguntó uno de mis hombres.
"Cinco personas como máximo," intervino Alekséi. "Cualquier cosa más llamará la atención."
Las siguientes horas fueron un torbellino de preparativos. Reuní a los mejores hombres disponibles, aquellos en los que sabía que podía confiar. Francesca y Valentina se ofrecieron para unirse, pero las detuve.
"Alguien tiene que quedarse aquí y asegurarse de que nuestras operaciones sigan funcionando," les dije, aunque en el fondo sabía que quería mantenerlas a salvo.
"No me gusta esto, Isabella," dijo Valentina, con los brazos cruzados.
"No tiene por qué gustarte," respondí. "Solo confía en que sé lo que hago."
Francesca suspiró y me dio un abrazo rápido.
"Ten cuidado," dijo, susurrando para que nadie más la escuchara.
Mientras tanto, Alekséi se encargaba de coordinar la logística. Observé cómo interactuaba con sus hombres, su autoridad implacable pero efectiva. No podía negar que, aunque nuestra alianza era incómoda, era un líder formidable.
Cuando finalmente estuvimos listos, me acerqué a él.
"¿Alguna duda?" pregunté, cruzándome de brazos.
"Muchas," respondió, con una sonrisa irónica. "Pero nada que no podamos manejar."
"No sé si eso me tranquiliza o me preocupa más," dije, aunque no pude evitar devolverle la sonrisa.
La noche avanzó rápidamente, y antes de darme cuenta, nos encontrábamos en el hangar, listos para partir hacia Vladivostok. Nuestro equipo estaba compuesto por Alekséi, yo, y tres de nuestros hombres más confiables: Dmitri, Sergei, y Lorenzo.
Mientras subíamos al avión, Alekséi se acercó a mí.
"Esto puede ser una trampa," dijo en voz baja.
"Lo sé," respondí. "Pero si queremos ganar, tenemos que arriesgarnos."
Él asintió, y por un momento, vi algo en sus ojos que no esperaba: respeto.
El vuelo hacia Vladivostok fue tenso pero silencioso. Cada uno de nosotros sabía lo que estaba en juego, y la concentración era palpable. Observé a Alekséi mientras revisaba los detalles del plan por última vez. Había algo en él que me hacía confiar, aunque me costara admitirlo.
Finalmente, llegamos al aeropuerto clandestino que habíamos coordinado con uno de los contactos de Alekséi. Desde allí, un pequeño camión nos llevó hacia las afueras del puerto.
El aire frío y húmedo nos recibió al descender. El lugar estaba cubierto por una densa niebla, lo que dificultaba la visibilidad pero también nos ofrecía cierta ventaja.
"Recuerden," dijo Alekséi, reuniendo al equipo. "No disparamos a menos que sea absolutamente necesario. Entramos, identificamos el cargamento, y lo destruimos. En cuanto terminemos, salimos."
Todos asintieron, y el silencio que siguió fue casi insoportable.
Observé a cada uno de ellos antes de hablar.
"Esto no será fácil," dije. "Pero hemos enfrentado cosas peores. Si seguimos el plan, saldremos vivos de esto."
Con eso, nos pusimos en marcha. La primera fase de nuestra misión había comenzado, y aunque el peligro era inminente, no había lugar para la duda.
Mientras nos acercábamos al puerto, una sola idea me mantenía firme: Sokolov no iba a ganar. No mientras yo pudiera impedirlo.